AFP
El papa Francisco criticó este domingo la fe sin solidaridad al visitar uno de los barrios más pobres de Asunción, donde sus habitantes denunciaron el desprecio del Estado hacia los campesinos desplazados que viven en la miseria urbana.
En su última jornada de tres días en este país, y antes de regresar a Roma luego de una gira sudamericana de ocho días que lo llevó a Ecuador y Bolivia, el pontífice visitó dos viviendas precarias, donde le ofrecieron un desayuno típico guaraní, con té de mate cocido y chipa, un pan de mandioca y queso.
"No podía estar con ustedes, sin estar en su tierra, su tierra", recalcó el papa argentino, quien conoce los pedidos de las 23.000 familias del barrio para que les entreguen los terrenos en donde residen en pésimas condiciones desde hace más 30 años.
Jovial con todos los niños que se lanzaban a tocarlo, y dispuesto a repartir besos a enfermos y ancianos, el papa celebró "la pelea" por la tierra y por una vida más digna "que no les ha sacado la solidaridad, por el contrario, la ha estimulado, la ha hecho crecer", dijo a miles de vecinos.
Francisco respondió así a una activista del barrio, María García, que lo recibió con un discurso con fuertes reclamos al Etado de Paraguay por marginarlos de cualquier plan social para superar la precariedad en la que viven.
"Pido que se regularice la tenencia de la tierra", reclamó García en nombre de los desplazados campesinos, un problema histórico en un país donde el 1% de los propietarios de tierras controlan alrededor del 77% de la tierra productiva del país.
El pontífice de 78 años criticó a los católicos que tampoco se dan por enterados de la realidad que vive gente como la de Bañado, víctima frecuente de inundaciones en un predio poco apto para residir.
"Una fe que no es solidaria o está enferma o está muerta", indicó Francisco.
"No dejen que el diablo los divida", repitió dos veces despertando la aclamación de la multitud.
El Pontífice ingresó a Bañado por un corredor de tierra y entre varias viviendias se detuvo en un par de ellas para conversar con las familias.
"Aunque estoy un poco enferma, estoy muy feliz", dijo a la AFP Asunción Gimenez, una anciana de 78 años en cuya casa de una pieza de 2x3 metros ingresó el Papa para bendecirla junto a su hijo, Rubén Ayala Giménez, albañil, y su nieta Mayra, de tres años.
También tocó a la puerta de Carmen Sánchez, de 50 años. "Me estremecí por un instante. Se me puso la piel de gallina y no sabía qué decirle. Me quedé muda", expresó la mujer.
Carmen había preprado "sopa paraguaya" (un pan de harina de maíz, queso y huevo) y "beyú" (tortilla de almidón de mandioca) para invitar a su ilustre visitante pero dijo que la emoción "me hizo olvidar de todo".
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