Reino Unido acepta los tiempos de la UE en negociación del Brexit
AFP
Reino Unido aceptó este lunes la propuesta de la Unión Europea para sus negociaciones de divorcio, que deberán registrar avances en prioridades como los derechos de los ciudadanos antes de abordar un eventual acuerdo comercial entre ambos deseado por Londres.
"En un primer momento, trataremos las cuestiones más apremiantes" para asegurar una retirada "ordenada" de Reino Unido y, "en una segunda fase, abordaremos nuestra futura relación", dijo el negociador europeo, el francés Michel Barnier, junto a su par británico, David Davis.
Este enfoque por fases, planteado desde hace meses por Bruselas, supone una pequeña victoria para los europeos frente a un gobierno británico que abogaba por negociar el marco de su futura relación, que podría incluir un acuerdo de libre comercio, en paralelo al divorcio.
Davis, que calificó la primera jornada de negociaciones como un "inicio prometedor", negó que Reino Unido cediera en los tiempos de las conversaciones. "Esa posición no ha cambiado. Es la misma de antes", aseguró el también ministro británico para el Brexit.
El primer encuentro entre ambos hombres, que se conocen desde mediados de los años 90 cuando eran responsables para Europa en los gobiernos de sus respectivos países, llega en un momento de debilidad para el gobierno de la primera ministra británica, Theresa May.
May pasó meses insistiendo en que nada frenaría su intención de reducir la inmigración y que estaba dispuesta a dejar el mercado único europeo, la unión aduanera y todas las instituciones europeas, con tal de controlar sus fronteras.
Pero su futuro es incierto, después que el 8 de junio perdiera la mayoría absoluta en el Parlamento en una elección convocada anticipadamente con el objetivo de reforzarse de cara al Brexit. Ahora busca amarrarla con una alianza con los unionista de Irlanda del Norte.
May tiene un plan
Las negociaciones de esta primera fase tendrán lugar una semana de cada mes a partir del próximo 17 de julio y contarán con grupos específicos de trabajo -compromisos financieros, derechos de los ciudadanos y otros asuntos de divorcio-, así como un diálogo sobre el futuro de la frontera entre la británica Irlanda del Norte e Irlanda.
"Cuando hayamos registrado suficientes progresos" en estos asuntos, "seré el primero, como es mi responsabilidad, en recomendar al Consejo Europeo comenzar en paralelo la negociación como cómo dar forma a la futura relación" a ambos lados del canal de la Mancha, prometió Barnier.
La suerte de los 3,6 millones de ciudadanos europeos viviendo en Reino Unido y de los 900.000 británicos residentes en la UE, en su mayoría en España, se impone así como una de las prioridades en las negociaciones.
La mandataria británica, que llegó a abogar por marcharse sin acuerdo frente a un "mal acuerdo", tiene previsto presentar a sus pares europeos su propuesta sobre los derechos en la cumbre prevista jueves y viernes en Bruselas, avanzó Davis, quien precisó que los planes concretos se publicarán el lunes próximo.
La factura que debe pagar Londres por sus compromisos adquiridos con los 27, que según las estimaciones podría ascender hasta los 100.000 millones de euros (unos 111.500 millones de dólares), se convierte también en prioritaria para ambas partes.
La incógnita May
Los negociadores tienen ahora de tiempo hasta marzo de 2019 para lograr un acuerdo, si bien Bruselas insiste en que para cumplir los plazos de ratificación las condiciones del divorcio deben estar cerradas para octubre de 2018.
La incógnita es la continuidad de la conservadora May, cuya imagen se deterioró todavía más por la gestión del incendio en una torre de viviendas en Londres y que ha hecho frente a tres atentados en su suelo en menos de un mes, el último de ellos contra una mezquita este mismo lunes.
"Existe una enorme inseguridad en los europeos que se pregunta cuánto tiempo aguantará", confesó antes del inicio de las negociaciones del Brexit un diplomático europeo de alto rango, para quien un interlocutor debilitado sólo puede perjudicarlas.
Las críticas también se producen en su propio país. "Si el gobierno no puede ni siquiera sellar un acuerdo con [los unionistas norirlandeses del] DUP, ¿cómo diablos va a conseguirlo con la UE?", se preguntaba hace días el diputado laborista Alistair Carmichael.