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La sobrecogedora historia de dos sobrevivientes de una cárcel en la que murieron 12.000 personas

La sobrecogedora historia de dos sobrevivientes de una cárcel en la que murieron 12.000 personas
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La prisión de Toul Sleng, cuyo nombre en clave era S-21, fue un microcosmos de los que ocurrió en Camboya bajo Jamer Rojo. Hubo apenas 15 sobrevivientes del horror de la cárcel. La BBC habló con dos de ellos.

Tuol Sleng es la prisión más conocida de Camboya. En la década de 1970, al menos 12.000 personas fueron torturadas y asesinadas allí. Sólo unos cuantos prisioneros sobrevivieron, pero ahora, 40 años después de que Pol Pot tomara el control del país, dos de ellos regresan cada día a las celdas para recordarle al mundo lo que ocurrió.

Chum Mey nunca había escuchado hablar de la CIA (la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU.), pero tras 10 días de tortura estuvo dispuesto a confesar que era un agente secreto de Estados Unidos.

Cuatro décadas después, Chum Mey sigue teniendo pesadillas sobre la prisión de Tuol Sleng, en Phnom Penh, sobre la celda donde estuvo encerrado.

Sin embargo, regresa día tras día a este lugar.

"Si esos guardias no hubieran extraído mi confesión torturándome, habrían sido ejecutados. No puedo decir que yo me hubiera portado de otra forma de estar en su lugar", admite.

Tuol Sleng, cuyo nombre en clave era S-21, era una escuela convertida en centro de interrogatorios bajo la orden de Pol Pot cuando su movimiento, el Jemer Rojo, se hizo con el control de Camboya en abril de 1975.

Al menos 12.000 personas encerradas allí fueron asesinadas. Sólo 15 prisioneros sobrevivieron.

Chum Mey, de 83 años, es uno de los pocos que hoy están vivos. Bou Meng, de 74, es otro.

Uno es mecánico, el otro es artista. Sus habilidades fueron útiles para el Jemer Rojo y sus inminentes sentencias a muerte fueron suspendidas.

Una cárcel convertida en museo

En los últimos tres años, ambos han tomado una especie de residencia diaria en la S-21, que desde el pasado marzo funciona como museo. Es así como han elegido pasar su retiro.

También se les ha permitido vender sus memorias, a US$10 cada copia, y de esta forma se ganan la vida modestamente.

Son sobrevivientes célebres, un recordatorio moderno del oscuro pasado de Camboya.

"Lo importante es documentar lo que ocurrió aquí", subraya Bou Meng, sentado en un banco en el patio de la prisión bajo un cartel grande que dice: SOBREVIVIENTE.

"Quiero que la gente en todo el mundo regrese a casa y cuente a su familia y amigos sobre el genocidio del pueblo Jemer".

El museo alberga hileras de fotos de los prisioneros tomadas cuando llegaron a la cárcel.

Los dos hombres entran y salen de las celdas agradeciendo a los visitantes y estudiando las fotografías colocadas en las paredes.

Dicen que esas caras los persiguen y que son esos rostros los que los han obligado a regresar cada día a la cárcel para contar su historia.

Confesión bajo tortura

Chum Mey trabajaba como mecánico para el Jemer Rojo cuando súbitamente fue arrestado el 28 de octubre de 1978 y trasladado directamente a la S-21. Todavía no sabe por qué.

"Me taparon los ojos y me amarraron las manos en la espalda. Rogué a mis captores que le dijeran a mi familia dónde estaba", recuerda.

"Angkar (el órgano dirigente del Jemer Rojo) los aplastará a todos ustedes", murmuró una voz en su oído.

Al llegar, después de medirlos y fotografiarlos, los prisioneros eran desnudados y encadenados al piso de una celda en la que difícilmente cabían sentados.

"Lloré porque me sentía tan desesperanzado y confundido", evoca Chum Mey. En los siguientes 12 días, lo llevaban tres veces cada día a uno de los cuartos de interrogatorios de la prisión para torturarlo.

Dos guardias se turnaban para golpearlo con una vara cubierta de alambre trenzado. Eventualmente decidieron arrancarle la uña del dedo gordo del pie.

"Podía tolerar el dolor de los golpes e incluso cuando me arrancaron la uña, pero lo que me aterrorizaba eran los choques eléctricos", relata, tocándose la cabeza.

Los choques eran administrados con electrodos colocados dentro de los oídos. Chum Mey quedó sordo de un oído como resultado y dice que escucha el sonido de agua que corre cuando mueve la cabeza.

"Sentía que mis ojos estaban quemándose y mi cabeza era una máquina. Después de eso comencé a decirles lo que querían escuchar. Yo ya no sabía lo que era correcto o incorrecto".

Cuenta esto sentado en el escritorio donde fue escrita a máquina la confesión que extrajeron sus dos interrogadores. Frente al escritorio hay una cama de metal con pesadas cadenas.

Todos sospechosos

La mayoría de las personas que terminaron en estas celdas eran miembros de los Jemer Rojo y familiares, acusados de colaborar con gobiernos extranjeros o espiar para la CIA o la KGB (la agencia de inteligencia rusa).

