Japón tiene reputación de ser un país de gran homogeneidad y armonía. Hay pocos extranjeros, las diferencias lingüísticas son raras y, al menos superficialmente, las diferencias de clases no existen.
Pero como descubrió Mike Sunda hay una, con frecuencia oculta, excepción: los intocables de Japón.
En un rincón de un cuarto prístino, escondido en el mercado ganadero de Shibaura, en Tokio, hay una mesa sobre la cual hay una pila de cartas con mensajes amenazantes, evidencia de un prejuicio que se remonta a la Edad Media.
Carniceros, trabajadores funerarios, del cuero o de cualquier otra profesión considerada "sucia" como los que limpian baños, han sido por largo tiempo marginalizados en Japón.
Ese prejuicio continúa en la actualidad y especialmente afecta a los que trabajan en el matadero de Shibaura.
No importa que los hombres aquí están cortando algunos de los más caros y altamente preciados animales del planeta.
Aquí es donde se prepara la más famosa carne bovina de Japón, el wagyu, un filete de primera cortado con fibras musculares y grasa con precios que pueden dejarte boquiabierto.
Es un proceso que requiere gran habilidad, entrenamiento y fortaleza mental. Y lograr hacerlo bien puede tardar hasta diez años.
Una de las cartas de repudio recibida por los trabajadores del matadero.
Y pese a la gran destreza que requiere, muchos aquí nunca hablan con libertad de su ocupación.
"Cuando la gente nos pregunta qué tipo de trabajos hacemos, dudamos qué responder", dice el matarife Yuki Miyazaki.
"En la mayoría de los casos, la razón es que no queremos que hieran a nuestras familias. Si sufrimos discriminación, podemos enfrentarlo, pero si se discrimina a nuestros hijos, ellos no tienen el poder para enfrentar eso. Tenemos que protegerlos", explica.
Origen feudal
Como muchos en el matadero, debido a su profesión Miyazaki está asociado con la clase de los intocables de Japón, los Burakumin.
Burakumin, que significa "gente de la aldea", se remonta a la era feudal. Su origen se refiere a las comunidades segregadas compuestas de trabajadores en ocupaciones consideradas impuras o marcadas por la muerte, como quienes ejecutaban o trabajaban en funerarias y los carniceros.
Los más bajos en esta escala de marginados eran los Eta, que significa abundancia de mugre, al que podían matar con impunidad los Samurai si habían cometido un crimen.
Todavía en el siglo XIX se cita a un magistrado según el cual "un Eta vale una séptima parte de una persona común".
Aunque se considera ofensivo, el término Eta está aún en uso. Una de las cartas que recibió el matadero expresa simpatía por los animales "que mueren a mano de los Eta".
El sistema de casta fue abolido en 1871 conjuntamente con el sistema feudal. Sin embargo, aún permanecen las barreras para la integración de estas personas.
Comunidades marginadas de Burakumin abundaban en Japón.
Tener la dirección equivocada en el registro familiar, que especifica el lugar de nacimiento y es requerido por los empleadores, lleva con frecuencia a discriminación.
En la década de 1960 se hicieron esfuerzos para mejorar la situación con fondos dirigidos a proyectos de asimilación que buscaban mejorar sus condiciones de vida y de vivienda.
Pese a esto, la discriminación continúa.
La lista negra
En los años 70, un grupo de defensa de los derechos de los Buraku descubrió la existencia de una lista de 330 páginas con nombres y ubicación de comunidades Buraku que estaba siendo vendida a empleadores por vía postal.
Muchas empresas importantes japonesas estaban usando esas listas para seleccionar a solicitantes de empleo.
En 2009, hubo un escándalo cuando Google Earth incorporó en mapas de Tokio y Osaka, disponibles abiertamente al público, información específica sobre la ubicación de aldeas Buraku en tiempos feudales, sacando a colación la controversia sobre el prejuicio y el uso de esa información para evaluar a la persona.
Hoy en día, es difícil establecer con precisión el número exacto de personas que viven en comunidades históricas Buraku.
