La feminista tunecina cuyo desnudo escandalizó al mundo árabe
El 8 de marzo de 2013 Amina Sboui se tomó una fotografía, la subió a Facebook, respiró profundo y pulsó el botón de compartir.
Ella estaba tranquilamente en casa de sus abuelos en la capital de Túnez, pero en las redes se gestaba el escándalo.
En la imagen se veía a Amina, una feminista de entonces 18 años, recostada en un sofá de cuero mientras leía un libro y fumaba un cigarrillo.
Tenía los labios pintados de rojo, los ojos delineados de negro, y estaba desnuda de cintura para arriba.
En su torso había escrito en árabe: "Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie".
Los comentarios no se hicieron esperar.
A la hora de haber compartido la foto, ya tenía casi mil.
Y Amina entró en pánico.
Había previsto el acoso, la misoginia, incluso las amenazas de muerte.
Pero en lo que no había pensado era en algo que hoy parece inevitable: que su madre se enteraría.
Exorcismo
Así que tomó una decisión drástica: apagó la computadora y se fue de casa.
Su madre la encontró seis días después, escondida en la casa de una amiga, en el centro de Túnez.
La agarró y la metió en un coche que la llevaría a Kairuán, en el sur, donde tenía una hermana.
Con ella pasaría las siguientes tres semanas, encerrada en la casa familiar.
Incapaz de encontrarle una explicación racional al comportamiento de su hija, la madre concluyó que había sido poseída por el diablo.
Y Kairuán era un buen lugar para buscarle solución a eso, pensó.
La ciudad, también llamada Kirwan or al Qayrawan, además de ser patrimonio de la humanidad declarada por la Unesco, es uno de los más antiguos centros del islam en el norte de África.
Así que no fue difícil encontrar entre sus clérigos a un hombre que decía ser un experto en exorcismos.
Amina recuerda cómo el hombre llegaba a la casa día tras día, le posaba las manos sobre la cabeza y recitaba pasajes del Corán.
También le preguntaba si había vomitado bilis.
Cuando el celular del exorcista sonaba durante la ceremonia, lo interpretaba como la prueba de que había un demonio en la habitación.
"Que tu teléfono suene, es la prueba de que alguien te llama", le aclaraba la joven.
Femen
A mediados de abril, con la esperanza de que Amina se había curado de su locura y que su vida ya no corría peligro, su familia la dejó volver a la capital.
Pensaban que lo peor había pasado.
Pero pronto se dieron cuenta del error.
Un mes después, Amina regresó a Kairuán no para visitar a su tía, sino para protestar por una reunión que había planeado Ansar al Sharia, una organización islamista radical que surgió durante la revolución tunecina de 2011.
En la puerta de un cementerio no lejos de la gran mezquita de Kairuán, Amina garabateó la palabra Femen, que es el nombre de un colectivo feminista europeo cuya sede está en París.
Las manifestaciones de las integrantes de ese grupo son famosas por sustopless. De hecho, esas protestas inspiraron su propio acto de desafío.
Inmediatamente fue arrestada y acusada primero de cargar un spray de pimienta y posteriormente de indecencia y de profanar un cementerio.
El juicio a Amina remarcó aún más una línea que ha dividido la sociedad tunecina por décadas.
El país está entre los lugares más progresistas en el mundo árabe y había muchos ciudadanos, entre ellos activistas de derechos humanos, secularistas, feministas, que estaban dispuestos a defender su derecho a protestar incluso si no estaban de acuerdo con sus métodos.
Otras voces liberales, incluyendo algunas de las feministas más populares, condenaron a Amina. Su argumento era que sus acciones representaban un retroceso para los derechos de las mujeres al convertir lo que era una lucha social y política en una guerra divisiva imposible de ganar entre la fe y la cultura.
Pero hubo voces que hablaron aún más alto: los islamistas que se reunieron afuera del tribunal en Kairuán, quienes pedían que Amina fuese azotada o apedreada hasta la muerte.
"Déjennos solas"
En mayo, una situación que ya era volátil fue exacerbada cuando tres activistas de Femen, de nacionalidades europeas, fueron arrestadas cuando protestaban fuera del Ministerio de Justicia en Tunicia.
Maya Jribi, una política tunecina y una defensora de los derechos de las mujeres, deploró el uso de las tácticas de Femen en el contexto de un país como Túnez. "Por favor, déjennos solas", indicó. "Ustedes están poniendo en riesgo todo por lo que hemos luchado".
Tras un mes, las manifestantes fueron dejadas en libertad y regresaron a París.
