Los veteranos estadounidenses que se fueron a vivir a Vietnam para curar las heridas de la guerra
Más de 40 años después del fin de la guerra de Vietnam, decenas de envejecidos soldados veteranos estadounidenses han regresado al país asiático para vivir allí.
Algunos tuvieron dificultades para adaptarse a la vida civil en Estados Unidos. Otros volvieron con la esperanza de expiar las injusticias que ellos creen fueron cometidas durante la guerra.
Al pie de una de las Montañas de Mármol de Da Nang, mujeres con sombreros de cono caminan vendiendo souvenirs.
Un ascensor lleva a los turistas a la cumbre, desde donde, a un lado ven la campiña del centro de Vietnam y al otro hacia el Mar de China Meridional.
En 1968 David Edward Clark acampaba detrás de estas montañas, en una época en que era imposible escalarlas, dice el hombre de 66 años.
Quien intentara hacerlo era blanco fácil de los miembros del Vietcong, el Frente Nacional de Liberación de Vietnam (FNLV), que acampaba en un lugar cercano.
"Nosotros incluso teníamos la regla de nunca salir del campamento sin una pistola", dice Clark.
"Así que yo siempre andaba con un (rifle) M16. Y ponía el arma en la cara de cualquier vietnamita que me encontraba. Hombres, mujeres y niños. Quería que me tuvieran miedo. Eso me daba una enorme oportunidad de sobrevivir", dice.
Cuarenta años más tarde Clark regresó a Vietnam, esta vez no para combatir a los comunistas, sino para construir una nueva vida.
Clark es uno de casi 100 veteranos estadounidenses, quizás más, que se han establecido en Vietnam en los últimos años.
Muchos de ellos viven en y alrededor de Da Nang, la ciudad donde EE.UU. tuvo su base aérea más activa durante la guerra y a donde llegaron las primeras tropas estadounidenses en 1965.
Clark asegura que cuando regresó a EE.UU. después de la guerra no pasó un día en que no pensara en Vietnam.
"A menudo me despertaba bañado en sudor. Veía a gente donde no había nadie. Una vez me levanté a mitad de la noche planeando emboscadas en mi casa porque pensé que los Vietcong vendrían a buscarme".
"La única forma en que podía escaparme de estos recuerdos era emborrachándome. Así que me puse a beber, y mucho".
En 2007, Clark dio un paso atrás.
Para ello tuvo que regresar a la montaña en Vietnam que separaba a su pelotón del enemigo y, por primera vez en su vida, la escaló.
"En la cumbre tuve un sentimiento de paz que nunca había tenido antes. Ya no había bombas, ya no había enfrentamientos, ya no había bombarderos volando. Después me di cuenta de que la guerra había terminado".
Se calcula que decenas de miles de veteranos han regresado a Vietnam desde los 90, la mayoría para visitas cortas a los lugares donde una vez cumplieron su servicio.
Décadas después de la caída de Saigón (ahora ciudad de Ho Chi Minh) muchos exsoldados todavía se preguntan por qué combatieron.
Richard Parker, de 66 años, es uno de ellos. Dice que "perdió la cabeza" después de Vietnam, y durante 20 años llevó una vida de alcohol, drogas y sexo.
"Yo era un vagabundo que trabajaba en restaurantes y que iba de una ciudad a otra. No me importaba si estaba vivo o muerto", dice.
Los recuerdos de destrucción y muerte en Vietnam continuamente lo perseguían.
"Me habían lavado tanto el cerebro que antes de ir a la guerra quería matar comunistas. Pero cuando salí de Vietnam, me di cuenta de que me gustaba la gente del país", dice.
"¿Por qué eran peligrosos? Lo único que querían era cultivar arroz y producir bebés".
Durante muchos años Parker sufrió trastorno de estrés postraumático, una enfermedad que hoy afecta al 11% de los veteranos de Vietnam.
Decenas de miles se han suicidado.
