AFP
La presidencia de la COP21 finalizó en la madrugada del sábado su propuesta de acuerdo que evite una catástrofe ecológica, tras una jornada de grandes maniobras diplomáticas en busca de un imprescindible consenso.
"Tenemos un texto para presentar", indicó a la AFP una fuente de la presidencia. Su presentación se aplazó de las 09:00 (08:00 GMT) a las 11:30 por cuestiones "técnicas de edición y traducción" precisó.
El desencuentro entre países desarrollados y en desarrollo en temas clave como la financiación había obligado al presidente de la conferencia del clima (COP21), el canciller francés Laurent Fabius, a aplazar al sábado la aprobación del acuerdo prevista un día antes.
Para desbloquear la situación, la presidencia de la COP21 mantuvo consultas con los diferentes grupos negociadores hasta última hora del viernes. Y los jefes de Estado de varios países -como Estados Unidos, China, India, Francia o Brasil- entraron en juego para garantizar un acuerdo final.
Todas las condiciones están reunidas para obtener un acuerdo universal ambicioso
"Todas las condiciones están reunidas para obtener un acuerdo universal ambicioso", estimó Fabius la tarde del viernes.
Tras su presentación a las 11:30 en una sesión plenaria, el texto, si logra el consenso de los 195 países miembros, será adoptado formalmente en una reunión posterior. Por el momento, se desconoce cuándo tendrá lugar.
Dos puntos 'muy difíciles'
Las responsabilidades de países ricos y en desarrollo a la hora de luchar contra el cambio climático, y la ambición que debe mostrar el acuerdo habían bloqueado, junto a la financiación de todo el programa, las negociaciones del jueves.
"En lugar de avanzar hacia compromisos, cada país se atrincheró detrás de sus posiciones", comentó Matthieu Orphelin, de la oenegé Fundation Hulot.
Señal de que llegó la hora de la verdad, los presidentes de China y Estados Unidos, los dos principales emisores de gases de efecto invernadero, hablaron por teléfono el viernes para intentar salvar obstáculos.
El jefe de los negociadores de China, el vicecanciller Liu Zhenmin, dijo confiar en que habría "un acuerdo en París" el sábado, si bien el secretario norteamericano de Estado, John Kerry, era menos optimista. Hay "un par de temas muy difíciles" de desatascar, había explicado el estadounidense.
Brasil, que mantuvo reservas durante días en algunos de los temas negociados, se sumó a último minuto el viernes a una coalición de un centenar de países ricos y en desarrollo que impulsan un acuerdo ambicioso.
"Esta movida de Brasil podría cambiar toda la dinámica en las últimas horas de la conferencia", comentó un portavoz de Greenpeace, Martin Kaiser.
Intereses divergentes
Lo que está en juego es una estrategia capaz de frenar el calentamiento resultante de la actividad humana de un planeta que duplicó su población en las cuatro últimas décadas y vio surgir nuevas potencias industriales.
Para ello es necesario convertir la economía global a fuentes de energía limpias abandonando progresivamente las fósiles, emisoras de gases de efecto invernadero, que están transformando la Tierra en un invernadero y amenazan con convertirla en un horno.
Ante ese desafío, cada país tiene capacidades, intereses y una exposición distinta a las amenazas.
Los Estados insulares del Pacífico que quedarían sumergidos por una elevación del nivel del mar, apoyados por aquellos que ya padecen fenómenos extremos, pero también casi toda América Latina, reclamaban que el acuerdo limite el alza de las temperaturas a 1,5ºC respecto a la era preindustrial.
Los poderosos países petroleros encabezados por Arabia Saudí y Kuwait, se negaban a ir más allá del límite de 2ºC.
En una fórmula salomónica, el último borrador del acuerdo fijaba la meta "muy por debajo de los 2ºC" y llama a "proseguir con los esfuerzos" para alcanzar "1,5ºC".
Arabia Saudita, en este caso con apoyo de Venezuela, consiguió eliminar del borrador la noción de "descarbonización", sustituida por la de "neutralidad" de carbono, más favorable a sus intereses.
La advertencia de India
La principal manzana de la discordia sigue siendo el dinero. Los países del Sur reclaman financiamiento y acceso a las tecnologías necesarias para adaptarse al cambio climático, mientras que los ya industrializados quieren que las potencias emergentes también colaboren.
Una posibilidad que China admite, pero sobre una base voluntaria.
La ayuda anual de 100.000 millones de dólares que se canalizará hacia los países en desarrollo desde 2020 será un mínimo que podrá incrementarse, una concesión que debería facilitar la adhesión de los más pobres.
El ministro indio de Medio Ambiente Prakash Javadekar dijo que los países desarrollados "no están mostrando flexibilidad" y advirtió de que el éxito de la COP21 "no está asegurado".
Estados Unidos, el segundo gran emisor de gases de efecto invernadero detrás de China, no puede aceptar nada en materia de finanzas que sea legalmente vinculante, porque su Congreso no lo aprobaría.