"¡No disparen contra los niños!". La hermana Ann Rose Nu Twang se arrodilla, extiende los brazos en cruz y suplica a las fuerzas birmanas.
La policía y el ejército lanzan gas lacrimógeno y granadas aturdidoras para intentar dispersar a la multitud, que replica tirando proyectiles. A lo lejos, se oyen varias detonaciones.
Los manifestantes se protegen tras unas barricadas levantadas a toda prisa con chapas, paneles de madera y ladrillos. Entre la multitud, vistiendo un hábito blanco, la monja Ann Rose Nu Twang, de 45 años, se acerca a las fuerzas de seguridad.
Se arrodilla y dos policías hacen lo mismo, juntando sus manos en señal de respeto por la religiosa. Otros, en cambio, permanecen indiferentes, según unas imágenes difundidas por un medio local, el Myitkyina News Journal.
"Les supliqué que no dispararan [...], que en lugar de ello me mataran a mí. Levanté las manos en señal de perdón", cuenta la monja a la AFP.
Otras dos monjas llegaron para apoyarla. "Paren, están torturando y matando a gente. Es por eso que la gente está enfadada y se manifiesta", lanza una de ellas.
El acto de valentía de Ann Rose Nu Twang fue muy compartido en las redes sociales del país, mayoritariamente budista.
El 28 de febrero, la religiosa ya se había distinguido al ponerse de rodillas frente a las fuerzas de seguridad para pedirles prudencia.
Al menos 60 civiles han perdido la vida desde el golpe y más de 1.800 han sido detenidos, según la Asociación de asistencia a los presos políticos.
Los medios del estado niegan cualquier implicación de la policía o del ejército en la muerte de civiles, y aseguran que las fuerzas de seguridad deben "contener los disturbios tal y como dicta la ley".