Sin esperanza: escasas opciones para refugiados en Idomeni
“En árabe mi nombre significa esperanza. De esta ya no me queda mucha y no sé que haré”, dice Amal, de 41 años de edad, con ojos de desesperación. Amal no es la única persona que de repente se vio en medio de lo que parece ser una lucha sin fin.
Todos en Idomeni esperaban un resultado positivo de la cumbre entre la Unión Europea y Turquía. No obstante, al parecer, la ruta de los Balcanes se ha cerrado definitivamente. Y es que en semanas previas a la cumbre, ya existían señales del cierre total de las fronteras. Ahora, la mayoría de refugiados se han dado cuenta que sus opciones son limitadas.
Ghanim, un ingeniero de 53 años de edad, huyó de Irak con su familia. Después de vivir varios días en una carpa y de esperar una decisión clara sobre las fronteras, decidió abandonar Idomeni e ir al punto de encuentro en Diavata, cerca de Salónica, la segunda ciudad más grande de Grecia. Ghanim sabe que sus opciones son limitadas y, a su vez, que lo que se viene tomará tiempo. Aún así, se mantiene firme en su deseo de seguir.
“Aspiro a tener un estatus legal. Si tengo que esperar, espero. Un mes, seis meses, ¿seis años? Esperar no es problema. No me importa a dónde iré. Yo puedo arrendar un apartamento en Salónica. El dinero no es un problema. Puede que solicite asilo en Grecia o puede que me enliste en los programas de reubicación”, dijo a DW.
¿Reubicación como recurso final?
Cansadas de esperar, cada vez más personas consideran enlistarse en los programas de reubicación –una iniciativa europea que busca combatir la crisis, reubicando y redistribuyendo refugiados proporcionalmente en Europa.
“Las opciones que refugiados deberían de tener son aquellas que están estipuladas en los principios y las leyes internacionales, como lo es el derecho al asilo”, dijo a DW, Babar Baloch, portavoz del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)
El programa de reubicación es para personas que necesitan de protección internacional; beneficia a ciudadanos y apátridas de Siria, Iraq, Eritrea y la República Centroafricana. Una vez que hayan aplicado, pueden elegir el país de destino. Sin embargo, la agencia de asilo tiene la última palabra. Se les da prioridad a grupos vulnerables, familias, y a aquellos que tienen familiares en los países que eligieron.
“Intentamos aconsejar e informar sobre las opciones que tienen. Una de ellas es que pueden solicitar asilo en Grecia”, dice Baloch. “Cada vez hay más peticiones de reubicación; vemos entre 100 y 150 peticiones diarias”, añade.
Opciones limitadas
Nisreen, con su hijo de tres años en brazos, llora inconsolablemente. Tiene los ojos hinchados. No logra calmarse. Su hermana, quien se sienta a su lado, la mira con la misma expresión de tristeza. Acaba de ser informada que el programa de reubicación no le garantiza que se pueda reencontrar con su esposo en Alemania.
“Hablé con representantes de las Naciones Unidas en el campamento. Ellos me dieron dos opciones: la primera, que opte por el programa de reubicación, lo que significa que nos pondrán en una casa privada hasta que mi entrevista sea procesada. Esto tomaría un largo tiempo. Aún así, me explicó el oficial, no está garantizado que me pueda reunir con mi esposo en Alemania. La segunda opción contempla que me una a otro programa. Me llevarían a un campamento, donde esperaría meses para que mi solicitud sea procesada. Tengo la libertad de arrendar, pero tendría que asumir todos los gastos. No puedo trabajar en mi condición de refugiada. Además, no tengo dinero de sobra para hacer algo así”, dijo Nisreen a DW.
Aparte de estas dos opciones existe una tercera: traficantes. Nisreen y otros en el campamento han escuchado que traficantes están de regreso. La realidad, no obstante, es que estos nunca se fueron. Similar a un efecto dominó, una vez que se empezaron a cerrar las fronteras, las redes de tráfico reaparecieron. Para muchos, esta es la única forma de salida de Idomeni.
“Me duele la cabeza de pensar en mis opciones. No sé que hacer. Esperaré hasta el 17 de marzo; hay quienes dicen que nos dejaran cruzar los Balcanes”, dice Amal, quien parece haber recobrado la esperanza.
A pesar de las terribles condiciones en el campo de tránsito de Idomeni, del dolor físico y del estrés psicológico, la gente que permanece varada en estos campos enlodados aún creen en el Viejo Continente. Ellos esperan cruzar y asentarse en Europa. Sin embargo, lo que si está claro es que la Unión Europea se ha mostrado reacia a cooperar y coordinar. Más importante aún, así como muchos observadores apuntan, la Unión Europea no ha entendido que esta es una crisis humanitaria que necesita, por tanto, de una respuesta humanitaria.