La apertura de fronteras da paso a la contaminación en Myanmar
"Imagínese dos tanques, conectados por un alambre de espino de 200 metros de longitud, que atraviesan la sabana africana como un arado y en el camino capturan cebras, leones, gacelas y elefantes". Una imagen cruel, que describe el biólogo marino Manuel Marinelli. Y va más allá. "Imagínese ahora que estos cazadores solo se quedan con las gacelas para procesarlas como filetes para su venta. El resto de animales, que cuelgan muertos en el alambre de púas, los desechan y los dejan descomponer”, añade.
Marinelli luchó durante años contra la pesca de arrastre como activista de Greenpeace. Explica que, "si alguien hiciera una cosa semejante en África, iría a la cárcel. Pero eso es precisamente lo que sucede a diario en el fondo del océano. La destrucción de la vida marina está aumentando sin que la gente sea consciente de ello". Esta destrucción no es visible a simple vista, según explica el biólogo marino a la DW, y del mismo modo tampoco es visible la creciente basura oceánica para la mayoría de personas.
El mes pasado, el austríaco, y fundador de la organización sin ánimo de lucro Proyecto Manaia, navegó en las cristalinas aguas de la región costera alrededor del archipiélago de Mergui. 800 islas pertenecen a esta agrupación, situadas a lo largo de la costa de Myanmar, con una extensión que abarca mucho más allá de la frontera de Tailandia. El aislamiento que ha sufrido Myanmar, también conocido como Birmania, durante 60 años, ha sido una bendición para la riqueza de los arrecifes coralinos y ha permitido la existencia de un ecosistema con 365 especies de peces de diversos colores. Sin embargo, hasta la fecha este ecosistema es poco conocido.
Marinelli quiere cambiar esta situación. Para ello, planea ayudar a periodistas, científicos y cartógrafos en su trabajo en esta área remota con un catamarán, que ha podido financiar a través de donaciones. También se propone apoyar a la bióloga marina alemana, Julia Hager, que examina la propagación de microplásticos, o micropárticulas de plástico, en el océano.
Bases para la protección del medio ambiente
Su objetivo es compartir los conocimientos adquiridos con otras organizaciones sin ánimo de lucro. Además, Julia Hager compila datos sobre la contaminación de plástico para la UNESCO, que en 2014 declaró la región en torno al archipiélago de Mergui Patrimonio de la Humanidad y la vigila de forma permanente. Ambos esperan preservar las islas y el agua limpia de las consecuencias del desarrollo económico actual del país.
"Cuanto más se desarrolle el país, esta región también será más reclamada. Y con ello será más difícil argumentar que es importante mantener el lugar intacto", dice Marinelli, quien subraya la importancia del archipiélago tanto para la fauna local, como para los moken, una tribu nómada y marinera compuesta por unas 3.000 personas.
Para los moken, también conocidos como "gitanos del mar", el océano es desde hace al menos 300 años su hogar y fuente de alimento. También se les conoce como buceadores libres, ya que son capaces de zambullirse sin equipo hasta 20 metros de profundidad en las aguas azules y mantener la respiración hasta siete minutos, mientras cazan peces con lanzas o recogen moluscos del fondo marino.
Nunca pescan más de lo necesario para comer al día, siendo el modelo personificado de la pesca sostenible. Pasan hasta ocho meses al año en el mar viviendo en sus barcos de madera, llamados Kabang. Los antropólogos creen que este pueblo ha vivido desde hace siglos alrededor del archipiélago de la costa de Myanmar y Tailandia.
Naturaleza en transformación
Los moken ya está familiarizados con la contaminación medioambiental. Hace tres años Nguk Suriyan Katale, un buceador experimentado de la tribu, participó en inmersiones de limpieza al sur de la provincia de Phuket. En un solo día extrajo un bidón de aceite, un neumático de coche y grandes redes de arrastre, utilizadas para barrer el fondo marino – 15 toneladas de basura fueron extraídas ese día del mar.
"La gran cantidad de basura bajo el agua amenaza a los peces y a otras especies marinas", lamenta Katale. Especialmente le preocupan las tortugas, porque se mueren si comen el plástico. Asimismo, las redes de pesca que podrían quedar atrapadas en los arrecifes de coral matan a muchas criaturas marinas.
Julia Hager, quien investigando los leones marinos en EE.UU. se encontró por primera vez con el problema de los grandes volúmenes de basura plástica en los océanos, lo describe como un contaminante especialmente preocupante.
"El microplástico es una amenaza para toda la vida en la Tierra. No solo para los animales y mares, sino también para nosotros los seres humanos", afirma la bióloga. "Tiene la capacidad de absorber los productos químicos que flotan en los océanos, como por ejemplo, pesticidas, medicamentos o retardantes de llama. Más tarde, todas estas sustancias químicas se depositan en los tejidos de los peces que se comen el plástico", explica la investigadora.
Un problema apenas controlable
Las muestras recogidas demuestran que en cuatro de cada cinco playas examinadas del archipiélago de Mergui se ha encontrado microplástico – en su mayoría poliestireno, un polímero termoplástico que principalmente se emplea como aislante térmico. Una parte proviene, según Hager, del material de embalaje de los barcos de pesca o de las obras de construcción cercanas. A medida que se aprueban más proyectos de desarrollo comercial y pesquero, mayor es la probabilidad de encontrar partículas de plástico en las aguas cercanas.
Sin la condición de área protegida, el archipiélago de Mergui será progresivamente víctima del desarrollo económico de la costa de Myanmar. Para la población local, como Katale, no solo se verá afectado el aspecto de la naturaleza y del mar, sino también su forma de vida. Su mensaje es amable, pero claro: "sería bueno si la gente ayudara a recoger la basura. Ya sea en su camino a la playa o en el agua mismo. Cada ayuda puede servir".
La pregunta es si eso es suficiente. Aún nadan aquí rayas, peces pipa fantasma y anguilas listón azul entre los arrecifes de coral vírgenes. Sin embargo, el ecosistema paradisíaco se ve amenazado por la actividad humana. La recogida de plástico solo, no podrá salvarlo.
Parte de las informaciones se nos han sido proporcionadas por el Proyecto Moken para su publicación.