Michael Bates creció a siete millas náuticas de la costa de Inglaterra, en una plataforma hecha de concreto y metal.
Michael, hijo de Roy Bates, es príncipe del Principado de Sealand, una disputada micro nación que, a pesar de su tamaño, se ha convertido en favorita de aventureros y periodistas.
Sealand tiene un equipo de fútbol, su bandera ha sido llevada a la cumbre del monte Everest, y ofrece títulos de caballero por la módica suma de US$145.
Hoy en día, en momentos cuando futuristas, tecnócratas billonarios y libertarios miran al mar como el próximo escenario para el desarrollo de ciudades y gobiernos, Sealand sirve como un minúsculo ejemplo, un caso de estudio extraño e intrigante de todo lo bueno y lo malo de vivir sobre las olas.
¿Qué puede la experiencia de la familia Bates enseñarle a quienes sueñan con vivir en medio del océano?
Radio pirata
La historia exacta de Sealand es objeto de debate, pero aquí va un resumen de sus hitos fundamentales.
Sealand fue originalmente el HM Fort Roughs Tower, uno de cuatro Fuertes navales diseñados por Guy Maunsell para la Marina de Guerra Británica con el objeto de defenderse de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Durante la guerra, entre 100 y 120 oficiales estaban destacados en la torre. Pero a principios de los años 50 fue abandonada.
Adelantamos al año 1965. Roy Bates era un operador de radio pirata en otro de los fuertes de Maunsell, llamado Knock John. Pero Knock John estaba ubicado más cerca de la costa, dentro del radio de 4,5 kilómetros que constituían, legalmente, aguas territoriales británicas.
En 1966 este hecho finalmente hizo caer a Roy, quien fue enjuiciado por sus transmisiones ilegales de radio desde Knock John. Su solución fue, simplemente, alejarse: empacó sus cosas y se enfiló hacia Roughs Tower.
Bates nunca reabrió su estación de radio, pero ocupó Fort Roughs con su familia. Un año después, el 2 de septiembre de 1967, Roy declaró la independencia, izó una bandera y nombró a su esposa "princesa Joan". Así nació el Principado de Sealand.
Convención de Montevideo
Desde 1967 ha habido toda clase de debates sobre si Sealand es, de hecho, una nación.
"Nunca hemos pedido reconocimiento y nunca hemos sentido la necesidad de pedir reconocimiento", me dice Michael, cuando le pregunto sobre la materia.
"No tienes que tenerlo para ser un Estado, sólo tienes que cumplir con los criterios de la Convención de Montevideo, que son población, territorio, gobierno y la capacidad de entablar negociaciones con otros Estados.
"Nosotros podemos y hemos hecho todas esas cosas. Una vez tuvimos al embajador alemán de visita para discutir algo: eso fue un reconocimiento de facto".
La Convención a la que se refiere Michael fue firmada en 1933 en la Conferencia Internacional de Estados Americanos.
Quienes apoyan a Sealand aseguran que ha llenado todos sus requerimientos. Técnicamente sólo 16 Estados han ratificado la convención, y todos ellos dentro del continente americano.
Pero según la American Society for International Law, "la Convención de Montevideo se considera generalmente con la definición estándar de Estado".
Aguas territoriales británicas
Las cosas se complicaron un poco más en 1987, cuando Reino Unido extendió sus aguas territoriales de 4,5 kilómetros a 18. Sealand, que está a unos 9 kilómetros de la costa, sostiene que su nación cumplió con los extremos de la Convención de Montevideo antes de que se produjera esta extendió.
A Reino Unido esto parece no importarle. Cuando se le preguntó sobre el asunto a un portavoz del Home Office (ministerio del Interior) en 2000, contestó que no veía razón alguna para considerar a Sealand como una nación.
Nunca hemos pedido reconocimiento y nunca hemos sentido la necesidad de pedir reconocimiento
"No tenemos razones para creer que nadie más la reconoce", le dijo el portavoz a la BBC.
Hoy pocas personas viven en Sealand ("normalmente, unas dos", me dice Michael), pero cuando él estaba pequeño ésa era su casa.
"Mi familia solía pasar todo su tiempo aquí por 20 o 30 años", dice. Y cuando era niño, Sealand estaba tan aislada como un pudiera imaginarse.
"No había teléfonos celulares, ninguna clase de comunicación. Ibas allá y allá te quedabas hasta que un barco volvía a recogerte, dos semanas después".
¿Vida de lujo?
El Sealand moderno tiene teléfono e internet. Tienen una tienda de souvenirs, tienen pasaportes (dejaron de emitirlos después de los atentados del 11 de septiembre, pero Michael dice que planean comenzar a emitirlos otra vez pronto) e incluso inció una empresa de almacenamiento de datos llamada HavenCo en 2000.
Supuestamente Sealand tiene un PIB de US$600.000, aunque no se sabe de dónde salió esta cifra, ya que Sealand no figura en la mayoría de las listas oficiales que recogen el PIB de los países del mundo.
