Revista Capital | Gloria Álvarez: La candidata libertaria
Por: María José Gutiérrez
En Twitter se define como libertaria, atea y plantadora de árboles. Tiene 34 años, es guatemalteca y vive desde el año pasado en Ciudad de México. Gloria Álvarez Cross, además, es candidata a la presidencia de su país. El diario ABC de España se refirió a ella como “la politóloga que ha desmontado a Podemos” y el Diario de Las Américas la llamó “el látigo de los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI”.
Saltó a la fama en noviembre de 2014 cuando, invitada a exponer en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud, en Zaragoza, su presentación se hizo viral. Más de 1,5 millones de personas vieron su discurso, y luego Álvarez comenzó a recibir una serie de invitaciones para dar conferencias en todo el continente.
Desde entonces, cada viernes, a través de la radio Libertópolis, conduce su programa Liberviernes que se transmite a Guatemala sagradamente entre las seis de la tarde y las ocho de la noche, donde difunde sus ideas pro libertad y en contra del populismo y el socialismo.
Al momento de esta entrevista –por audios de Whatsapp– Álvarez está en Europa en una gira que incluye España, Moldavia, Rumania, Bulgaria y Macedonia para debatir hacia dónde se mueve ese continente; si es más estatismo o más libertad. De ahí viajará a Brasil, donde estará hasta el 24 de abril, promoviendo la edición portuguesa de su libro El engaño populista, coescrito con el director ejecutivo de la Fundación para el Progreso, Axel Kaiser, para seguir a Argentina y luego a Chile. Aquí participará en un seminario sobre populismo en América Latina, que organizan Scotiabank y Diario Financiero el próximo 3 de mayo.
Fue el 15 de marzo cuando, a través de Facebook, la politóloga lanzó su candidatura presidencial para las elecciones que se llevarán a cabo el 16 de junio en Guatemala. “Les presento la primera campaña presidencial 100% libertaria ecológica, sin contaminación publicitaria, sin vallas ni moopies, sin escenarios ni edecanes, sin financiamiento del narcotráfico y tampoco de empresarios”, posteó en la red social.
En su programa de gobierno, propone un Estado que solo se encargue de la seguridad y la justicia, y promueve libertades extremas como la venta de órganos y la legalización de las drogas.
Dado que la Constitución de Guatemala prohíbe que menores de 40 años puedan ser presidentes de la República, Álvarez responde: “Mi candidatura es tan real como que existe. La gente en Guatemala vive quejándose de que el sistema está obsoleto, que es corrupto, y tienen la opción de cambiar las leyes. No vivimos en la dictadura como para que las leyes que existen no se puedan cambiar. Y qué tan simbólica pueda ser mi campaña dependerá de que la gente admita que lo que estoy poniendo ahí son cosas innovadoras y que ponen el dedo en la llaga, cosa que no hace ninguno de los actuales candidatos”.
Herencia antisocialista
Gloria Álvarez Cross nació en Ciudad de Guatemala el 9 de marzo de 1985. Su abuelo, José Manuel Álvarez Prieto, de origen cubano, llegó al país en 1960. Por trabajo estaba viviendo en Venezuela y cuando comenzó la revolución castrista regresó a su país para ver cómo estaban las cosas con el nuevo dictador, asegura la nieta. “Y se encontró con que su cuñada se había vuelto una militante castrista, que le dice que si no está de acuerdo con el régimen, que no regrese, porque a los opositores o los matan o los encarcelan”. Desde Guatemala, cuenta, ayudó a muchos cubanos a través de la radio a dejar el país y reubicarse en el extranjero.
Su familia materna, en tanto, es húngara. Su abuelo, nacido en Transilvania y educado en Budapest, participó en la revolución del 56 en Hungría en contra del comunismo soviético. Se escapó a Estados Unidos, donde conoció a su mujer, de origen guatemalteco. Con la madre de Gloria ya nacida, la familia se radicó en Guatemala.
“Mis abuelos tuvieron mucha conciencia de educarme sobre lo fácil que es perder libertades. Y esta tía abuela que se quedó en Cuba finalmente se suicidó en 1994, porque después de dedicarle tres décadas al comunismo, se dio cuenta de que era una gran farsa y que los únicos que vivían de manera cómoda eran los allegados al poder”, relata.
De niña, Gloria vivió seis años en Honduras y El Salvador por el trabajo de su padre como directivo de la región centroamericana de Johnson & Johnson. En 2001 regresó a su país natal e ingresó a la U. Francisco Marroquín –cuna del liberalismo latinoamericano– a estudiar Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Luego realizó un posgrado en economía y política en la U. de Georgetown, una pasantía en el Cato Insititute en Washington DC y una maestría en Desarrollo Internacional en la Universidad Sapienza de Roma. En paralelo, se dedicó a defender sus ideas, principalmente a través de programas de radio y televisión.
