Cambio climático: Árbol que aparece en la bandera de un país está a punto de desaparecer
AFP
Entre los cedros centenarios del bosque de Tannurin, en el norte de Líbano, se erigen grises esqueletos de árboles muertos que no fueron arrasados por el fuego sino por el cambio climático.
Con el alza de las temperaturas y la reducción de las precipitaciones, los cedros se enfrentan desde finales de los años 1990 a la proliferación de un insecto que carcome sus agujas, provocando la muerte de los ejemplares más jóvenes de este árbol emblemático de Líbano.
El 'Cephalcia tannourinensis' causa estragos en este bosque de cedros, situado a 1.800 metros de altitud, así como en varios otros bosques del norte del país.
"Es como si un incendio hubiera devastado el bosque", dice Nabil Nemer, un entomólogo de bosques y miembro del comité de gestión de Tannurin. "En 2017, 170 se secaron por completo".
Apenas hay que cavar unos pocos centímetros a los pies de un tronco para encontrar las minúsculas larvas verdes que están en el origen del problema.
Sequía
El insecto enemigo del cedro existe desde hace miles de años, pero el cambio climático lo volvió más peligroso.
Además, en la cuenca mediterránea, donde se encuentra Líbano, "el cambio climático es más intenso" que la media mundial, señala Wolfgang Cramer, científico miembro de la Red de Expertos del Mediterráneos en Medioambiente y Cambio Climático (MedECC).
En condiciones normales, esta especie, a la que le gusta el frío y la humedad de estas zonas montañosas, puede dormir bajo la tierra en "pequeñas cavidades" entre tres y cuatro años antes de emerger y atacar las yemas.
Pero "la sequía molesta a esta larva en su microhábitat", explica Nemer, precisando que la temperatura aumentó dos grados en 30 años en Tannurin.
Hay más insectos y salen más rápidamente de la tierra para arremeter contra los cedros de entre 20 y 100 años, los más jóvenes en la escala temporal de los árboles.
Para poner remedio, las autoridades propagan insecticida por helicóptero desde 1999, con éxito. Pero en los últimos cuatro años las larvas volvieron a aumentar y se prohibieron este tipo de intervenciones, en beneficio de los insecticidas biológicos.
Desde 2016 se aplica un tratamiento a base de hongos, pero es menos eficaz y requiere una mayor inversión, más mano de obra y laboratorios especializados, que escasean.
La superficie forestal en Líbano, ya carcomida por la creciente urbanización y los incendios, cubre casi 140.000 hectáreas, un 13% del territorio, según el ministerio de Agricultura.
Y la situación podría empeorar para estos bosques, pues se espera que para 2050 la temperatura aumente entre uno y dos grados en el país. Según un artículo publicado por el MedECC en la revista 'Nature', el "futuro calentamiento en el Mediterráneo podría ser 25% superior a las tasas mundiales".
"No perder la esperanza"
Para combatir estas amenazas, el ministerio libanés de Agricultura lanzó a finales de 2012 un ambicioso programa de plantación de 70.000 hectáreas o 40 millones de árboles "nativos de Líbano", insiste Chadi Mohanna, un alto responsable del ministerio.
Por el momento se plantaron "entre dos y tres millones". "Empezaremos a percibir un cambio en los próximos 20 o 30 años, con más humedad y algunos grados menos en los periodos de canícula", explica Mohanna.
Las campañas de reforestación se hacen con la colaboración de organizaciones no gubernamentales (ONG) y del público.
Por ejemplo, la de un grupo de jóvenes que acudieron una soleada mañana de noviembre al monte Líbano para plantar 300 jóvenes cedros en la reserva natural de Jaj.
La iniciativa está organizada por la asociación Juzur Lubnan, que ya plantó 300.000 árboles por todo el país desde 2008, en colaboración con el ejército.
Chicos y chicas introdujeron en la tierra cedros de apenas unos centímetros de altura, que después coronaron con un cono metálico y rodearon con piedras para protegerlos de la nieve y de los rebaños que acuden a pastar.
"El cedro sobrevivió millones de años, es capaz de enfrentar el cambio climático y adaptarse", promete Magda Bou Dagher Kharrat, cofundadora de la asociación. "No tenemos el derecho de perder la esperanza, pero debemos ayudar" al cedro.