Este jueves, Carlos III se convirtió en el nuevo rey de Inglaterra, tras la muerte de su madre, la reina Isabel II.
Y es que tras la muerte de la monarca, el trono pasó inmediatamente y sin ceremonia a su heredero, el hasta ahora príncipe de Gales.
Tras su asunción al trono, Carlos III se ha convertido en el jefe de la Mancomunidad de Naciones, una asociación de 56 países independientes, de los cuales en 14 es considerado como jefe de Estado.
Entre esas naciones figuran Australia, Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Canadá, Granada, Jamaica, Papúa Nueva Guinea, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Nueva Zelanda, Islas Salomón y Tuvalu.
El Rey de Inglaterra es considerado como jefe de Estado de Reino Unido y tiene tareas como nombrar al primer ministro surgido de la mayoría parlamentaria, tal como ocurrió con la reciente premier Liz Truss, quien fue nombrada por la reina Isabel.
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Además, está encargado de nombramientos oficiales, la inauguración oficial de la sesión anual del Parlamento en Londres; así como ser jefe de las Fuerzas Armadas, gobernador supremo de la Iglesia Anglicana y jefe de la mancomunidad británica, es decir, la Commonwealth.
La principal diferencia del Rey con el primer ministro en Reino Unido tiene que ver con que el segundo es el jefe de Gobierno británico, pero debe recibir el consentimiento real para formar el Gobierno y, de hecho, puede incluso anular los nombramientos en cualquier momento. Es decir, el monarca posee "más poder".
Sin embargo, en la práctica, ella despide al jefe de gobierno solo si este presenta la renuncia.
En esa línea, la primera ministra y el monarca deberán permanecer en contacto constante, dado que discuten temas de la política actual.
Y respecto a la presidencia de las Fuerzas Armadas de Reino Unido, si bien esa facultad cae en el Rey, de facto, la jefa de Gobierno es la que asume los deberes de comandante en jefe, siendo ella la única que puede autorizar el uso de armas nucleares, por ejemplo.