El papa Francisco concluyó este martes una gira por Japón, donde había llegado procedente de Tailandia, pero antes de partir rumbo a Roma, condenó fuertemente no solo al posible uso de armas nucleares, sino también a su posesión.
El papa tras visitar la universidad Sofia de la Compañía de Jesús, se dirigió al aeropuerto para regresar a Roma tras un vuelo de 13 horas.
En su reunión privada con el recientemente entronizado emperador Naruhito, Francisco compartió el recuerdo de haber visto a sus padres llorar por lo que había sucedido en Hiroshima tras la bomba atómica.
Visitó a supervivientes
El punto álgido del viaje de cuatro días al archipiélago japonés, al que soñó con ir de joven como misionero, fue su emotivo encuentro en Nagasaki e Hiroshima con los supervivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre esas ciudades en 1945.
Francisco calificó de "crimen" el uso del átomo con fines militares y condenó la idea de que la posesión de la bomba atómica disuada los ataques. Saludó uno por uno a los supervivientes, llamados "hibakusha" en Japón. Habló con algunos y a otros les estrechó la mano. A una mujer que lloraba la abrazó.
La denuncia del horror de la guerra y de las armas es un grito recurrente no sólo del argentino Jorge Bergoglio sino también de los papas que le precedieron. Pero un claro rechazo a la teoría de la disuasión nuclear constituye una ruptura con el pasado. Ante la ONU en 1982, Juan Pablo II definió esta doctrina como un mal necesario "en las condiciones actuales".