[FOTOS] La magnífica isla chilena que busca ser ejemplo para el mundo entero
Desde hace casi un siglo, los habitantes del archipiélago chileno Juan Fernández y su famosa isla Robinson Crusoe saben que el futuro de su ecosistema pasa por la conservación de unos recursos únicos.
Situado a 700 kilómetros del continente, este archipiélago pasó a la historia por cobijar durante cuatro años y cuatro meses en el siglo XVIII al marinero escocés Alejandro Selkirk, que inspiró al novelista inglés Daniel Dufoe su famosa "Robinson Crusoe" y que ha dado nombre a dos de sus islas. La tercera es Santa Clara.
En esta reserva de la biosfera se creó hace un año el Parque Marino Juan Fernández, superficie protegida de toda actividad extractiva de 262.000 kilómetros cuadrados, una de las mayores del Pacífico, que se suma a una red marina protegida en Chile de unos 1,3 millones de km2 -un 44% de zona económica exclusiva- y 24% de los mares totalmente protegidos.
"Hasta hace diez años, Chile era uno de los mayores depredadores de los mares del planeta, sin embargo, hoy lo ha revertido y se ha convertido en uno de los líderes en la conservación oceánica con la creación de grandes parques marinos, que van a ayudar en la recuperación de muchas pesquerías. Pero todavía somos un enfermo que necesita recuperarse", dice a la AFP Alex Muñoz, director para América Latina de la ONG National Geographic Pristine Seas.
Santuario de fardelas
La basura, en particular los plásticos, y la introducción de especies invasoras representan las principales amenazas para el frágil ecosistema de Juan Fernández, con unos mil habitantes.
Los gatos, las ratas y los coatíes (mamíferos omnívoros) son la principal amenaza para la fardela blanca (Ardenna creatopus), ave migratoria que solo anida en el archipiélago, donde hay unas 35 mil parejas, y en Isla Mocha (60 mil), o el picaflor rojo, único en el mundo.
Llegadas cada año de Estados Unidos y Canadá para procrear en Chile, el ministerio de Medioambiente acaba de integrar la protección de los fardelarios —lugares de nidificación bajo tierra— en el Plan Recoge, destinado a proteger especies amenazadas. Algunos están a escasos pasos de las viviendas de San Juan Bautista, en la bahía de Cumberland, cementerio del buque alemán SMS Dresden, hundido en 1915 por la tripulación para evitar ser capturado por los británicos en plena I Guerra Mundial.
"La gente está tomando conciencia. Se modificaron las luminarias para evitar que las fardelas chocaran con los árboles. La mayoría de las familias decidieron también cambiar las luminarias en sus casas", dice Pablo Manríquez, coordinador de la ONG Oikonos.
También trabajan en la protección de la luma, el árbol donde nidifica el picaflor rojo, un tipo de colibrí único en el mundo, amenazado por los gatos y por la invasión de especies foráneas como la zarzamora o la murta, que asfixian el árbol.
Pesca sostenible
La pesca sostenible es la principal tarjeta de presentación de Juan Fernández. Ya en 1935, los pescadores establecieron una serie de medidas vigentes actualmente para conservar la principal fuente de riqueza de la isla, la langosta, cuyo principal mercado es China, donde se pagan hasta 200 dólares por pieza viva.
"¡Bajaron un 75 por ciento las capturas!", recuerda el pescador Wilson González, hijo y nieto de langosteros.
El resultado de esta política es "la primera pesquería sustentable de Sudamérica, certificada por MCC", asegura Daniel González, presidente del sindicato de pescadores de Juan Fernández y de las islas Desventuradas, situadas a cuatro días de navegación.
Solo se puede pescar del 1 de octubre al 15 de mayo, la pesca de buceo está prohibida y se captura solo con trampas de madera; también hay medidas mínimas de tamaño y las hembras con huevos se devuelven al mar.
El lobo marino de dos pelos, también endémico, cuenta actualmente con una población cercana a los 30.000 individuos pese a que hace cuatro décadas se le dio por extinguido.
"El gran activo de Juan Fernández es que la comunidad local es partícipe del cuidado en la preservación de las especies, junto con las ONG", dice la ministra de Medioambiente, Carolina Schmidt, en visita reciente a la isla.
Este paraíso para buceadores y amantes del senderismo, que ocultaría todavía el tesoro que habrían escondido españoles que huían de piratas, empieza a abrirse también al turismo.
Aunque llegar resulta complicado porque los pequeños aviones solo trasladan un máximo de 8 personas —tienen que cargar combustible para poder regresar al continente por si no puede aterrizar— y es caro (unos 800 dólares el pasaje).
Sin plásticos para 2020
Integrados a la cadena alimentaria de peces y aves, el plástico que llega a la isla por barco desde el continente dos veces al mes y el que arrastran las corrientes marinas es uno de los grandes problemas de estas islas, donde el 98 por ciento de sus recursos naturales son endémicos.
A diferencia de Isla de Pascua, que devuelve al continente parte de la basura, en Juan Fernández se incineran todos los desechos que produce: unas 315 toneladas anuales, según la municipalidad.
Muñoz, junto a autoridades locales y la ministra de Medioambiente acaba de firmar un acuerdo destinado a erradicar los plásticos del archipiélago para 2020.
"Si queremos un mundo cero residuos tenemos que comenzar por un mundo sin plásticos", asegura Schmidt.
Unas de las más entusiastas son las mujeres. "¡Queremos ser ejemplo para el mundo!", dice orgullosa Irene Retamal, presidenta de la asociación de mujeres del archipiélago.
"Llevo 10 años con Juan Fernández, y una de las cosas buenas es que las personas que viven acá son muy conscientes del cuidado del medioambiente", dice Muñoz. "Tenemos la principal materia prima: la voluntad de lograr cambios", sostiene Muñoz, confiado en que también superarán este nuevo desafío.