El 8 de noviembre, el republicano Donald Trump fue declarado el ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
Su victoria, sin embargo, no se oficializará hasta el 19 de diciembre, cuando los 538 miembros del Colegio Electoral se reúnan en las capitales estatales a lo largo de Estados Unidos para formalizar sus votos y confirmar al nuevo presidente de ese país.
Recordemos que la elección presidencial en EE.UU. es una votación indirecta.
Los ciudadanos con su voto, en realidad, lo que escogen es el llamado Colegio Electoral, un organismo conformado por electores procedentes de todos los estados y de la capital, Washington D.C.
El voto del Colegio Electoral es el rezago de un organismo constitucional -un apéndice político- que en la práctica se ha convertido en poco más que un sello de aprobación automático para el presidente electo.
Y es que 2016 sigue siendo un año determinado a romper las reglas y las normas hasta su último día.
Actualmente existe un movimiento impulsado por algunos de los electores estadounidenses para desafiar el status quo, un intento al que el equipo de la excandidata demócrata, Hillary Clinton, ya le guiñó el ojo. Se trata de una aprobación a esos esfuerzos.
"Seguridad Nacional"
El lunes, John Podesta, jefe de la campaña presidencial de Clinton, emitió un comunicado en el que decía que apoyaba una solicitud hecha por 10 electores del Colegio Electoral (nueve demócratas y un republicano) en la que le piden información al director nacional de Inteligencia, James Clapper, sobre la evidencia de que el gobierno de Rusia interfirió en las elecciones estadounidenses para favorecer a Trump.
"La carta de los electores de ambos partidos plantea preguntas muy serias que involucran nuestra seguridad nacional", señaló Podesta, una víctima del supuesto hackeo ruso.
"Los electores tienen una responsabilidad solemne en el marco de la Constitución y apoyamos sus esfuerzos para que esas dudas sean respondidas".
Esos electores son parte de una iniciativa, llamada "Juntos podemos detener a Trump".
Aseguran que la misma se ajusta al ideal de uno de los padres fundadores de EE.UU., Alexander Hamilton, quien dijo que un propósito esencial del Colegio Electoral era servir de resguardo constitucional para prevenir que candidatos no calificados o que aquellas personas bajo la influencia de "potencias extranjeras", se convirtieran en presidentes.
Como una justificación para su solicitud está la información que medios de comunicación estadounidenses revelaron el viernes: que las agencias de inteligencia de Estados Unidos tienen evidencia de que hackers rusos específicamente interfirieron las comunicaciones de funcionarios del partido Demócrata y de la campaña de Clinton en un intento por ayudar a Trump en las urnas.
"La disposición de Trump a ignorar las conclusiones hechas por las agencias de inteligencia y su defensa continúa de Rusia y del presidente ruso, Vladimir Putin, amerita un escrutinio cercano y una reflexión del Colegio Electoral", escribieron los 10 electores en una carta abierta a Clapper.
Leyes vigentes
Conseguir suficientes electores para pasarle la presidencia a Clinton o a un republicano más moderado (como, por ejemplo, John Kasich, el gobernador de Ohio) es una apuesta arriesgada.
Aunque un republicano de Texas, Chris Suprun, ha dicho que no votará por Trump, otros 36 tendrían que romper sus filas para poner al republicano por debajo del umbral de los 270 votos necesarios para la victoria.
Eso no pasará, escribió Garret Epps, del sitio web de noticias y análisis, Atlantic.
"No creo que los Padres Fundadores tuvieran la intención de que de alguna manera los electores actuaran en estas circunstancias como ancianos sabios", indicó.
"Si ellos lo hicieran, creo que el Colegio Electoral operaría de una forma muy diferente. Los electores nunca se reúnen, nunca debaten, votan una sola vez y desaparecen. Para mí, ese no es un cuerpo para la deliberación. Es una protección para los estados que escogen privar a su pueblo del derecho al voto".
Para complicar aún más el panorama está el hecho de que 29 estados tienen leyes que requieren que los electores presidenciales apoyen al candidato que gana una pluralidad de votos en su estado. Dos electores demócratas en Colorado están desafiando la legalidad de esas leyes en los tribunales, una medida que ya cuenta con la oposición de la campaña de Trump.
La demanda "amenaza con socavar las muchas leyes que hay en otros estados que sensatamente vinculan los votos de los electores con su capacidad para representar la voluntad de sus ciudadanos, socavando al Colegio Electoral en el proceso", escribió un abogado de la campaña de Trump en una solicitud en la que pide participar en el caso de Colorado.
"Conspiración"
Esa es una reacción moderada si se compara con la que probablemente debe tener Trump.
El presidente electo ha relacionado las denuncias de la interferencia rusa en las elecciones con una teoría conspiratoria y ha dicho que impulsar el recuento de votos en tres estados péndulo -sin inclinación definida- que son claves con el objetivo de encontrar evidencia de manipulación (que la campaña de Clinton apoya) es una estafa y una pérdida de tiempo y de dinero.
Más allá de todo ese ruido, es un hecho que Trump llega a la Casa Blanca con un tenue mandato presidencial.
En la votación popular, Clinton le lleva una ventaja de 2.8 millones de votos y su margen de ganancia en la votación del Colegio Electoral es modesta, tomando en cuenta los estándares históricos.
Y además tiene uno de los rankings de aprobación popular más bajos en lo que respecta a un presidente electo.
Trump y su equipo han decidido claramente que cualquier investigación ya sea sobre intentos extranjeros por interferir en la elección, sobre las urnas en sí mismas o sobre el hackeo de correos electrónicos, deberá impugnarse de forma contundente, independientemente de lo poco probable que esa iniciativas triunfen.
Con la decisión de Podesta, los demócratas se exponen a ser calificados de perdedores lastimados y cualquier esfuerzo por bloquear el camino de Trump hacia la presidencia parecen carentes de esperanza alguna.
Sin embargo, podrían provocar una reacción exagerada de Trump y de su equipo y al mismo tiempo podrían ponerlos en una situación incómoda con los republicanos en el Congreso que ya han hecho un llamado para que se investiguen las actividades rusas.
Cualquier cosa que altere al presidente electo y fomente la disidencia en las filas republicanas, podría ser vista por los demócratas como una victoria y a estas alturas, tomarán lo que sea que resulte.