El diplomático argentino Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), agencia de vigilancia nuclear de las Naciones Unidas, se reunió con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y negoció con el régimen iraní, en medio de dos escenarios que representan temores atómicos para el planeta.
Con el líder ruso su propósito era advertir sobre los peligros de actuar demasiado rápido para reiniciar la planta de energía nuclear de Zaporiyia, en Ucrania, ocupada por las tropas rusas desde poco después de la invasión de 2022.
Una semana después, Grossi llegó a Teherán para conversar con el ministro de Relaciones Exteriores de Irán y el jefe de su programa nuclear civil, en momentos en que altos funcionarios de ese país insinúan que nuevas confrontaciones con Israel podría conducirlos a elaborar una bomba.
Ambas partes, tanto Putin como los funcionarios iraníes, se mostraron abiertos a negociar, sospechando, sin embargo, que el argentino informará los detalles de su conversación a Estados Unidos, según destaca un artículo de The New York Times.
A pesar de su posición, Grossi aseguró en una entrevista que expone el medio norteamericano que “soy un inspector, no un mediador”, aunque recalca que “tal vez, de alguna manera, pueda ser útil en los márgenes”.
A comienzos de este mes, el jefe de la OIEA pidió a Irán que adopte medidas "concretas y tangibles" para disipar las preocupaciones sobre su programa nuclear.
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Sin embargo, al regresar de su visita a Teherán consideró "totalmente insatisfactoria" la cooperación con Irán.
"Tenemos que avanzar (...) La situación actual es totalmente insatisfactoria para mí. Estamos en un callejón sin salida (...) y eso debe cambiar", dijo a periodistas en el aeropuerto de Viena la semana pasada.
El diplomático argentino aseguró sospechar que regresará a Teherán “con frecuencia”.