Si la política tiene algo de teatro, el legado económico del reelecto primer ministro británico David Cameron es una obra de lo más clásica. La sonriente Talía y la llorona Melpómene. Hoy los británicos deambulan por el escenario repartiéndose ambas, en forma de crecimiento económico y profunda desigualdad.
En su quinto año de austeridad, pisar Reino Unido deja una sensación de viaje al futuro de las economías de la Unión Europea (UE). No siglos o décadas, sólo un par de años. Un desembarco en la (siempre anunciada) inminente postcrisis para presenciar la cotidianidad que dejarán las ya archiconocidas políticas de recorte del gasto público y flexibilidad laboral que se han extendido por el bloque.
Da la oportunidad de ver cómo se comportará la austeridad en una economía funcionando a pleno pulmón, sin la tragedia generalizada de otros países como Grecia, Portugal o incluso España.
Para iniciar este viaje futurista, podemos como gusano de tiempo ir a una estación de metro londinense. Canary Wharf, el centro financiero más grande Reino Unido. De Europa.
En esa zona al este de Londres se hacen carne la prosperidad y la creciente pobreza de las clases bajas.
Crecimiento boyante
Es abrirse las puertas del vagón y ríos de trajes y maletines se dirigen a enormes edificios de cristal coronados por rótulos de bancos.
Ellos representan mejor que nadie la cara del éxito británico: una economía que escaló un 2,8% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2014, más que ningún otro país del G-7, y que ha sido capaz de crecer una media anual del 1,5% desde que David Cameron asumió el poder en 2010.
Una rareza en la UE, ensimismada en sus dolencias desde hace más de un lustro.
Ese fue el eje machacón de David Cameron en los comicios de la semana pasada. Presentaba sus datos económicos tocando los números con mimo, como si fueran frágil tesoro a proteger.
Así, podía presentar que la economía británica genera más empleo que nunca y la tasa de desempleo no llega ni al 5,6%, por debajo del 9,8% de media de la UE y lejos de los dramáticos números de otros vecinos.
Pero hay más. En este contexto, redujo el déficit público de un 9,6% a un 5,7% del PIB.
Miguel Jiménez, economista jefe para Europa de BBVA Research, destaca ese buen comportamiento de los grandes números británicos frente al resto de países.
En su opinión, "la política monetaria expansiva [comenzada con el anterior gobierno laborista]" fue clave, le explica a BBC Mundo. Pero también destaca el dinamismo laboral, el incremento de la inmigración y el proceso de consolidación fiscal realizado por Cameron. Es decir, los recortes del gasto público.
La cara de los olvidados
Nos alejamos de las torres financieras de Canary Wharf. A escasos metros, en ese mismo meandro del río Támesis, se halla un paisaje más dickensiano: Tower Hamlets.
Edificios y casas bajas de viejo ladrillo visto muestran un color que está lejos de ser uniforme, variando de su marrón original a un verde involuntario por mor de la incansable capa de moho que emana de la humedad clásica del clima de las Islas.
Estamos ante el barrio con más hambre infantil del país, donde más de la mitad de los niños vive por debajo del umbral de la pobreza.
En una de sus calles se encuentra uno de los 445 bancos de alimentos que tiene el conglomerado caritativo Trussell Trust, el mayor del país.
En este punto, el relato del "éxito" británico comienza a enturbiarse. Si en 2010, cuando el gobierno conservador llegó al poder, poco más de 40.000 personas acudían a adquirir comida en sus centros, en el último año esa cifra se disparó y hubo que repartir un millón de ayudas. Un récord para esta ONG.
En su centro de Tower Hamlets el transitar de gente es constante. Entran personas de unos ropajes no excesivamente pobres que salen con bolsas llenas de comida. Se habla en un tono de voz exageradamente bajo y la presencia de este periodista molesta visiblemente.
Una mujer de unos 50 años sale del centro apurada. Lleva una bolsa de una conocida cadena de supermercados repleta de alimentos imperecederos como arroz, pasta, legumbres o leche. Pero esa comida no la adquirió en ninguna tienda. Al ver que me acerco aprieta la bolsa contra su pecho y acelera el paso.
"Se sienten muy avergonzados cuando vienen aquí", le explica a BBC Mundo Adrian Curtis, director de Trussell Trust. "Lo primero que tenemos que hacer cuando vienen es calmarlos", señala.
No son personas habituadas a tener que pedir comida. Muchos de ellos tienen trabajo. Simplemente muchos salarios en el país son tan bajos que no alcanzan para cubrir los gastos básicos.
El crecimiento y el alza del empleo se han conseguido en gran parte por los pobres salarios y la extremada flexibilidad laboral, que tiene en los contratos de cero horas (que no garantizan un tiempo mínimo de trabajo) su mayor exponente.
Los salarios reales han caído desde 2010 un 2,2%, en una caída que no se había visto en el país en 50 años, según la Oficina Nacional de Estadísticas.
Tal es la situación, que incluso más de un millar de empresas se han comprometido a pagar algo más del salario mínimo a sus trabajadores, que está en 6,5 libras la hora. Estas empresas consideran que el coste de vivir con lo mínimo en Reino Unido es de 7,85 libras la hora (cifra que asciende en Londres a 9,15).
Un 20% de los trabajadores ganan ese salario insuficiente.
Personas con trabajo que no pueden comprar comida
Curtis, de Trussell Trust, se confiesa "impactado" por el aumento de personas de este perfil que llegan a sus bancos de comida. De hecho, el escaso salario es el segundo motivo que esgrimen los afectados para acudir a ellos, según sus datos.
El primero y el tercer motivo más mencionados aluden a la austeridad: personas que no reciben sus ayudas a tiempo y las que han perdido el derecho a esas ayudas por los recortes públicos.
David Cameron ha recortado el gasto público de un 48,7% a 44,7% del PIB. Sólo en el último año recortó en 2.705 millones de libras las ayudas sociales. Y en los próximos cinco años piensa hacerlo en otros 12.000 millones más. Quedará al nivel de Estonia, cuenta el periódico The Guardian.
Los datos de Trussell Trust pueden ser más que una intuición: un estudio de laBritish Medical Journal relacionó en abril la austeridad con el incremento de la necesidad de estos bancos de comida.
Los médicos lo saben de primera mano: junto a otros trabajadores sociales, son quienes emiten los vales necesarios para acudir a estos centros.
El responsable de Trussel Trust advierte de que la brecha social es alarmante y apunta a que se vigile la situación de los niños del país. En ese sentido, la plataforma EndChildPoverty ofrece un dato demoledor: cuatro millones de niños, uno de cada tres, viven en la pobreza en Reino Unido.
"Una de las tasas más altas del mundo industrializado", denuncian.
Cae la tarde y es hora de volver. Mientras desciendo en un ascensor de un edificio de Tower Hamlets miro en la distancia las torres de Canary Wharf a través de las ventanas, y pienso en las 95.000 libras al año que ganan sus empleados de media y en las poco más de 11.000 que ingresa la población de este barrio. En el desigual aspecto que tendrían esas dos sumas de dinero si se pusieran en dos montones de billetes paralelos.
De repente recuerdo que leí en alguna parte que los ascensores de Tower Hamlets son los que más se averían en Londres. Trago saliva y pienso en que es una buena metáfora social. Se abren las puertas. Vuelta al presente.