"Hemos estado involucrados en diferentes cosas a lo largo de los años, incluidos paraísos de datos de internet. Tenemos nuestras propias estampilla, monedas, pasaportes… Ahora mismo cubrimos nuestros gastos con la tienda online", explica Michael.
"Vendemos títulos nobiliarios, camisetas, tazas, estampillas, monedas y casi cualquier cosa que tenga que ver con nuestro pequeño mini-Estado. También viajo por negocios: tengo otros intereses comerciales relacionados con frutos del mar y otros asuntos de internet".
No tenemos razones para creer que nadie más la reconoce (a Sealand como nación)
El Sealand moderno tiene un heredero ideológico futurista: lo que se conoce en inglés como seasteading, o creación de asentamientos permanentes en el mar.
No es exactamente lo mismo: las personas que propugnan estos asentamientos flotantes planean crear sus propias naciones, en vez de comandar estructuras existentes.
"Estas personas piensan en grande y en forma más glamurosa", dice Joe Quirk, director de comunicaciones del Seasteading Institute. Pero en muchas formas comparten los mismos ideales: independencia, libertad y aventura.
En estos momentos el Seasteading Institute se encuentra en fase de investigación y diseño. "Estamos en conversaciones con varias naciones, todas están en diferentes etapas", dice Quirk.
Quirk no menciona cuáles son estos países, pero dice que usaron diferentes métodos para decidir a quién preguntarle. "La idea principal es (que queremos) experimentar con nuevos gobiernos en nuevas ciudades. El Seasteading Institute les llega con ese concepto", explica.
Una vez que logran una locación y un diseño, tienen que llenar la ciudad. "Buscamos gente interesada en mudarse al proyecto de ciudad flotante", dice Quirk.
Eventualmente, el plan es mudar las ciudades flotantes a mar abierto, a más de 300 kilómetros de la costa. Según Quirk, académicos le han dicho que esto garantiza verdadera independencia.
El portavoz del Seasteading Institute también destacó que la idea de naciones flotantes puede ganar aceptación cuando el efecto del cambio climático se haga evidente.
Recurre al ejemplo de las Maldivas, que se está hundiendo por debajo del nivel del mar. "Uno puede visualizar ese país haciendo una transición hacia una nación flotante. La pregunta es: ¿la reconocerá el mundo como nación?".
Romper las reglas
Sealand y el Seasteading Institute comparten algunos objetivos y valores comunes, pero también son sustancialmente diferentes.
Sealand fue una peculiaridad de la historia, de un hombre solitario que escapó a unas reglas con las que estaba en desacuerdo. El seasteading tiene mucho de esto en el fondo, pero con una filosofía más compleja, enraizada en los principios del libre mercado.
A diferencia de Sealand, que no está tratando de aumentar su población, quienes propugnan la creación de asentamientos flotantes tendrán que competir entre sí para atraer a las personas a vivir en sus ciudades oceánicas.
Quirk se imagina un mundo en el que los ciudadanos, descontentos con la infraestructura y leyes de un país, puedan romper con éste y "flotar" a otro.
Cuando le pregunto a Quirk qué se imagina cuando cierra los ojos y piensa en un asentamiento flotante contesta sin dudar.
"Venecia. Amo la historia… gente que fue perseguida y terminó viviendo en unos pantanos, y con el transcurrir del tiempo terminaron creando una civilización sobre zancos que eventualmente se convirtió en una de las más ricas del planeta".
Con mi nuevo nieto, el príncipe Freddy, tenemos una cuarta generación de sealandeses, y su futuro está asegurado
Michael dice que nunca ha hablado con el Sealand Institute, una versión que Quirk confirma. "Nunca he hablado con ellos, pero Sealand es un ejemplo que el deseo de crear una nueva nación siempre está presente entre la gente. Creo que la idea de los asentamientos flotantes da una válvula de escape a quienes quieren innovar en materia de gobierno", dice Quirk.
Cuando le pregunto a Michael qué piensa de los proyectos de asentamientos flotantes, es un poco escéptico, pero se muestra a favor. "Genial, buena suerte, veamos qué pasa", dice. Pero también piensa que Sealand es única. "En ninguna otra parte podrías haber hecho lo que hicimos", señala.
Hoy Michael vive en Reino Unido con su familia. Cuando tuvo hijos propios quiso que fueran educados en escuelas allí, así que se mudó.
Pero el futuro de Sealand sigue dependiendo del linaje Bates. "Con mi nuevo nieto, el príncipe Freddy, tenemos una cuarta generación de sealandeses, y su futuro está asegurado", afirma.
Hasta ahora, la descendencia ha permanecido interesada en la curiosa mini nación. "Mis hijos disfrutan participar en ella. Les da una vida interesante y conocen a gente interesante".
Bates no está exactamente seguro de qué pasará en el futuro, pero confía en que su legado y sus valores le sobrevivirán.
"Esperaría que hubiera muchas más aventuras", dice.