Fracaso electoral sin precedentes de los socialdemócratas en Alemania
AFP
Los socialdemócratas alemanes han sufrido este domingo una derrota histórica, un nuevo ejemplo de la crisis a escala europea de esta corriente política.
Liderado por el expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, el SPD, que gobernaba desde 2013 en coalición con los conservadores de Angela Merkel, no ha llegado al 21% de los votos en las legislativas, según estimaciones de las cadenas de televisión.
Inmediatamente después reaccionó anunciando que rechaza seguir formando gobierno con los conservadores y se pasa a la oposición. "Para nosotros, la gran coalición (con los conservadores) se acaba hoy", declaró una de sus responsables, Manuela Schwesig.
Nunca, en la posguerra, el partido había llegado a cifras tan bajas. Su peor resultado se remontaba a 2009, con 23%. Hace cuatro años obtuvo 25,7%.
Es su cuarto fracaso frente a Merkel desde 2005. Tanto si participa en las coaliciones con la dirigente conservadora como si no, el SPD ha acumulado derrotas.
Es un revés personal para Schulz, propulsado al comienzo del año a la cabeza del partido para intentar salvar una situación que ya se anunciaba sombría en las encuestas.
Y un fiasco programático después de una campaña centrada en la justicia social, que no ha convencido a una Alemania económicamente fuerte.
El partido no ha logrado desmarcarse para encarnar el cambio.
Antiguo partido de los obreros
El SPD se pasa a la oposición en el Bundestag, donde también estará la ultraderecha AfD, que ha logrado un ascenso histórico con el 13% de los votos, según varias estimaciones.
Una tercera alianza seguida con los conservadores sería difícil de imponer a las bases del SPD, en su mayoría hostiles a esto.
La dirección del SPD debería "reflexionar sobre los motivos de estas derrotas", explica a la AFP Gero Neugebauer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín.
Tendrá que "replantearse su enfoque" y "afrontar el hecho de que muchos obreros dieron la espalda al antiguo partido de los obreros", abunda Michael Bröning, analista de la Fundación Friedrich-Ebert, cercana a los socialdemócratas.
Este partido fundado en 1875 encarnó durante mucho tiempo los intereses de los "trabajadores", pero su imagen quedó maltrecha con las reformas de inspiración liberal impuestas por Gerhard Schröder entre 2003 y 2005.
Estas reformas hicieron bajar el desempleo, pero también empobrecieron a muchos trabajadores, y contribuyeron a que parte del electorado popular prefiriera a la izquierda radical de Die Linke, formación creada en parte por militantes decepcionados con el SPD. O a la ultraderecha.
¿Sin vuelta atrás?
Este nuevo fracaso del SPD se inscribe dentro de la crisis profunda que sacude actualmente a la socialdemocracia en Europa, donde los simpatizantes de centroizquierda han sufrido derrotas estrepitosas en Francia, España u Holanda.
"Para evitar futuros desastres, los socialdemócratas necesitan dirigirse a los votantes descontentos que, con razón o sin ella, se sienten económica, política y culturalmente dejados de lado", estima Bröning.
El margen de maniobra del SPD es estrecho puesto que es un "partido de centroizquierda" y "no podrá volver atrás" ni intentar llevar el programa hacia la izquierda, como hizo el Partido Laborista británico con Jeremy Corbyn, considera Neugebauer.
Este espacio ya lo ocupa Die Linke, con el que el SPD descarta cualquier alianza a nivel nacional debido a la oposición de la izquierda radical a la OTAN o a las misiones militares en el extranjero.
La oposición permitirá quizá al SPD "comenzar a hablar con otros partidos", como los Verdes o el propio Die Linke, "y ver cómo puede, llegado el caso, superar los desacuerdos", afirma Neugebauer.
"Si (el SPD) quiere mejores perspectivas en cuatro años, podría ayudarle no gobernar" durante este periodo, estima asimismo el diario Süddeutsche Zeitung.
Una decisión de doble filo: "en Francia, Holanda, España y otros países, los partidos de centroizquierda han sido expulsados del poder y quedado todavía más marginados en la oposición. Para algunos salir del gobierno supuso un camino sin vuelta", advierte Bröning.