Lo llaman el David y Goliat del desarme nuclear.
Esta semana las Islas Marshall, un archipiélago del Pacífico de apenas 72.000 habitantes, se enfrenta en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) –el principal órgano judicial de Naciones Unidas– ante algunas de las principales potencias nucleares del planeta.
El motivo es la demanda que el país presentó en abril de 2014.
Islas Marshall considera que Corea del Norte, China, EE.UU., Israel, Francia, India, Pakistán, Reino Unido y Rusia -los países con arsenales nucleares- no han cumplido con los términos del desarme establecidos en el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, según sus siglas en inglés) de 1968.
Sólo Reino Unido, India y Pakistán reconocen la autoridad de la CIJ, por lo que serán los únicos países que se enfrentarán a la demanda.
El caso es inédito y vuelve a poner sobre la mesa el siempre controvertido tema del desarme nuclear.
Conejillo de indias nuclear
La República de las Islas Marshall es un archipiélago compuesto por 1.225 islas ubicado en medio del Océano Pacífico.
Fue descubierto por España en 1526, pero a lo largo de los siglos pasó a estar bajo la soberanía de potencias como Reino Unido, Alemania, Japón –que se apoderó de él durante la Segunda Guerra Mundial– y Estados Unidos.
Un año después del fin de la contienda mundial, el gobierno estadounidense comenzó a realizar pruebas nucleares en sus atolones.
Entre 1946 y 1958, 67 pruebas nucleares fueron realizadas en el archipiélago,"un poder combinado equivalente a haber lanzado diariamente una bomba y media como la de la ciudad japonesa de Hiroshima durante 12 años", según Ron Van Riet, quien forma parte del equipo legal del pequeño estado insular.
Tony de Brum, exministro de Relaciones Exteriores de las Islas Marshall, explicó ante la CIJ en La Haya, Holanda, las consecuencias de esas pruebas nucleares.
"Muchas de las islas de mi país fueron vaporizadas. Otras deberán permanecer inhabitadas por miles de años", denunció.
De Brum sabe en primera persona de lo que habla.
En 1954, a los 9 años, estaba pescando con su abuelo cuando "el cielo completo se volvió rojo".
A 200 kilómetros de donde estaba su bote, los científicos estadounidenseshicieron explotar una bomba de hidrógeno 1.000 veces más potente que la que devastó Hiroshima.
Y las consecuencias no fueron sólo geológicas. Los habitantes del archipiélago han debido lidiar durante generaciones con los problemas de la radiación, que incluyen cáncer y malformaciones genéticas.
La voz de los sin voz
Recién en 1990 el archipiélago se independizó de EE.UU. y a pesar de seguir dependiendo en varios aspectos de la superpotencia, sus autoridades decidieron llevar su caso ante la CIJ para dar ejemplo.
"Este no es un caso contra EE.UU., sino contra la proliferación nuclear", comenta a BBC Mundo Ron Van Riet, quien asegura que la obligatoriedad de desarme nuclear "no la está cumpliendo ninguna de las nueve potencias" nucleares.
Tampoco hay intención de negociar multilateralmente de buena fe una disminución de los arsenales, asegura.
"Islas Marshall está actuando como representante de muchos otros países,algunos sin voz, porque no podemos dejarle la causa del desarme sólo a los países que tienen armas nucleares", asegura el abogado.
Las potencias nucleares, por su parte, se defienden diciendo que sí han reducido su arsenal nuclear.
David contra Goliat
El caso de las Islas Marshall contra India, Pakistán y Reino Unido no tiene precedentes.
"Es uno de los países más pequeños que ha presentado un caso ante la CIJ", le dice a BBC Mundo Paz Zárate, abogada experta en litigios internacionales ante la Corte.
"El éxito de este caso es que pone el tema nuevamente en la agenda mundial", ya que la Corte no se ha pronunciado desde 1996 sobre las armas nucleares.
"Es interesante la analogía de David y Goliat", asegura por su parte Ron Van Riet
"Porque es verdad. Pero esta vez se cambió la honda por la ley. Es un excelente ejemplo de cómo un pequeño estado lleva a varias superpotencias, no sólo nucleares, sino económicas y militares ante un organismo internacional", continúa el abogado.
Y en el complicado escenario de las armas nucleares, lograr que la Corte se pronuncie aunque sea sólo en uno de los casos sería un hito.
Además de sentar jurisprudencia también facilitaría un efecto dominó para un consenso internacional sobre la materia: a ninguna potencia nuclear le conviene desarmarse sola.
El camino, eso sí, no estará exento de obstáculos.
Generar atención
Tras las audiencias preliminares, la CIJ deberá decidir si el tema entra en su jurisdicción y si los casos –presentados por separado– son admisibles. Sólo cumpliendo esos dos puntos comenzarán los alegatos sobre el fondo del asunto.
Consultado por BBC Mundo, un vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores británico aseguró que "sería inapropiado comentar un proceso judicial abierto".
Sin embargo, Reino Unido ya presentó una objeción preliminar, cuestionando que la CIJ tenga jurisprudencia y, de tenerla, que el caso sea admisible.
Por su parte, si bien India y Pakistán no presentaron objeciones preliminares, al no firmar el NPT el equipo legal de las Islas Marshall deberá demostrar algo mucho más vago: que no cumplieron una obligatoriedad determinada por el Derecho Consuetudinario, que se rige por normas no escritas que se cumplen porque se basan en hechos producidos reiteradamente en el tiempo en un territorio concreto, por lo que se vuelve costumbre cumplirlas.
"Es difícil establecer la costumbre. Aunque es una fuente de Derecho Internacional, el problema es demostrarla", explica Paz Zárate.
Pase lo que pase, las Islas Marshall han logrado hacerse un nombre en la comunidad internacional.
"Aun cuando los casos fracasen, es un procedimiento que dura mucho tiempo y genera mucha atención. Además, la Corte actúa como un nivelador: estados pequeños, grandes, ricos y pobres son iguales ante ella", concluye Zárate.