La llegada de niños refugiados es un reto adicional. Edificios que datan de la época de la desaparecida República Democrática Alemana marcan el panorama urbano en la demarcación de Oststadt, en Neubrandenburg, localidad de Mecklemburgo-Pomerania Occidental.
Desde la reunificación, cerca de la mitad de los habitantes de este barrio, que alguna vez llegó a tener una comunidad de 30.000 personas, han salido de ahí. Entre los que quedan, es alto el porcentaje de pobres y necesitados de asistencia social.
Desde hace varios meses, al sitio llegaron varios cientos de refugiados, entre ellos muchos niños. Esto implica un gran reto para las escuelas locales. La Fundación Freudenberg se ha puesto la meta de promover la integración social, idiomática, educativa y profesional de las futuras generaciones. Apoya a escuelas de Oststadt para que sean cubiertas las necesidades de todos los niños, y capacita a pedagogos en cuanto al trato con niños refugiados.
“Las escuelas y los parvularios deben asumir como tarea el que los niños encuentren su lugar tanto en las aulas como en la sociedad, para fortalecer la unión al interior de cada plantel”, dice Pia Gerber, presidenta de la mencionada fundación.
Aumenta la desigualdad
El acceso a la educación y al reconocimiento social son factores decisivos cuando se trata de posibilitar mejores oportunidades a los niños. Alemania aún está lejos de cumplir esta aspiración, así como también los otros países industrializados. En su informe Report Card 13”, dado a conocer este jueves (14.04.2016), UNICEF compara los niveles de desigualdad en 41 países de la UE o miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
“En la mayoría de los países, la brecha de ingresos se ha agrandado”, afirma Goran Holmqvist, uno de los autores del documento. Él y sus colegas investigaron qué tanta diferencia existe entre el bienestar de los niños de los sectores más pobres, y aquella del promedio de cada país. En 19 países, diez por ciento de los niños más pobres tienen menos de la mitad de los recursos que los infantes ubicados en el promedio nacional. Las diferencias son especialmente grandes en Grecia, Italia, Portugal, España, Israel, Japón y México.
En países de la OCDE, los niños más desfavorecidos tienen un rezago de hasta tres ciclos escolares en cuanto a sus capacidades de lectura, en comparación con el promedio. Las diferencias en un indicador subjetivo como lo es la satisfacción de vida no han retrocedido, sino lo contrario, afirma el informe.
Desde que comenzó la crisis económica y financiera, las diferencias en cuanto al ingreso han crecido en la mayoría de los países ricos. Muchos empleados de bajos ingresos perdieron su trabajo, lo cual los sumió aún más en la pobreza. Además, en países como Grecia, Italia o España, “los sistemas de seguridad social destinados a reducir la pobreza son débiles”, dice Holmqvist.
Esto acentúa la desigualdad. A fin de reducir de manera palpable la desigualdad, UNICEF hace un llamado a los políticos: los ingresos de familias en condición vulnerable deben ser resguardados por una política fiscal justa y mayores posibilidades de empleo. Los alumnos menos aventajados deben recibir mayores apoyos educativos y en general se debe atender mejor las demandas de los propios niños. La creciente desigualdad tiene repercusiones para la cohesión y el bienestar de la sociedad, afirma Holmqvist. “Si queremos solucionarla, debemos comenzar por los niños”.