El acuerdo de París sobre clima se aprobará en la prórroga
Al término de una noche de meticulosas negociaciones, la conferencia de París sobre el clima se llevó a cabo hasta el sábado para cerrar un acuerdo que garantice un futuro viable para el planeta.
"Es hora de concluir (...) debemos hacerlo y podemos hacerlo", dijo a los delegados de 195 países el ministro de Relaciones Exteriores francés Laurent Fabius, presidente de la COP21.
Actualmente, las negociaciones se desarrollan en torno a un nuevo documento de 27 páginas que sólo contiene 48 opciones entre corchetes frente a los 350 de la versión anterior.
Pero los obstáculos mayores siguen presentes: La financiación, la diferenciación y la ambición a largo plazo, es decir, cómo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y transitar hacia una economía no dependiente de energías fósiles.
El centro de los debates sigue siendo el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas" recogido en la Convención de Río de 1992, que opera una distinción entre países desarrollados y países en desarrollo en cuanto a su responsabilidad histórica en el cambio climático.
"Los asuntos que estaban abiertos, siguen abiertos", sintetizaban dos negociadoras centroamericanas.
Se anticipa pese a todo que se presente una versión final del texto el sábado, para su adopción. Ya no habrá una nueva "versión intermedia", dijo Fabius.
Cada coma cuenta
Los países industrializados se niegan a ser los únicos en realizar mayores esfuerzos económicos y de reducción de GEI y presionan para que China e India arrimen el hombro. Pero estas potencias emergentes, que se han convertido en dos de los grandes contaminadores del siglo XXI, prefieren hacerlo sobre una base voluntaria.
Para evitar conflictos, los negociadores buscan el lenguaje que satisfaga a todo el mundo, equilibrando los intereses de cada grupo, con cuidadosas distinciones entre los "debe" y "debería". "Estamos en ese momento vital donde cada palabra y donde cada coma cuenta", advirtió el ministro peruano Manuel Pulgar-Vidal antes de las discusiones.
En el capítulo de emisiones de GEI, el texto señala por ejemplo que los países desarrollados "deberían seguir liderando" el esfuerzo, mientras que los países en desarrollo "tendrán más tiempo para alcanzar su pico de emisiones".
Según un negociador europeo, el secretario de Estado norteamericano John Kerry, presente en los pasillos del centro de negociaciones de Le Bourget (norte de París) hacia las dos de la madrugada, se mostró satisfecho con las formulaciones del principio de diferenciación.
"El discurso de Kerry fue muy bueno, pero muy duro con los países en desarrollo" al referirse al principio de "diferenciación", redactado en términos finalmente aceptables para Washington, opinaron dos representantes de una delegación sudamericana.
Financiación, ambición
El borrador ancla en el acuerdo la ayuda de 100.000 millones anuales como "mínimo" que los países desarrollados prometieron entregar a los países en desarrollo a partir de 2020 para políticas ambientales.
Pero, a su vez, abre la puerta a que otras naciones, como los países emergentes, se vayan añadiendo a esta lista de donantes de manera "voluntaria" y "complementaria".
Respecto al objetivo de frenar el aumento de la temperatura del planeta, el nuevo texto propone limitar el calentamiento global "muy por debajo de los 2 ºC" y "proseguir con los esfuerzos" para alcanzar los "1,5 ºC" respecto a la era preindustrial.
De esta manera, se conjugan los intereses de los países vulnerables cuya existencia misma está amenazada si la temperatura supera 1,5º, y los de las potencias emergentes, que piden una mayor flexibilidad para poder seguir emitiendo GEI hasta alcanzar mayores niveles de desarrollo.
Queda entre otras cosas por definir la fecha en que comenzará la revisión cada 5 años de los compromisos voluntarios (INDC) de reducción de emisiones de GEI, que ya presentaron 185 países, pero que según el borrador no serán legalmente vinculantes.
El documento propone además "un pico de las emisiones (...) lo antes posible" y una "neutralidad de las emisiones (...) durante la segunda mitad del siglo". Para el canciller de las Islas Marshall, Tony de Brum, este concepto "envía una clara señal de que el mundo reducirá rápidamente su curva de emisiones".