Papa Francisco llega a Panamá en medio de la mayor ola migratoria en América Latina
AFP
El papa Francisco llega este miércoles a Panamá con un mensaje de alivio para los jóvenes que migran en masa forzados por las crisis políticas y económicas en América Latina.
Su viaje coincide con la mayor ola migratoria jamás registrada en Latinoamérica: hondureños, salvadoreños y venezolanos traspasan fronteras a diario en busca de oportunidades para huir de gobiernos o de la violencia de pandillas.
"Los lanzan a cifrar sus esperanzas en otros países, exponiéndoles al narcotráfico, la trata humana, la delincuencia y tantos otros males", dijo el martes el arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, en una misa previa a la llegada del papa.
Por eso, "anhelamos" que esta visita "sea un bálsamo para la difícil situación con la que conviven" muchos jóvenes, expresó Ulloa ante la multitud en el Campo Santa María la Antigua del paseo marítimo de Ciudad de Panamá.
Amargo recuerdo
El mensaje de alivio no será exclusivamente para los jóvenes, sino también para la propia Iglesia.
Francisco regresa a Latinoamérica un año después de su visita a Chile, ensombrecida por protestas y escándalos de abusos sexuales de curas a menores y su encubrimiento por la cúpula eclesiástica.
El tema "genera mucha atención en la Iglesia", recalcó el director de prensa del Vaticano, Alessandro Gisotti, aunque aseguró que el papa "no tiene programado un encuentro con víctimas" de abusos en el itsmo.
El pontífice es esperado por unos 200.000 jóvenes de unos 150 países, en el llamado 'Woodstock' de los católicos.
Muchos le recibirán en un recorrido de 29 kilómetros en automóvil entre el aeropuerto y la nunciatura apostólica, donde se alojará.
"Nos habla a nosotros, los jóvenes (...), retándonos a ser mejores", comenta a la AFP James Murphy, de 23 años, quien viajó desde la isla polinesia de Tonga.
Sunny Cho, surcoreana de 25 años, celebra a Francisco como "progresista".
"Cambiar el mundo"
El papa, quien permanecerá hasta el domingo, visitará un centro de detención juvenil donde oficiará una misa y programó un encuentro con enfermos de sida en un centro de asistencia.
Asimismo, prevé reunir a unos 70 obispos de Centroamérica.
El jueves se reunirá con autoridades gubernamentales, mientras que en la tarde hablará a la multitud en la Cinta Costera.
"El papa quiere llevar consuelo y esperanza donde hay dolor y sufrimiento", recalcó Gisotti.
A los jóvenes los exhortará a "cambiar el mundo", según adelantó el propio pontífice en un video que difundió pocas semanas antes.
"Es la fuerza de los jóvenes (...), es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la revolución del servicio", les instó.
Está previsto un viacrucis el viernes 25 y una vigilia al aire libre el sábado 26 en el Campo Juan Pablo II.
Al menos siete presidentes acudirían el domingo a la última misa del papa en la JMJ: Jimmy Morales (Guatemala), Juan Orlando Hernández (Honduras), Salvador Sánchez Cerén (El Salvador), Carlos Alvarado (Costa Rica), Iván Duque (Colombia) y Marcelo Rebelo de Sousa (Portugal), además del anfitrión Juan Carlos Varela.
Sobresalen las ausencias de los mandatarios de Nicaragua, Daniel Ortega, y Venezuela, Nicolás Maduro, con los que la Iglesia católica mantiene tensas relaciones.
Según fuentes religiosas, más de 5.000 peregrinos viajan de Nicaragua a Panamá, mientras la jerarquía de la Iglesia local sigue tratando de mediar sin éxito entre el gobierno y la oposición.
Contra la xenofobia
La misa final se realizará en las afueras de la capital panameña, donde se ha levantado una gigantesca tarima para que a lo largo de casi tres kilómetros los asistentes puedan seguir la intervención del pontífice.
Un gigantesco mural contra la xenofobia y el racismo, en forma de vitral, decorará el altar.
La JMJ fue creada por Juan Pablo II en 1986. Tres años antes, ese pontífice visitó Panamá por un día en una gira por Centroamérica.
Unos 471 cubanos, un récord, asistirán al encuentro, así como jóvenes franceses y polacos, quienes llegaron en veleros fletados para la ocasión.
La gran "fiesta" de la juventud católica latinoamericana costará 54 millones de dólares, en parte aportados por patrocinadores y donantes. El gobierno asegura, por otra parte, que tendrá un impacto directo de 388 millones sobre la economía.