La emotiva historia de un abuelo de 93 años que se graduó del colegio junto a su nieto
En medio de la Segunda Guerra Mundial, el entonces Presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, pidió al Congreso el estado de guerra a raíz del ataque a Pearl Harbor por parte de Japón. En consecuencia, alrededor de 110.000 de nipones, tanto hombres como mujeres, niños y ancianos, fueron recluidos en campos de concentración en la costa oeste.
Fue en ese momento cuando Haruo Hayashi cursaba el segundo año de la secundaria de Arroyo Grande, ubicada en el condado de San Luis Obispo, en California, y trabajaba en la granja familiar.
Según informó el medio The Tribune, en 1942, la policía lo envió a él, a su hermano menor y a sus padres a un centro de reubicación en Arizona.
En 1944, luego de liberarlo, Haruo se unió al ejército por un breve tiempo y, posteriormente, volvió a San Luis Obispo para seguir trabajando en la granja familiar. Desde entonces, se destacó como agricultor, fue defensor de los derechos de los afectados por la orden de reubicación de la guerra de 1942. Todo esto lo convirtió en una de las figuras más conocidas de Arroyo Grande.
Se casó con una mujer japonesa llamada Rose, con quien tuvo cinco hijos. Su esposa murió en 2015 y él decidió cumplir un sueño pendiente: terminar el colegio.
Se matriculó nuevamente en la secundaria de Arroyo Grande y luego de dedicarle varios años al estudio, finalmente se recibió. Pero lo más emocionante es que lo hizo junto a uno de sus nietos, KobeHayashi.
"Hoy tengo el honor de anunciar a un graduado muy especial", dijo Rocio Palacios-DeVries, una de las autoridades de la institución, donde se recibieron este año 468 alumnos.
Y agregó: "Arroyo Grande fue, es y siempre será su hogar. Él fue, es y siempre será un Águila de Arroyo Grande. Es mi privilegio anunciarlo, Haruo Hayashi. Clase de 1944", declaró Palacios-DeVries.
Desde su asiento al lado del escenario, a Haruo, vestido con una bata azul y una bata, se lo veía feliz cuando el director Dan Neff se acercó a darle su diploma. Aunque su reacción fue algo más tranquila que la del nieto, quien arrojó billetes falsos de 100 dólares como modo de festejo.
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