Tras la presentación en Zaragoza en 2014, Álvarez fue contactada, entre otras agrupaciones, por la Fundación para el Progreso (FPP). En una gira que llevó a cabo entre abril y mayo de 2015 a Brasil, Argentina y Chile, conoció a Axel Kaiser. Luego de hacer conferencias juntos en Valparaíso y Santiago, el doctor en filosofía le propuso que escribieran un libro. Así nació El engaño populista, publicado en 2016. Luego, en 2017 editó Como hablar con un progre, y en mayo, lanzará su tercer libro: Cómo hablar con un conservador.
-¿Qué le molesta más los progresistas o los conservadores?
-Ambos me molestan porque anulan las libertades. Los progre se empecinan en anular las económicas y los conservadores se empecinan en creer que su moralidad, que casi siempre viene arraigada a una religión, es la única que existe y por eso también truncan las libertades individuales, que hacen que en nuestra región ciertos rubros estén condenados a la criminalidad y al narcoterrorismo.
-¿Se siente más cercana a la derecha que a la izquierda?
-A ninguno de los dos sectores porque la izquierda, en teoría, respeta las libertades individuales, pero en la práctica, referentes de ese sector como el Che Guevara mataban homosexuales. Y la derecha, en teoría, defiende la libertad económica, pero cuando gobierna lo que implementa es un mercantilismo estatal que solo beneficia a sus allegados. Por eso yo me considero libertaria.
-En una entrevista aseguró que el gobierno de Bachelet tenía “tintes de populismo”. ¿Cómo califica el gobierno de Sebastián Piñera?
-Obviamente el gobierno de Piñera no está alineado al socialismo del siglo XXI, como sí lo está Michelle Bachelet, parte del Foro de Sao Paulo. Sin embargo, creo que las derechas latinoamericanas son bastante tibias y no toman las medidas radicales que realmente se necesitan para implementar mayor libertad de mercado y un sistema que garantice la propiedad privada. Y sobre todo, un mercado común entre nuestros países, donde los bienes, servicios y la fuerza laboral puedan moverse de manera fácil y libre. Un problema general de América Latina es que hasta que no resolvamos qué vamos a hacer con el narcotráfico –y por eso yo soy una gran defensora de liberar por completo las drogas, para que el mercado y los empresarios puedan hacerse cargo de este comercio y acabar con la narco política y la narco violencia, que financian la corrupción en nuestros países–, al no existir esos debates importantes, creo que la derecha se queda corta en la región. Chile viene de una tradición muy institucional y eso hace más fácil el trabajo de Piñera, pero precisamente porque no se toman esas decisiones radicales, es que luego la gente busca cambios en el otro lado pendular y por eso es que Chile quiso experimentar con Michelle Bachelet.
Macri, Bolsonaro y Trump
-Usted ha asegurado que al Estado hay que quitarle cosas y darle otras. ¿Qué cosas cree que los gobiernos hacen bien y dónde el Estado debiera retirarse?
-Así como existe la separación absoluta entre religión y gobierno, creo en la separación absoluta entre gobierno y economía, lo que implica que el gobierno no debe ser dueño de ningún medio de producción y de ningún recurso, empezando por el subsuelo, o las fuentes acuíferas, o el petróleo, o los minerales, como pasa en varios países de América Latina. También creo en la separación absoluta entre gobierno y educación porque lo que el Estado ahí hace es adoctrinar. Por eso vemos una adoctrinación marxista en todas las universidades estatales latinoamericanas, donde ni siquiera se escapa Chile, porque recordemos que de ahí nace Camila Vallejo, y donde toda la educación estatal latinoamericana –desde la UNAM en México hasta la UBA en Buenos Aires– tiene un monumento al Che Guevara, un salón Karl Marx, el pasillo Federico Engels. Creo que, además, el gobierno debe separarse totalmente de las artes. Y las únicas dos funciones que un gobierno debe tener es la administración de la seguridad y de la justicia, para garantizar la igualdad ante la ley. Un sistema de Estado de derecho, donde sin importar quién sea el ciudadano, ni de dónde venga su familia, la ley se le aplique por igual. Esa es la gran igualdad de la que nunca nadie habla, la que la gente que está obsesionada con la igualdad en América Latina jamás menciona, y que tanta falta nos hace.
-¿No cree que el Estado tiene el deber de garantizar la educación de sus ciudadanos y su atención en salud?
-No, para mí el Estado no es responsable de estar dando, a través de la propiedad privada de alguien más, educación y salud para otra persona. El Estado no produce absolutamente nada y no crea riqueza. Cada centavo que tiene es porque primero se lo expropió a alguien a través de impuestos. Que el Estado garantice que un ciudadano tenga la libertad de educarse como quiera, implica que no intervenga cómo esa educación tiene que ser dada, ni tampoco en censurar libros, o académicos, o profesores. Y dentro de las alternativas que pueden ser usadas con impuestos, prefiero el sistema de vouchers educativos, tal cual lo expongo en mi propuesta presidencial. Respecto al sistema de salud, creo en un sistema de pensiones individuales, donde cada trabajador sea dueño de su propio dinero, en lugar de contribuir a un barril sin fondo donde siempre los políticos terminan robando.
-¿Cómo ve el retroceso de los gobiernos progresistas en América Latina y el avance de los gobiernos de derecha?
