La denuncia de un sacerdote sobre la dantesca situación de las cárceles en Brasil
Personas heridas, celdas hacinadas y mala alimentación.
Estos son los principales recuerdos que el padre Valdir João Silveira, coordinador nacional de la Pastoral Penitenciaria, tiene de las tres visitas que hizo a la Penitenciaría Anísio Jobim (Compaj) en Manaus.
De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública de la Amazonía, 56 personas murieron en un enfrentamiento entre miembros de dos pandillas en esta prisión durante un motín a inicios de esta semana que duró cerca de 17 horas. Una inspección realizada por el Consejo Nacional de Justicia (CNJ) en octubre el año 2016 calificó a la cárcel como "mala".
"Se trata de una fábrica de la tortura, que produce la violencia y crea monstruos. Es un ambiente estresante y la barbarie es constante", dijo el padre Valdir Silveira a BBC Brasil.
No hace falta ser clarividente. Lo qué pasó en Compaj ha estado ocurriendo en Brasil desde hace mucho tiempo, como en Rio Grande do Norte, Rondonia y Paraná. Y está empeorando e intensificándose en todo el país
Según él, durante las tres visitas que hizo al sitio en 2015 encontró personas con lesiones y enfermas. Pero de acuerdo con el cura, los reclusos no se quejaban por temor a represalias, y desde entonces, sólo recibió informes de que la situación había empeorado aún más.
Silveira dijo, sin embargo, que se encontró una situación similar en diferentes cárceles del país. "Usted ve eso en todos los estados. Es una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento en todo el país. En la prisión de Humaitá, también en la Amazonía, la situación es aún más precaria", dice.
Acciones inmediatas
Según el sacerdote, todos los días ocurren varios motines en el país, pero sólo los más importantes son reportados por la prensa. Considera que las pandillas tienen la culpa de las situaciones creadas por el propio Estado.
Para él, los disturbios están motivados por el hacinamiento y sólo disminuirán después de que el gobierno tome una serie de medidas.
La primera es proporcionar apoyo legal a los presos, que pasan demasiado tiempo a la espera de que sus casos sean juzgados. El cura menciona que muchos presos en régimen semiabierto están en celdas con presos en régimen cerrado, por ejemplo.
Entre otras medidas, cita la mejora de la alimentación, atención médica y tratamiento a la familia de los reclusos, cómo poner fin a los registros vejatorios. Esto aseguraría condiciones mínimas para los detenidos. |
"Ninguna unidad de la Amazonía soporta un riguroso control de inspección de servicios sanitarios, por ejemplo. En algunos de ellos, si la familia del preso no llevan artículos básicos como papel higiénico, ellos simplemente no tienen. ¿Cuál es el resultado? El aumento de la violencia", dijo.
"No hace falta ser clarividente. Lo qué pasó en Compaj ha estado ocurriendo en Brasil desde hace mucho tiempo, como en Rio Grande do Norte, Rondonia y Paraná. Y está empeorando e intensificándose en todo el país", dice el sacerdote.
Para él, la estructura del sistema penitenciario brasileño facilita que los prisioneros sean cada vez más violentos. Cita como ejemplos la prisión Almibar Bruno, en Recife, y el Centro de Porto Alegre - donde hay cuatro facciones criminales diferentes y una situación muy inestable.
Dice que las celdas con hombres apiñados en un ambiente oscuro y sucio provoca ira entre los prisioneros.
"Es como un campo de concentración. No entiendo cómo los presos siguen estando tan tranquilos", dice.
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