Cuatro balleneros japoneses zarpan rumbo al Antártico
AFP
Cuatro balleneros japoneses zarparon el martes rumbo al océano Antártico, poniendo fin a la suspensión de un año de las expediciones de caza de ballenas, anunció el martes el gobierno japonés.
"Dos balleneros zarparon de Shimonosoki (sudoeste) con un patrullero de la agencia esta mañana, mientras que el barco principal partió de otro puerto. Un cuarto ballenero zarpó de un puerto del noreste para unirse a la flota", declaró el martes a la AFP un responsable de la agencia gubernamental de pesca.
La misión, que durará de diciembre a marzo, incluye un barco principal y otros tres navíos con una tripulación total de 160 personas.
"Una vez más, una flota de balleneros zarpa para cometer un crimen contra la naturaleza", denunció en un comunicado Claire Bass, directora de la organización Humane Society International/UK.
La asociación ecologista Sea Shepherd anunció por su lado que su barco, el "Steve Irwin", zarpará de Melbourne (Australia) para seguir a la flota japonesa e impedir que cometa "cualquier actividad ilegal".
El consumo de carne de ballena es una tradición en Japón, un país de pescadores, donde este animal se caza desde hace siglos. La industria ballenera tuvo su mayor auge tras la Segunda Guerra Mundial para alimentar a un país que entonces pasaba hambre.
Sin embargo, la degustación de esa carne blanca o roja disminuyó a medida que Japón se convertía en una de las economías más ricas del mundo.
Japón tuvo que renunciar a la temporada de caza de ballenas 2014-2015 tras una denuncia de Australia ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
El tribunal consideró que se trataba en realidad de una pesca comercial y no científica, como afirma el gobierno nipón.
Japón presentó luego un nuevo plan de caza ante la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que prevé la captura de 3.996 ballenas enanas (también llamadas rorcuales o ballenas de Minke) en la Antártida en los próximos 12 años.
Se trata de una media de 333 por temporada, frente a las 900 del plan condenado por la justicia internacional.
Japón caza ballenas aprovechando un vacío de la moratoria de 1986, que permite la caza con fines científicos. El gobierno tampoco esconde que muchas de las ballenas cazadas terminan siendo vendidas para el consumo.