El nuevo canciller alemán Olaf Scholz hace este viernes su entrada a la escena internacional con visitas a París y Bruselas con grandes ambiciones para el proyecto europeo tras la tibieza en esta cuestión de la época de Angela Merkel.
Fiel a una larga tradición iniciada después de la Segunda Guerra Mundial, la visita inaugural del nuevo canciller socialdemócrata de 63 años tendrá lugar en París, donde será recibido por el presidente Emmanuel Macron.
Después, Scholz se dirigirá a Bruselas para encontrarse con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y los dirigentes de las instituciones de la Unión Europea, Ursula von der Leyen y Charles Michel, antes de la cumbre del bloque la próxima semana.
En todos estos encuentros, la agenda se anuncia cargada con cuestiones como el recrudecimiento de la pandemia del covid-19, las tensiones con Rusia en la frontera con Ucrania, el boicot diplomático a los Juegos de Pekín o el cambio climático.
Después de 16 años de reinado de Merkel, que conoció a cuatro presidentes franceses distintos, Scholz quiere encarnar cierta continuidad y ofrecer confianza a los socios europeos.
"Enfoque diferente"
Pero el antiguo vicecanciller y ministro de Finanzas no quiere ser simplemente un calco de Merkel.
La hoja de ruta de la coalición de Scholz con Verdes y liberales muestra nuevas ambiciones de Berlín en política europea, apostando por "la evolución de la Unión Europea hacia un Estado federal europeo" de funcionamiento descentralizado.
"Es finalmente la respuesta al discurso de la Sorbona" de Emmanuel Macron, en el que abogó hace cuatro años por una vasta reforma europea, estima Pascale Joannin, directora general de la Fundación Robert Schuman.
En ese momento, Merkel se limitó educadamente a tomar nota de los deseos de Macron de una mayor integración.
"Es realmente un enfoque diferente, una apertura de Alemania hacia Francia" para trabajar en la cohesión de una Europa debilitada por el retroceso del Estado de derecho en su seno y el riesgo de marginación geopolítica, juzga el director del Instituto Franco-Alemán de Ludwigsburg, Frank Baasner.
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Consecuencias
Si la voluntad de reactivar las reformas europeas debería satisfacer a los responsables de las instituciones europeas en Bruselas, la reunión con el secretario general de la OTAN puede tener otro tono.
Por un lado, la alianza transatlántica siempre mostró recelo ante la idea de una evolución de un programa de defensa a nivel europeo. Por otro, el programa del gobierno alemán no hace ninguna mención al objetivo de la OTAN de aumentar el gasto militar.
Bajo presión de Estados Unidos, Merkel se comprometió a avanzar hacia un volumen de gasto militar del 2% del PIB por año. La nueva coalición tripartita solo evoca un objetivo del 3% del PIB incluyendo la OTAN, la ayuda al desarrollo y la diplomacia alemana.
Donde pueden coincidir es en el compromiso de los nuevos dirigentes alemanes de mostrarse más firmes ante regímenes autoritarios.
Scholz amenazó el miércoles que una invasión de Ucrania conllevaría posibles "consecuencias" para el gasoducto Nord Stream II entre Rusia y Alemania, un proyecto controvertido sostenido contra viento y marea por Merkel.
Y la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, lanzó la idea de reducir las importaciones europeas desde China, acusada de violaciones contra los derechos humanos de la minoría musulmana uigur en la región de Xinjiang.
La nueva jefa de la diplomacia tampoco descartó seguir los pasos de Estados Unidos con un boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín en febrero.