-A mí que haya gobiernos de derecha que estén avanzando no me parece tan positiva noticia porque cuando la derecha gobierna, aplica un mercantilismo estatal corporativista, donde sí hay mayor libertad de mercado y mayor respeto a la propiedad privada, pero casi siempre para sus elites. La derecha, como ya te dije, no toma los debates serios como los que necesita este continente, por ejemplo, el tema del desarrollo económico o temas de inmigración. Estas cosas la derecha latinoamericana siempre las deja pendientes y es por eso que la gente se harta y luego vuelve el péndulo de regreso con los socialistas.
-¿Se está configurando un nuevo populismo en Latinoamérica?
-Lo que veo es un hartazgo que siempre viene después del período de luna de miel que ofrecen los socialismos. Porque claro, al principio, cuando expropian y tienen riquezas para repartir, no se puede decir que la gente esté descontenta con el socialismo, pero una vez ese dinero se acaba, empieza el período de miseria, escasez e inflación. Pero no creo que sea el fin del populismo, sino que se está moviendo a este populismo conservador, de derecha extrema, xenófobo, donde se vota por gente que, en teoría, quiere implementar libertad de mercado, pero que también toma medidas proteccionistas, o de deuda, como el caso de Macri. Cuánta gente dice que Macri es neoliberal, sin embargo, esto no es verdad: lo primero que hizo el tipo fue endeudarse con el FMI por 30 millones de dólares. Esas medidas subsidiarias de endeudamiento no tienen nada que ver con el liberalismo económico, sino que corresponden a una lógica keynesiana de despilfarro, subsidios y de un gobierno que se empecina en controlar la economía. Y por la parte del socialismo del siglo XXI, está viendo cómo sobrevive sin el petróleo venezolano. Tal vez haciendo uso del dinero del narcotráfico y de lo que les quede de la corrupción de Odebrecht.
-¿Cómo se pueden blindar las instituciones para que no se corroan por el populismo?
-Creo que lo más importante para poder blindar a las instituciones del populismo es fortalecer los organismos judiciales y entender que este, más que el Ejecutivo y el Legislativo, es la columna vertebral de un gobierno que debe garantizar el respeto a los tres derechos humanos que existen: a la vida, a la propiedad privada y a la libertad. Desde el momento que se comete la violación a un contrato, o se comete un crimen, la policía, la investigación, las cortes, los jueces, las cárceles, toda esa cadena de justicia debe ser la prioridad de los gobiernos, más que estar financiando parlamentarios, estar abriendo oficinas burocráticas, o dándole un lugar al organismo ejecutivo que realmente no merece. Los presidentes deberían ser irrelevantes. Porque un presidente lidera una constitución que, por definición, debería garantizar el Estado de derecho y la no violación a la propiedad privada, aunque una mayoría democráticamente pida a gritos la expropiación de ciertas industrias. ¿Qué pasa en América Latina? Que el organismo judicial es el menos independiente de los tres, el que menos dinero recibe, y por eso la seguridad y la justicia son las dos tareas pendientes. Nuestros gobiernos hacen demasiado sobre las cosas que no deben hacer: regulan la economía, hacen imposible hacer inversiones, dificultan los procesos para uno ser un empresario transparente y dentro de la economía formal y, en cambio, abandonan sus propias tareas.
-¿A su juicio, el gobierno de Jair Bolsonaro es populista?
-Bolsonaro utilizó muchos de los mecanismos populistas. Recordemos que el populismo es como un árbol, y los populistas van a ese árbol y agarran los frutos que les acomoden, uno de esos es dividir a la sociedad con odio. Y, definitivamente, Bolsonaro, igual que Trump, usa este método: mexicanos versus gringos, brasileños buenos y conservadores versus homosexuales, o versus socialistas o versus corruptos. Además, en varias de sus decisiones ha favorecido el proteccionismo. A esto se suma que no es una persona que esté tomando los temas importantes de la región.
Sus redes
En sus visitas a México, Gloria Álvarez ha trabajado con la norteamericana Deirdre McCloskey, el israelí Yaron Brook, el argentino Javier Milei, la colombiana Vanesa Vallejo y el costarricense Juan Carlos Hidalgo, además de Axel Kaiser, con quien también produjo el documental Populismo en América Latina en conjunto con el Grupo Salinas, dueño de TV Azteca. Luego de ser censurado, el programa fue emitido por Amazon Prime. Uno de los capítulos está dedicado al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que entre otras polémicas llevó a que se levantara una causa en Change.org para expulsar a Álvarez del país.
Cuenta que admira al candidato libertario estadounidense Ron Paul; al candidato a alcalde colombiano Daniel Raisbeck, y las políticas económicas de Margaret Thatcher. “Esos serían, porque admiro más filósofos y economistas de la ideología libertaria o gente que está haciendo muchísimo por la difusión de las ideas, como John Stossel o Ben Shapiro, Axel Kaiser, Antonella Marty, Rosa María Payá. Ellos son mucho más consistentes en defender las ideas que los políticos”, asegura.