Por José Arturo Cárdenas (France Presse)
El presidente de Bolivia, Evo Morales, tenaz anticapitalista y antinorteamericano, cruza los dedos para que los resultados de un referendo popular del domingo le permita ir por su cuarto mandato (2020-2025) y seguir rompiendo todas las marcas de permanencia en el poder.
El primer indígena en llegar a la presidencia de Bolivia, líder cocalero y bloqueador de caminos en su época de sindicalista, parece sortear a duras penas el costo político de denuncias opositoras sobre un supuesto tráfico de influencias, para mantener su liderazgo en el país, sin par en los últimos 50 años.
El gobernante, de 56 años y en el poder desde 2006, se vio salpicado en las últimas semanas por denuncias opositoras de tráfico de influencias en favor de la empresa china CAMC, que se adjudicó contratos en su país por unos 560 millones de dólares, en la que su expareja Gabriela Zapata es gerente comercial.
Si la denuncia -que saturó las redes sociales- iba a tener un efecto en las urnas era una duda que sólo se conocería, como una cruda radiografía, al momento de difundirse los resultados oficiales.
Aferrado a una esperanza
Como un balde de agua fría Morales recibió el domingo por la noche las proyecciones de dos encuestadoras sobre el referendo para reformar la constitución que le permitiría ir por un cuarto mandato, hasta 2020.
La firma Ipsos indicó que el No se impuso con un 52,3% contra 47,7%, mientras que Equipos Mori dio al No 51% contra 49% para el Sí. Con un 80% escrutado, el No alcanza el 54,5% de los votos contra el 45,5% del Sí.
Esa misma noche, el vicepresidente Álvaro García habló de "un empate técnico" y vislumbró un cambio de panorama, cuando comiencen a contarse las votaciones de áreas rurales y de los residentes bolivianos en Argentina y Brasil, aparentemente más favorables a Morales que los electores de las ciudades. Y ya este lunes Morales encaró directamente la situación: "Aunque con un voto, con dos votos, hay ganador y se respeta, esa es la democracia".
"Si el pueblo dice No, tengo que prepararme para acabar mi gestión", afirmó.
Una vida de película
La vida de Morales es como para una película: comenzó desde uno de los lugares más humildes del país para llegar a la primera magistratura.
Nació en 1959 en Orinoca una de las regiones mas pobres en los Andes de Bolivia, donde pasteó llamas y ovejas, y donde vivía con siete hermanos -cuatro de los cuales murieron en la infancia-, "en una choza de barro con techo de paja de una pieza de tres por cuatro metros".
Luego se trasladó al Chapare, en los valles del centro de Bolivia, tras haber pasado su vida como fabricante de ladrillos, vendedor callejero de helados y trompetista de una banda folclórica en la ciudad andina de Oruro.
En Chapare intercaló su pasión por el fútbol amateur con el cultivo de la coca. Allí comenzó a dar los primeros pasos en la vida sindical. Morales señala que los abusos policiales y de la agencia estadounidense antidrogas DEA por erradicar la hoja, materia prima de la cocaína, le empujaron a abrazar ideas nacionalistas y de izquierda.
Sin formación universitaria y a punta de marchas y bloqueos, Morales fue elegido diputado en 1995. En 2002 se lanzó a la presidencia, ocupando contra todo pronóstico el segundo lugar.
En 2006 obtuvo su primer mandato con 54% de los votos. Revalidó con un segundo periodo (2010-2015) obtenido con el 64% y el tercero (2015-2020) con el 61%, y con ello rompió todos los récords de permanencia en el poder desde la fundación del país en 1825.
El mismo año en que llegó a la presidencia nacionalizó los hidrocarburos, disparando los ingresos para el fisco que los utilizó en el pago de bonos asistenciales para mujeres y estudiantes y para promover inversiones en minería e hidrocarburos que -según él- son para industrializar el país.
Tuvo un importante apoyo de su vicepresidente, Álvaro García, un exguerrillero de izquierda, considerado el soporte intelectual del gobierno.
Morales suele ver el mundo entre buenos y malos: izquierdistas y anticapitalistas, revolucionarios versus proestadounidenses y derechistas. Es más, suele decir que no hay puntos intermedios, lo que le acarrea críticas entre sus detractores.
En el poder cosechó odios y rencores y hasta rupturas con sus mentores, como el veterano líder minero Filemón Escobar, que hoy participa en protestas en su contra.