Fernandes dos Santos Freitas camina rumbo al altar para reverenciar a San Jorge, aunque pocos podrían adivinarlo.
“Desde niño soy devoto”, asegura este brasileño jubilado de 70 años, vestido de sombrero "panamá", pantalón y zapatos blancos. Lleva un grueso reloj dorado en la muñeca y lentes oscuros.
Pero su camiseta ofrece una pista: tiene estampada la imagen del "santo guerrero", con una capa roja, montado a un caballo blanco desde donde clava su lanza a un dragón.
Freitas entra a una iglesia céntrica y antigua de Río que cada 23 de abril se desborda de devotos de San Jorge, una masa variopinta que ha crecido en los últimos tiempos en la ciudad.
Como todos los que oran allí ante una gran estatua de San Jorge, él cree que esa figura le ofrece protección contra los peligros de Río.
“Estamos viviendo aquí en Brasil, en todo el país, una violencia muy grande. Y el devoto de San Jorge busca su protección para prevenir las maldades, los asaltos y asesinatos", explica.
Con 16 años como responsable de esta iglesia, el cura Wagner Toledo ha sido un testigo privilegiado del boom.
“He visto en todos estos años que sólo aumenta el número de devotos”, afirma en entrevista con BBC Mundo.
Y agrega que eso también se observa por las calles a lo largo del año, en pegotines de autos, vestimentas o música sobre San Jorge: todo un mercado dedicado al santo.
El fenómeno es tan fuerte que desde 2001 el estado de Río celebra en esta fecha un feriado en su honor. Millares de católicos y de religiones afrobrasileñas le rinden culto en misas, procesiones y fiestas callejeras.
Toledo admite que hasta delincuentes y policías piden por su seguridad al santo, que de acuerdo a la leyenda venció a sus enemigos.
"Aquel muchacho de la favela o aquel que trafica, no dejan de tener fe en su corazón. Como también tiene el policía: desea realizar su misión y volver a su casa seguro", explica.
"Cada uno está haciendo un grito de socorro por su protección", continúa.
"Gran gancho"
Percusionista de 57 años, Rubens Leite asegura que vivió una experiencia mística con el santo.
"Tuve un accidente vascular cerebral y cuando volví del coma miré la imagen de San Jorge, del caballo, pasar a mi lado", cuenta este percusionista de 57 años.
Se define como católico y umbandista, una religión espiritista y esotérica surgida en Brasil, para la cual el santo se llama Ogúm.
La imagen de este guerrero que se cree que nació hacia el año 280 en Capadocia, actual Turquía, es todo un ejemplo del sincretismo religioso brasileño.
Cuando los esclavos comenzaron a llegar desde Africa a Brasil, adaptaron sus creencias para que sobrevivieran al dominio blanco católico: simulaban ser devotos de San Jorge, pero en realidad adoraban a su Ogúm prohibido.
Río, que fue un gran puerto de entrada de esclavos, vivió por eso una "violenta interacción cultural", señala André Chevitarese, historiador de la Universidad Federal de Río de Janeiro y experto en religión.
"Río de Janeiro es un tremendo laboratorio multiétnico de interacciones culturales que redundan en el caso de San Jorge, que al mismo tiempo es leído por un prisma católico, umbandista y candomblé", dice en diálogo con BBC Mundo.
Agrega que, cuando esas otras prácticas religiosas fueron aceptadas por la iglesia y dejaron de ser perseguidas, San Jorge se transformó en "un fenómeno de masa" desde 1970.
El santo pasó a estar presente hasta en la música y desfiles de carnaval.
Este jueves hay comidas en su honor organizadas por las escuelas de samba, mientras en la iglesia São Gonçalo y São Jorge de Río confluyen sin problemas católicos, umbandistas, adeptos al candomblé y espiritistas.
Se trata de una oportunidad para la Iglesia católica, que en Brasil tiene más fieles que en ningún otro país pero pierde fuerza desde hace años, mientras aumenta la cantidad de evangélicos —que en su mayoría carecen de fe en San Jorge.
"La iglesia aprovecha ese gran gancho que es la devoción a San Jorge para poder comunicar los valores de la fe cristiana", explica el cura Toledo.
Está previsto que una de las misas de este jueves la dirija el arzobispo de Río, el cardenal Orani Tempesta.
"Fe en alguien"
Las historias en torno a San Jorge abundan en Río.
Saionara Cortes cuenta que su hijo "tuvo un accidente muy feo" en 2013 y ella pidió por él a San Jorge. Llegó a tatuarse la figura del santo en su hombro izquierdo.
"El año pasado tuve otro problema con él (su hijo) y ahora me tengo que hacer otro tatuaje", agrega esta católica de 53 años que trabaja en limpieza.
No quiere revelar de qué se trata el contratiempo esta vez, pero acota que es "mucho más serio que el accidente".
Carlos José Sezza, un abogado de 43 años, sostiene que San Jorge le ofrece amparo en una ciudad que el año pasado tuvo 4.939 homicidios y 158.078 asaltos, según datos oficiales.
"No sé lo que es un asalto, paso por varios lugares a cualquier hora cualquier día y siempre siento la presencia de San Jorge protegiéndome", asegura.
Paulo Picciari es músico de una banda de rock y lleva en su pecho una medalla de San Jorge. A sus 64 años dice que para él es "muy importante" esa fe, que heredó de sus padres.
"Ya que no podemos tener fe en los políticos”, compara, "tenemos fe en alguien".