AFP
Lágrimas, cantos y diatribas contra "el diablo" marcaron este domingo el primer servicio religioso en la iglesia de Charleston, en Carolina del Sur, luego que el miércoles nueve feligreses negros fueran asesinados a balazos por un joven supremacista blanco en esta ciudad del sureste de Estados Unidos.
Esta masacre, una de las peores de la historia reciente de Estados Unidos, puso de manifiesto la intolerancia racial y reanudó el debate sobre la legislación sobre la tenencia de armas de fuego.
Varias centenas de personas, negras y blancas, ocuparon durante dos horas los bancos de la Iglesia Metodista Episcopal africana Emanuel, la más antigua de la comunidad negra de Charleston, lugar emblemático de la lucha por los derechos civiles y escenario del baño de sangre perpetrado por el joven Dylann Roof.
Otros centenares de personas, entre fieles y curiosos, se agolparon al exterior de la iglesia, desde donde podían escuchar por altoparlantes el largo discurso del pastor John Gillison y cantos religiosos.
Un coro de gospel cantó varios minutos ante un público calmo, en el que se veía a numerosas personas emocionadas hasta las lágrimas.
La ceremonia fue retransmitida durante dos horas por los canales de televisión estadounidenses.
El reverendo Gillison aludió en numerosas oportunidades, sin nombrarlo, a Dylann Roof, el presunto asesino, que fue inculpado y se encuentra detenido.
La masacre tuvo lugar en Charleston el miércoles, luego que Roof, de 21 años, se introdujera en una velada de lectura bíblica. Tras permanecer una hora en la iglesia, el joven se levantó de improviso y abrió fuego.
Los fieles "estaban en la casa del señor, estudiando sus palabras, orando juntos", clamó el jerarca religioso. "Pero el Diablo también entró. Y sin duda alguna intentó tomar el control. Gracias a dios, aleluya, no podía controlar a vuestros fieles. Y no podía apoderarse de vuestra iglesia".
