Por AFP
Disputas e insultos públicos entre asesores, ministros en situación inestable: la administración de Donald Trump da una imagen de equipo desunido, consumido por la rivalidad y las dudas.
Varios asesores o ministros están hoy en dificultades, cayeron en desgracia o se ven debilitados por rumores de despido o dimisión:
Reince Priebus, Anthony Scaramucci y Steve Bannon
Reince Priebus y Anthony Scaramucci mantienen una rivalidad pública implacable. El primero, caudillo del Partido Republicano, fue reclutado al principio del mandato de Trump para ser secretario general de la Casa Blanca, encargado de dar coherencia a la acción de gobierno. El segundo, exitoso hombre de finanzas, es desde el 21 de julio director de Comunicación de la presidencia con la misión de volver a darle impulso a las acciones de Donald Trump.
Scaramucci, de 53 años, le reprocha a Priebus, de 45, de orquestar fugas de información a la prensa. Tuvo un serio desliz el miércoles de noche durante una conversación con un periodista de The New Yorker. Priebus es "un puto esquizofrénico paranoide", dijo antes de dedicarse a proferir groserías contra Steve Bannon, el asesor estratégico de Donald Trump, muy cercano a la extrema derecha. “Yo no intento mamármela como él", dijo.
"A veces me expreso con un lenguaje florido", admitió Scaramucci, alias "Mooch".
El Fiscal General, Jeff Sessions
Fiel seguidor de Donald Trump, este ex legislador ultraconservador por Alabama fue el primer senador en sumarse a la candidatura del empresario neoyorquino cuando aún era un outsider en la carrera.
Pero cayó súbitamente en desgracia al principio de la semana pasada, cuando el presidente le reprochó públicamente que se hubiera recusado en la supervisión de la investigación sobre la denuncia de la injerencia rusa en la elección presidencial. Trump estima que su secretario de Justicia ya no está en condiciones de protegerlo.
El mandatario multiplicó en los últimos días sus ataques contra Sessiones, alimentando las especulaciones sobre su despido o renuncia. Sessions se aferra por el momento a su cargo, pero considera que las palabras del presidente son "hirientes".
Secretario de Estado, Rex Tillerson
Rex Tillerson, ex presidente del gigante petrolero ExxonMobil, dirige la diplomacia estadounidense sabiendo que en cualquier momento puede ser desmentido o desautorizado por un tuit del presidente. Y cree que la tarea es al menos compleja, según diversos relatos.
Ejemplo reciente: Tillerson, de 65 años, quedó mal parado ante la Casa Blanca a propósito de la crisis del Golfo que enfrenta a Catar con las monarquías vecinas. Se puso en el lugar de un mediador imparcial mientras Donald Trump tomaba partido por los saudíes.
Tillerson debió desmentir esta semana los rumores de dimisión a causa de las fricciones con la Casa Blanca, donde el yerno del presidente, Jared Kushner, parece tener el control de varios asuntos de política exterior.
"No me voy a ninguna parte", aseguró el secretario de Estado, quien agregó que se quedará en el cargo "hasta que el presidente lo permita".
Secretario de Defensa, Jim Mattis
El muy respetado general retirado de los Marines estaba de vacaciones esta semana cuando Donald Trump anunció, sin previo aviso, que las personas transgénero no podrían ingresar a las Fuerzas Armadas.
Según The New York Times, el jefe del Pentágono, de 66 años, no fue tenido en cuenta en esta decisión y fue advertido recién la víspera del anuncio, hecho en una serie de tuits. El diario, que cita fuentes cercanas al secretario, sostiene que Jim Mattis está "consternado" de que semejante anuncio haya sido hecho vía Twitter.
El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer
Tras seis agitadísimos meses, Sean Spicer, de 45 años, decidió irse. No soportó la llegada de Anthony Scaramucci para ponerse al frente de las comunicaciones de la Casa Blanca.
Sus inicios fueron difíciles. Fue obligado a defender las afirmaciones notoriamente falsas de que la concurrencia al acto de investidura de Donald Trump había sido la mayor de la historia de esos eventos.
Las conferencias de prensa cotidianas del portavoz de la presidencia se enfrentaban a menudo a encrucijadas y contradicciones inocultables, convirtiéndose así en uno de los blancos favoritos de los humoristas de las cadenas de televisión estadounidenses.