Una guerra nuclear entre Estados Unidos y Rusia provocaría una hambruna global que podría matar a más de 5.000 millones de personas, según un estudio publicado el 15 de agosto en la revista científica Nature Food.
Incluso una guerra nuclear regional, por ejemplo, entre India y Pakistán, podría provocar hambrunas en todo el mundo. Este es el resultado de los cálculos de modelos de climatólogos de la estadounidense Rutgers University que simularon los efectos de dicha guerra a través de las partículas de hollín en la atmósfera superior, que expulsarían a la atmósfera los fuegos derivados de un conflicto atómico.
Seis posibles escenarios de una guerra nuclear
La investigadora Lili Xia y su grupo han estudiado seis posibles escenarios: cinco de ellos corresponden a guerras nucleares entre India y Pakistán, mientras que el sexto es un gran conflicto entre Rusia y Estados Unidos. Los científicos han hecho sus cálculos "en base al tamaño del arsenal nuclear de cada país", detalla su universidad en un comunicado.
Al introducir sus estimaciones en un modelo climático, los expertos han calculado el impacto que sufriría la producción de cultivos de maíz, arroz, trigo y soja, así como los cambios que sufrirían las tierras de pastoreo y los bancos globales de pesca.
Xia señala que el estudio se basa en muchas suposiciones y simplificaciones sobre cómo respondería el complejo sistema alimentario mundial a una guerra nuclear. Pero las cifras son contundentes.
Bajo el escenario menos dañino, una guerra restringida entre India y Pakistán, la producción media de calorías alimentarias mundial decrecería un 7 % en los cinco años siguientes al conflicto. En el peor de los casos, en cambio, esa producción caería un 90 % en un periodo de tres o cuatro años.
El declive en los cultivos sería especialmente severo en las latitudes medias y altas, incluido en Estados Unidos y Rusia, grandes exportadores de alimentos, lo que tendría un grave impacto en países importadores de África y Oriente Medio.
Más del 75 % del planeta sufriría hambruna en el peor escenario, según el trabajo liderado por Xia, que especula con la posibilidad de que la producción agrícola ahora destinada a animales podría servir para alimentar a la población humana en un primer momento.
Australia y Nueva Zelanda podrían sufrir un impacto menor
En caso de que se desate esta crisis, muchas naciones que dependen de los alimentos enviados desde otros lugares tendrían que adaptarse rápidamente, especialmente las naciones situadas en latitudes medias y altas. No obstante, para algunas comunidades, las consecuencias no serían tan severas.
Sin un comercio internacional que complemente su dieta, la población de Australia podría seguir obteniendo al menos la mitad de sus calorías del trigo de primavera. Según Science Alert, Las simulaciones realizadas por los investigadores revelaron que este cultivo experimentaría un descenso mínimo en su rendimiento, o incluso un ligero aumento.
En el mapa del equipo, que muestra grandes partes del mundo coloreadas en rojo, por la hambruna, Australia brilla con un verde intacto, incluso en los escenarios de guerra severa, según informa Nature. "La primera vez que le enseñé el mapa a mi hijo, la primera reacción que tuvo fue 'vamos a mudarnos a Australia'", dice Xia.
Aunque los australianos seguirían teniendo que apretarse el cinturón, podría evitarse el mismo nivel de bajas. Asimismo, el suministro de alimentos de Nueva Zelanda podría sufrir un impacto menor que el de las naciones que dependen de cultivos como el arroz.
Sin embargo, como señalan los investigadores, la agitación sociopolítica que inevitablemente se produciría convierte las predicciones relativamente sencillas sobre la economía alimentaria en un caos.
"Pero si este escenario se produjera realmente, Australia y Nueva Zelanda probablemente verían una afluencia de refugiados procedentes de Asia y otros países con inseguridad alimentaria", señalan los autores.
Compleja combinación de la producción de cultivos
Según Nature, quien cita a Deepak Ray, investigador de seguridad alimentaria de la Universidad de Minnesota en Saint Paul, y autor de otro estudio publicado a la par en Nature Foods, la investigación es un paso útil para comprender el impacto alimentario global de una guerra nuclear regional.
No obstante, se necesita más trabajo para simular con precisión la compleja combinación de la producción de cultivos en todo el mundo, agrega el medio científico. Por ejemplo, la investigación tuvo en cuenta las cifras de producción de los cultivos nacionales, pero la realidad es mucho más matizada, ya que en las distintas regiones de un país se producen cultivos diferentes para fines distintos.
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Por su parte, Xia detalló que espera analizar en mayor profundidad los efectos de una guerra nuclear en la cadena alimentaria en futuros trabajos.
"La capa de ozono quedaría destruida por el calor en la estratosfera, produciendo más radiación ultravioleta en la superficie. Necesitamos comprender el impacto de ese escenario en la producción de alimentos", detalló la investigadora.