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Los imperturbables partidarios de Trump

Los imperturbables partidarios de Trump
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La popularidad de Donald Trump ha decaído en las encuestas, pero sus simpatizantes en Arizona siguen apoyándolo sin inmutarse.
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Según los organizadores, son 20.000 las personas reunidas en Prescott Valley, en el norte de Arizona. "Aquí nunca hay eventos como este", dice Jeff, uno de los policías del Estado que han sido llamados a acudir. "El evento" es Donald Trump. Arizona solo ha votado por un presidente demócrata una vez desde la Segunda Guerra Mundial: Bill Clinton, en 1996. Todos los demás han sido republicanos, pero Trump aún no puede estar seguro de que, tras este 20 de noviembre, no será otro Clinton el elegido.

Mayoría blanca estadounidense

Entretanto, casi el 30 por ciento de los habitantes de Arizona tiene raíces en México y otros países latinoamericanos. Con su áspera retórica de campaña y sus planes de construir un muro en la frontera con México, Trump no ha hecho amigos entre ellos. Casi el 100 por ciento de los simpatizantes que acuden a este acto de campaña, justo cinco semanas antes de las elecciones, son −en consecuencia− blancos.

Donald Trump visita Arizona en un mal momento. Desde el duelo televisivo con su oponente, Hillary Clinton, Trump ha perdido puntos en las encuestas, ha generado más de una tormenta en su contra vía Twitter y ha sido señalado por el New York Times por llevar probablemente décadas sin pagar impuestos.

Pero Prescott Valley no se entera. Al contrario. "A nadie le gusta pagar impuestos. Eso solo muestra cuán inteligente es, para haber encontrado un hueco en el sistema", dice Pam Miera. No le interesa que Trump no haya tenido que pagar impuestos por estar en bancarrota: "Mire sus hoteles, sus campos de golf, sus casinos, y verá cuán exitoso es Donald Trump."

Tampoco a Janyne Brimhall le importa la historia de los impuestos. "Donald Trump sabe por experiencia propia cómo tapar esos huecos impositivos. Eso es lo que cuenta." El argumento de los demócratas de que no pagar impuestos es antipatriótico no cala en ella. "Él hizo lo que hacen todos las personas de negocios inteligentes. Pagar tan pocos impuestos como sea posible, sin violar ninguna ley"; la moral nunca ha tenido un rol muy importante en los negocios, asegura.

El adúltero Bill Clinton

A Brimhall no le gusta el lenguaje de Trump pero tampoco le molesta tanto como para influir en su voto: muchas cosas que dice "se sacan de contexto, no es eso lo que él quiere decir", alega. Tampoco sus chistes machistas son un problema para esta señora de más de sesenta años, que lo que sí no admite es que Hillary Clinton haya protegido siempre a su adúltero marido: "Si Bill Clinton vuelve a la Casa Blanca, no le permitiría a mi hija hacer allí una práctica.

" Britney Dea es más explícita: "Una mujer que apoya a un violador nunca obtendrá mi voto". Lo que Donald Trump dice es a veces "tonto", pero "a Hillary Clinton la desprecio", insiste. Otros muestran, más que desprecio, odio. Sobre un utilitario, en el parqueo, hay una jaula; dentro, a una muñeca que representa a Hillary Clinton le sale sangre por la boca. Los púloveres con llamados de "Hillary for prison" (Hillary a la cárcel) se han hecho entretanto casi más populares en los actos de Trump que las gorras rojas con ese lema en letras blancas: "Let's make America great again".

Exitoso, claro y fuerte

Karin Royster es una de las muy pocas afroamericanas en la larga fila para acudir a este acto de campaña. "Donald Trump sencillamente no es ningún racista, porque emplea a gente de todos los colores." Para ella no ha significado nada que Barack Obama haya sido el primer estadounidense negro en llegar a la Casa Blanca: "No me importa cómo luce la gente, ni lo elegante que hablan, sino lo que hacen." Donald Trump heredó dinero, "pero hay que saber hacer las cosas para convertir un millón en un billón." Trump es su héroe, su ejemplo. Así tienen que ser los políticos: exitosos, claros, fuertes.

Solo unos pocos indecisos parecen haber acudido a esta cita. Para la mayoría está claro que el 8 de noviembre votarán a Donald Trump. Muchos, porque lo consideran muy bueno y esperan que traiga el cambio que tanto anhelan, que cree puestos de trabajo y vuelva a hacer nuevamente grandes y poderosos a los Estados Unidos. Otros, porque sencillamente quieren evitar una victoria de Hillary Clinton.

¿Abstenerse?

Trisha Anderson ha venido con sus hijas. Una tiene 13 años, la otra 15. La madre, de 45, ha votado siempre por los republicanos, pero esta vez está indecisa. No le gusta que Donald Trump maldiga. "Sobre todo no quiero un presidente que hable tan mal de las mujeres. No es lo que quiero para mis hijas." Sería "cool" que hubiera finalmente una primera mujer presidente, como Clinton. "Pero tampoco puedo votarla a ella, no confío en ella, y lo de Bill Clinton fue terrible."

Solo su hija mayor logró entrar al acto, antes de que el pabellón quedara cerrado por falta de capacidad. Con su hija menor, Trisha se ha parado al margen del estridente grupo reunido alrededor de la pantalla gigante que transmite a Trump para los que quedaron fuera. Tras una media hora, quiere irse. Trump sigue hablando de que construirá un muro, de lo corrupta que es Hillary y de que él volverá a hacer grande a "América". No ha acabado con las dudas de Trisha: "Dice lo que siempre dice." Así que "quizás lo mejor sea no ir siquiera a votar, porque a Hillary, que va, no puedo hacer eso."

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