Miembro de grupo armado: "También mataron a mi primo, por eso me uní a los rebeldes: para vengarme"
Cuando la guerra civil estalló en República Centroafricana en 2012, miles de niños fueron reclutados por los dos bandos armados que se enfrentaban entre sí.
Eran los Seleka, una combinación de grupos rebeldes principalmente musulmanes, y el movimiento armado cristiano llamado anti-Balaka.
En 2012, los Seleka tomaron brevemente el poder en este país de mayoría cristiana.
El conflicto empeoró de forma gradual, principalmente mediante ataques de represalia contra civiles.
Naciones Unidas calcula que unos 10.000 niños y adolescentes han sido reclutados por ambos grupos armados.
Los niños trabajaban sobre todo sirviendo a los combatientes, pero también como cocineros, mensajeros y otras labores.
Tarea difícil
Aunque en abril pasado se firmó un acuerdo histórico para liberar a todos los menores de sus filas, hasta ahora sólo la mitad están libres.
Muchos de ellos están ahora tratando de reconstruir sus vidas. Pero los combates persisten en su entorno y la tarea que enfrentan no será fácil.
La BBC entrevistó a tres de ellos en un colegio en la capital, Bangui.
"Una tía me cuidaba. Cuando llegaron los Seleka la mataron", dice François, de 12 años, que fue reclutado por los anti-Balaka hace dos años y trabajaba como espía.
"También mataron a mi primo. Por eso me uní a los rebeldes, para vengar sus muertes".
"Tienes que entender que los líderes anti-Balaka no son malas personas. Nos cuidaban, nos alimentaban, nos trataban con respeto. Pero no puedo perdonarles que me hayan enseñado a pelear", cuenta François.
"Ahora cuando estoy en la clase me relajo. Puedo olvidarme de las cosas malas que me ocurrieron".
Según Unicef, la agencia de Naciones Unidas para la Infancia, a pesar del acuerdo para desmilitarizar a los menores, hasta ahora sólo han sido liberados 4.693.
El acuerdo también compromete a los grupos rebeldes a poner fin al reclutamiento de menores y otorga a las organizaciones de ayuda acceso a las zonas bajo control de los grupos para identificar y verificar el número de menores afectados y para asegurar su liberación.
Los combates, sin embargo, continúan. Y esto ha hecho más difícil que los niños se mantengan alejados de los grupos armados.
"Me uní a los anti-Balaka por una razón", dice Choko, de 17 años.
"Porque los Seleka me hicieron huérfano. Mataron a mi mamá y mi papá. Los líderes anti-Balaka no son como tú crees. Son centroafricanos, son nuestros hermanos".
"Como ellos no podían salir, nosotros íbamos al mercado a comprarles comida. Cocinábamos y cargábamos cosas. Así es como funcionaba".
Muchos de los menores liberados todavía viven en las mismas comunidades que sus antiguos líderes con lo cual están en continuo riesgo de que regresen a los grupos armados.
Tangani tiene 17 años y era uno de los líderes de los anti-Balaka.
"Cuando tenía 8 o 9 años fui al campo con mis padres. Nos atacaron bandidos. Se llevaron a mi padre y mi hermano mayor", le cuenta a la BBC.
"Yo no supe lo que ocurrió con ellos. Después que desaparecieron decidí unirme a los anti-Balaka".
Largo camino
Para jóvenes como Tangani, que nunca había ido a la escuela, el camino hacia una vida normal será largo.
"En el pueblo no hay teléfono así que no puedo llamar a mi mamá. Pero me gustaría decirle que ya empecé a ir a la escuela", asegura el menor.
"Si aprendo un poco más podré escribirle una nota", le dice a la BBC.
A pesar de un acuerdo de paz alcanzado en mayo pasado, la antigua colonia francesa sigue sumida en los enfrentamientos y no se ha logrado desarmar a las partes.
Esta semana debían empezar las discusiones para poner en marcha el proceso electoral en el país.
Pero el mes pasado, el asesinato de un musulmán en Bangui condujo a un estallido de violencia que resultó en 77 personas muertas y unas 400 heridas.