Para Parker la única forma de calmar a sus demonios era regresar a Vietnam. "Aquí encontré, más o menos, la paz conmigo mismo. A veces voy a alguno de los lugares donde solía combatir. Lo que entonces era caos y destrucción ahora es un lugar optimista lleno de vida".
Otro veterano, Larry Vetter, trabaja para Child of War Vietnam, un sitio web que tiene el objetivo de contar a la gente el legado de la guerra de Vietnam.
En su espaciosa casa cuelgan banderas tanto estadounidenses como vietnamitas. Sobre el sofá hay un retrato de bodas. El veterano de 73 años se casó este año con su novia vietnamita Doan Ha.
Cuando Vetter vino a Da Nang en noviembre de 2012 tenía la intención de quedarse sólo tres meses para ayudar a una familia a cuidar a sus dos hijos enfermos, aparentemente por los efectos del Agente Naranja, un herbicida utilizado por las fuerzas armadas de EE.UU. para matar árboles y arbustos.
Hoy en día el compuesto sigue causando cáncer, deformaciones y parálisis.
"Sentía que necesitaba restaurar algunas cosas", dice Vetter, quien es conocido para sus amigos como capitán Larry.
"El gobierno de EE.UU. se rehúsa a hacerlo así que estoy aquí dando mi contribución".
En parte fue un sentimiento de culpabilidad lo que condujo a Vetter a quedarse en Vietnam cuando terminaron los tres meses.
"Hay un armario en mi cabeza que no quiero abrir, porque tengo miedo de lo que pueda salir de allí. No sé lo que hay allí, pero de vez en cuando la puerta se abre un poco y tengo sueños horribles. Quizás este armario es la razón por la que estoy en Vietnam. Hemos hecho cosas muy estúpidas aquí".
Chas Lehman, de 70 años, describe su regreso a Vietnam como "la voluntad de Dios".
Fue la conversión al cristianismo, dice, lo que lo salvó de caer en el agujero de la depresión, la desilusión y el trastorno de estrés postraumático.
"Cuando me enviaron a Vietnam, la misión parecía simple: tenía que evitar que los vietnamitas sureños se convirtieran en esclavos del norte comunista. Pero desde el momento en que llegué a Vietnam, supe que eso no estaba bien y que tenía que salir de aquí", dice.
"De regreso en EE.UU. nada tenía sentido. Yo era una pieza que no encajaba en el rompecabezas. Después Jesús me salvó y le dio significado a mi vida".
Junto con otros voluntarios Lehman distribuye comida, bebidas, ropa y cobijas a los grupos minoritarios necesitados en las zonas montañosas del centro del país.
"Durante la guerra sentía pena por la gente en Vietnam pero no podía confiar en ellos. Ahora siento afecto por ellos", dice.
A David Clark le gustaría que más veteranos regresaran a Vietnam. Él lo ha hecho varias veces después de su primer viaje.
Durante un viaje en motocicleta desde el norte al sur del país ocurrió algo que él no esperaba en 1968, se enamoró de una vietnamita.
Se casaron dos años después.
El veterano respira profundamente, se quita los lentes oscuros y dice con la voz quebarada: "Solía pensar que los vietnamitas eran los peores y más asquerosos bribones del mundo. Pero ahora me siento bendecido por haber vivido aquí".
"Sé que aquí es donde tengo que estar. La guerra ha terminado y moriré aquí".
En ella se ve a un joven de 25 años en un helicóptero. Es él a fines de los 1960. Está en a jungla vietnamita y a su lado está un soldado con una ametralladora.
"Después de la guerra tenía muchas preguntas, pero no había nadie que me diera respuestas", dice Vetter.
"Así que me fui a estudiar y cuanto más leía, menos entendía por qué me habían enviado a Vietnam. Y me di cuenta de cuánto nos habían mentido y pensé: 'Si yo fuera vietnamita, hubiera combatido con los Vietcong'".