Una investigación de 1993 enumera en esta categoría a casi un millón de personas que viven en unas 4.000 comunidades alrededor del país.
La Liga de Liberación Burakumin o BLL, una organización de defensa de sus derechos fundada en 1955, estima en 6.000 estas comunidades y en casi 3 millones a sus habitantes.
Toshikazu Kondo, de la BLL, dice que todavía hoy en día se pueden encontrar esas listas, que se usan con propósitos diferentes.
"Cuando se descubrió en los años 70 que había compañías que estaban usando estas listas para evaluar a potenciales candidatos, se aprobaron legislaciones para prohibir esta práctica", dice.
Yutaka Tochigi, presidente del sindicato de trabajadores del matadero de Shibaura.
"Hoy en día se sabe que hay gente que está comprando esa información, pero en vez de empresas, se trata de individuos para evaluar a la familia de su futura pareja antes del matrimonio. Es uno de los mayores ejemplos de discriminación que enfrentamos con frecuencia", explica.
La conexión con la mafia
En una encuesta realizada el año pasado por el gobierno de Tokio, una de cada 10 personas dijo que tendría reservas ante la posibilidad de que sus hijos se casaran con alguien que fuera descendiente de Burakumin, aunque casi la mitad de los consultados dijeron que eso no les importaría.
Una razón por la cual el estigma se mantiene puede ser la relación entre las comunidades Buraku con la Yakuza, la mafia japonesa.
Jake Adelstein, un periodista estadounidense que ha trabajado durante 20 años el tema de la delincuencia en Japón, estima que un tercio de los miembros de la Yakuza provienen de las comunidades Buraku que ingresaron en la organización cuando otras puertas se les cerraron.
Un líder de los Yakuza justificaba ante Adelstein la existencia de su organización con el argumento de que le daba una familia y una disciplina a la gente que había sufrido disciminación.
"Es cierto. La Yakuza es una meritocracia", apunta Adelstein. "Si estás dispuesto a ser un matón despiadado y le prometes lealtad a tu jefe, ellos te aceptarán".
Un tercio de los yakuza provienen de las comunidades Buraku.
Sin embargo, no son solo quienes tienen ancestros Burakumin los que corren el riesgo de ser víctimas de prejuicios. Es tan fuerte la conexión histórica entre cierto tipo de empleos y la categoría histórica de los marginados que todos los trabajadores del matadero corren el riesgo de ser discriminados, sin importar su historia familiar.
Despreciado y sin cerveza
Yutaka Tochigi, el presidente del sindicato del matadero de Shibaura, abandonó su trabajo como programador de computadoras para pasar más tiempo con sus hijos pero inmediatamente se encontró con la oposición de su familia.
"Mi padre me dijo que igual podía estar bombeando pozos sépticos. Me di cuenta de que se refería a que yo estaba haciendo un trabajo de Burakumin", dijo Tochigi, quien no tiene antepasados Burakumin.
"Recuerdo que una vez cuando mi esposa y yo estábamos visitando a algunos familiares de su padre, al comentarles cuál era mi ocupación ellos dejaron de servirme cerveza".
Pese a todo, Tochigi y Kondo (de la BLL) tienen esperanzas de que las cosas cambiarán para mejor.
"Ya no ves tanto discurso de odio como antes y quienes lo han usado han sido forzados a pagar los daños ante los tribunales", indicó Kondo.
"Aún oyes hablar sobre discriminación en el trabajo y grafitis anti-Burakumin, pero más que nunca hay gente entrando en contacto con nosotros para informarnos cuando esto ocurre".
La pequeña habitación en la que está la mesa mostrando el correo con cartas de odio forma parte del centro de información del mercado de carne de Shibaura, un esfuerzo pedagógico que busca impulsar el cambio de actitudes.
Justo al lado de la mesa, en una pared, hay cartas de otro tipo. Mensajes de gratitud de grupos escolares que fueron llevados allí en paseos educativos para aprender sobre la destreza y la dedicación con las que los trabajadores realizan su trabajo. Una evidencia de que los viejas prácticas discriminatorias podrían pasar a la historia.