A inicios de agosto, después de dos meses que fuese declarada culpable de tener un spray de pimienta y de que fuera encarcelada, Amina fue puesta en libertad.
Todavía recibía amenazas de muerte pero quería terminar su educación. Decidió irse a Francia.
Muchos tunecinos estuvieron complacidos al verla partir.
Ahora, después de dos años de estar en París, Amina ha regresado y está lista para lanzar una nueva revistas feminista.
En Francia, completó la secundaria, se hizo varios tatuajes y coescribió su autobiografía que fue publicada en París con el título: "Mi cuerpo me pertenece".
En el título y en el libro, Amina enfatizó la idea que había tratado de expresar con la fotografía original: cuando el cuerpo femenino es visto como el repositorio del honor de la familia o como una fuente de su vergüenza, se convierte inmediatamente en una posesión que debe ser tenida y resguardada por los hombres.
La demanda masculina por la modestia femenina, argumentó, es implícitamente respaldada por la amenaza de la violencia.
Los llamados "asesinatos de honor" son todavía endémicos en África del Norte y el Medio Oriente y son la más extrema manifestación de esa amenaza.
"Se habla de la gente que muere por el consumo de alcohol, de cigarrillos, de drogas", Amina señala. "Pero también hay muertes de honor. No tenemos estadísticas, pero estoy segura que son enormes".
Una revista
Durante gran parte de su tiempo en París, Amina se quedó en la casa de la familia del escritor y editor francés Michel Sitbon y ha sido gracias a su apoyo financiero que ha podido empezar a trabajar en su nuevo proyecto.
Amina describe la publicación, que empezará a circular en enero de 2016, como una "revista femenina feminista (…) maquillaje, moda, cocina, pero también vamos a hablar de libros, sobre el aborto, la homosexualidad, los refugiados, el secularismo… Intentaremos que las mujeres nos vean como algo interesante".
La revista se llamará Farida, un nombre de mujer que significa "única" en árabe pero que también le evoca la palabra inglesa "freedom" (libertad). Será escrita solo en árabe y tiene como objetivo llegar a las mujeres de entre 15 y 25 años.
Farida se inspiró en una publicación llamada Paiza, que fue publicada en Túnez en 1958 por una periodista y editora llamada Dorra Bouzid.
Ahora con 80 años, Bouzid todavía es activa en Túnez y estaba planeando colaborar con Amina hasta que se pelearon.
Sea cual sea la razón de sus desacuerdos, Amina reconoce su deuda con una feminista mayor y ve paralelismos entre las necesidades de las tunecinas de hoy en día y las luchas de una generación anterior.
Cuando Bouzid publicó Faiza, Túnez era un país estrenando independencia y su primer presidente, Habib Bourguiba, había pasado una serie de leyes que le daban nuevos y sin precedentes derechos a las mujeres en ese país.
La poligamia había sido declarada ilegal y el divorcio había sido legalizado.
El matrimonio no podía efectuarse si no existía el consentimiento de la mujer.
Había una necesidad urgente, Amina señala, de que las ideas seculares de los gobernantes de Túnez se vieran reflejadas en la prensa popular y que se tradujeran en la cultura de la vida diaria.
Miedo
Faiza, la primera revista femenina publicada en árabe, era parte de ese movimiento. Y Farida, Amina espera, tomará los mismos valores progresivos y seculares para una generación de jóvenes que han crecido en el clima intensamente religioso y conservador de Túnez del siglo XXI.
La hostilidad hacia las formas fundamentalistas es el hilo que une las protestastopless de Amina con su trabajo como escritora y editora.
No se arrepiente de la provocación incendiaria de las fotos con los senos descubiertos, pero quiere enfocar su atención en "algo que todo el mundo pueda entender".
Farida, dice, "será más madura que provocativa. No es como 'Amina, la activista'. Es otra personalidad".
La controversia que Amina desató en 2013 no se ha extinguido aún. En las calles de Túnez e incluso en la pintoresca localidad de Sidi Bou Said, donde ahora vive, la apariencia de Amina en la calle provoca insultos, abuso y miradas de incredulidad.
Túnez podría estar entre las naciones más liberales de África del Norte, pero se mantiene como un país predominantemente islámico y tradicional, un lugar en el que el cabello azul, los piercings y los tatuajes de Amina representan un choque con las fuerzas de poder.
Las amenazas de muerte no han desparecido en su totalidad. Pero si Amina tiene miedo, no lo demuestra. Son los que odian, dice, quienes están realmente asustados. "Veo personas a quienes les asustan las mujeres", señala.
"Están tratando de hacer lo que sea para que no podamos abrir nuestras bocas porque sienten el peligro que representa una mujer".