Según un informe de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), pescadores japoneses mataron 333 ballenas en la última expedición anual en el océano Antártico, de la cuales 181 eran hembras y 122 estaban preñadas, lo que ha generado fuertes críticas por parte de la comunidad internacional.
El informe dio a conocer además que los pescadores también atacaron a otros 11 ejemplares que lograron escapar antes de ser golpeados gracias a que se encontraban en una zona en la que el hielo marino era denso.
Japón prohíbe la caza de ballenas con fines comerciales desde 1986, sin embargo, su captura se permite si tiene “fines científicos”.
La Agencia de Pesca de Japón argumenta que hay ciertos datos que solo pueden obtenerse mediante medios letales, como la edad de madurez sexual o el análisis de contenidos estomacales.
En 2014 el Tribunal Internacional de Justicia descubrió que Jarpa II, el programa japonés de caza de ballenas, no realizaba las capturas con fines científicos y ordenó detener temporalmente la matanza anual de ballenas en el océano Antártico. No obstante, los pescadores reanudaron la caza dos años más tarde.
Una de las responsables de la organización animalista Humane Society International, Alexia Wellbelove, dijo a El País que esto es “una nueva prueba de la naturaleza verdaderamente macabra e inútil de la caza de ballenas, cuando se sabe que las investigaciones no letales son suficientes para los objetivos científicos".
Los únicos países que practican abiertamente la caza de ballenas con fines comerciales, son Noruega e Islandia.