"El régimen era caldo de cultivo para la paranoia", explica un guía del museo.

"Los soldados terminaban sabiendo demasiado y así se convertían en potenciales víctimas de tortura y muerte".

El colega sobreviviente de Chum Mey, Bou Meng, era originariamente simpatizante del Jemer Rojo.

Él y su esposa fueron arrestados el 16 de agosto de 1977.

"Gritaron en la cara de mi esposa que Angkar nunca había arrestado a la persona equivocada", recuerda.

Lo primero que hace Bou Meng cuando nos sentamos en el patio de la cárcel es mostrarme una ilustración que ha hecho de su mujer.

"Ma Yoeun", murmura con lágrimas en sus ojos, haciendo un gesto para que yo repita el nombre de su mujer muerta.

La mayoría de los presos de la S-21 eran trasladados en un camión, de noche, a Choeung Ek – uno de los lugares que se hizo famoso como los Campos de la Muerte. Un equipo de verdugos adolescentes los esperaban allí.

"¿Por qué no pudieron intentar mantenerla viva también?", se pregunta Bou Meng. "Lo único que hizo fue cuidar de la gente".

La pareja fue separada al llegar a la prisión.

"Pintar retratos me salvó la vida"

Los prisioneros recibían como alimento dos cazos de avena aguada al día. Chum Mey tenía tanta hambre que se comía las ratas que corrían por su celda.

Una pequeña caja para las balas servía como retrete. "Si se derramaba cualquier desperdicio, teníamos que lamerlo del suelo", indica.

Bou Meng todavía recuerda el opresivo hedor en el aire.

"Al principio pensé que era algo como pescado o ratones muertos... porque nunca había olido carne humana pudriéndose".

Después de varios meses de interrogatorio, Bou Meng también se rindió y dio una confesión falsa, admitiendo ser parte de una red de la CIA y nombrando a otros "colaboradores".

Cuando el jefe de la prisión, conocido como "camarada" Duch, se enteró de que era artista, le ordenó reproducir una fotografía en blanco y negro de Pol Pot.

Duch le advirtió que si no se parecía a la realidad, lo mataría.

Bou Meng tardó tres meses en terminar el cuadro, medía 1,5m de ancho y 1,8m de alto.

Satisfecho con su trabajo, Duch le pidió hacer grandes retratos de Karl Marx, Lenin y Mao Zedong, así como muchos otros de Pol Pot.

También le pidieron a Bou Meng que dibujara al líder comunista de Vietnam, Ho Chi Minh, varado en un tejado en el medio de una gran tormenta.

"No sé por qué Duch necesitaba estos cuadros y no me atreví a preguntar", explica.

Por su parte, Duch mantuvo a Chum Mey vivo porque podia arreglar máquinas de escribir, cruciales para tomar nota de las confesiones. También arreglaba máquinas de coser, que se utilizaban para fabricar los uniformes negros del Jemer Rojo.

Juicio contra el "camarada" Duch

En 2009, los dos hombres testificaron contra Duch –exprofesor de matemáticas que se convirtió en el arquitecto de los métodos de tortura y ejecución de la S-21- ante el tribunal de crímenes de guerra auspiciado por Naciones Unidas.

Al igual que su regreso a S-21, su participación en el juicio les ayudó a encontrar consuelo.

Los dos niños pequeños de Bou Meng murieron por enfermedad durante los años de Pol Pot y no fue hasta el juicio de 2009 que se enteró de que su esposa probablemente acabó en una fosa común.

Volvió a la prisión en los '80 para buscar la foto de Ma Yoeun así como la suya.

Me enseña una copia de la fotografía que le tomaron a su esposa cuando llegó a la cárcel – nunca encontró la suya propia.

"La veo aquí, frente a nosotros ahora mismo", dice, dejando la mirada perdida. Le gustaría ser capaz de visitar su tumba y rezar sobre sus restos.

Al testificar en el juicio contra Duch, le dieron la oportunidad de hacer una pregunta, así que le preguntó a Duch dónde mataron a su mujer. Un lloroso Duch no fue capaz de responder.

Chum Mey tampoco encontró nunca su fotografía, sólo una copia de su confesión y una lista de prisioneros. Al lado de su nombre había una anotación: "Mantenerlo por un tiempo".

Su esposa estuvo viva hasta el 7 de enero de 1979, cuando las tropas vietnamitas tomaron Phnom Penh, marcando el final del dominio del Jemer Rojo en el país.

Los acontecimientos desataron el pánico en la prisión S-21 y los guardas tomaron a los prisioneros y huyeron a los barrios de las afueras a esperar órdenes. Aquí Chum Mey se reencontró con su esposa y su hijo recién nacido.

Pero sólo él sobrevivió al combate entre el Jemer Rojo y las fuerzas de oposición.

Ya había perdido a su hijo de 3 años por la fiebre durante la forzada evacuación de Phnom Penh en 1975. Sus dos hijas desaparecieron mientras estaba preso en S-21.

Tanto Bou Meng como Chum Mey se volvieron a casar y tienen nuevas familias.

Los nietos de Chum Mey juegan en el patio de la cárcel conforme hablamos.

"Visitar este lugar a diario me acerca a las víctimas en estas fotografías", dice.

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