AFP
El presidente chino, Xi Jinping, inauguró este martes el mayor puente marítimo del mundo, una enorme construcción que une Hong Kong, Macao y la China continental, en un momento en el que Pekín aumenta su dominio sobre la excolonia británica.
La construcción permite conectar, gracias a islas artificiales y gigantescos enlaces viarios, la isla hongkonesa de Lantau, al este, con la excolonia portuguesa de Macao, al oeste, y la ciudad de Zhuhai, en la provincia de Cantón. Abrirá oficialmente el miércoles, un día después de su inauguración.
"Declaro oficialmente abierto el puente Hong Kong-Zhuhai-Macao", dijo el presidente chino en una breve declaración, durante una ceremonia en la ciudad china de Zhuhai.
El jefe del ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, había agradecido antes al presidente chino el haber inaugurado el puente en persona.
La obra faraónica, que comenzó en 2009, estuvo empañada por numerosos retrasos, sobrecostes, casos de corrupción y la muerte de varios obreros.
Para las autoridades, el puente impulsará los intercambios comerciales, uniendo de forma espectacular las dos orillas del estrecho.
Pero en Hong Kong, los detractores del proyecto consideran que no es más que otro intento de Pekín de aumentar su influencia en esta antigua colonia británica, que goza en teoría de una amplia autonomía, en virtud del principio "Un país, dos sistemas", decidido durante su devolución a China en 1997.
La nueva infraestructura se enmarca en el proyecto del gobierno chino de la "Gran Bahía" (Greater Bay Area). Este prevé la integración de las dos "regiones administrativas especiales" de Hong Kong y Macao en una enorme conurbación de más de 75 millones de habitantes, que incluirá también nueve ciudades de la provincia de Cantón, la más dinámica de China, entre ellas su capital homónima y Shenzhen.
Otro de los elementos claves de ese proyecto global es la nueva línea de tren de alta velocidad entre Cantón y Hong Kong, inaugurada en septiembre.
Los críticos con esa nueva conexión ferroviaria la consideran como un "caballo de Troya" de Pekín en Hong Kong, ya que implicó la construcción de una nueva estación en el centro de la excolonia británica, vigilada por agentes de seguridad chinos.
Es la primera vez desde la devolución de Hong Kong al gigante asiático que las leyes chinas se aplican en un área del territorio semiautónomo.