Cuando los pijamas eran los reyes de la moda
La directora de una escuela primaria en el Reino Unido recientemente les escribió a los padres de sus alumnos pidiéndoles que no usen pijamas cuando van a llevar a los niños, para no darles un mal ejemplo.
Sin embargo, hubo una época en que, lejos de considerárselos desaliñados, los pijamas estaban al tope de la moda.
El Lido, la playa más famosa de Venecia, se destaca desde hace más de 150 años por su sofisticación. De modo que resulta bastante sorprendente saber que en 1927 una publicidad la promocionaba como “la playa del sol y los pijamas”.
Sus balnearios y hoteles eran lugares donde la gente acaudalada se sentía cómoda pasando días y tardes relajándose y yendo a fiestas, ataviados en una prenda que hoy se asocia con la hora de dormir, la convalecencia o los días de pereza echados en un sofá.
Cuesta creer que la misma prenda vista como un “mal ejemplo” de cómo vestir haya sido considerada de alta costura, pero los años 1920 fueron una época muy diferente.
Los pijamas –palabra que viene del hindi “paejama”, que significa “cubre pierna”- ya eran usados por los hombres como ropa de vestir nocturna desde los 1870, pero se consideraba atrevido que una mujer usara pantalones de cualquier tipo, en especial en público.
El cambio llegó de la mano de la famosa diseñadora de moda francesa Gabrielle “Coco” Chanel, quien decidió que los pantalones sueltos, estilo pijama, junto con una camisa amplia o un top sin mangas, podían combinar elegancia y confort.
Ya en 1918 comenzó a usar “pijamas de playa”. Al comienzo eran considerados escandalosos, ya que sugerían confusión de género y recordaban a la alcoba. Pero la influencia de Chanel era tan fuerte que para mediados de los años ’20 ya se habían hecho populares entre las mujeres ricas.
En el balneario de Juan-les-Pins, en la Costa Azul francesa, eran una prenda tan común que el lugar –que se promocionaba como un destino más relajado que las playas vecinas- recibió el apodo de “Pyjamapolis” –o “Tierra de pijamas” en francés.
Algunas vestían los pantalones estilo pijamas de Chanel pero otras mujeres, seguramente como diversión, directamente lucían verdaderos pijamas, incluso con bata.
“Hay un pueblo en Francia donde los veranos empiezan al comienzo de la primavera y terminan al final del otoño”, escribió en 1931 el periodista Robert de Beauplan.
“Allí las mujeres visten vestidos raros. Estrictamente hablando es Pyjamapolis”, relató.
Ese mismo año, la revista Vogue tenía publicidades de pijamas que los describían como “trajes de lana para la playa”.
En 1932, dos mujeres ataviadas en pijamas de colores fuertes causaron un revuelo en la ciudad costera de Brighton, en Inglaterra, cuando se pasearon fumando pipas.
“En los años 1930 ese estilo se expandió y podía verse en toda la costa británica”, cuenta la historiadora de la moda Amber Butchart.
“Sin embargo los pantalones para mujeres siguieron siendo tabú hasta finales de siglo, fuera de los relajados códigos de vestimenta de playa o en la privacidad del hogar”, señala.
Chanel misma se encontró con estos prejuicios durante una visita a Juan-les-Pins.
Cuenta la historia que un portero le prohibió ingresar a un casino. Su dueño, Edouard Baudoin, intercedió, diciendo: “Mademoiselle Chanel, usted es el ejemplo vivo de que uno no solo debe estar vestido, sino que debe estar bien vestido”.
Aparentemente la publicidad no le hizo ningún daño ni a Baudoin ni a Chanel.
Para la Segunda Guerra Mundial, la locura por los pijamas ya estaba llegando a su fin, con el traje de baño imponiéndose como la prenda femenina de elección.
Una vez más, Chanel estuvo a la vanguardia de su popularización. Durante el período de la postguerra el más revelador bikini tomó la posta.
Pero las observaciones de Robert de Beauplan son un recuerdo del efecto que tuvieron los pijamas en la época entre guerras. Le dieron a las mujeres “un look sin precedentes, más libre, más audaz, y su actitud relajada siempre se mantiene dentro del buen gusto”, escribió.
Había versiones “clásicas” y “más de vestir”, con un corte más bajo, en especial en la espalda, describió.
“Es el atuendo de la tarde, para visitas, tomar el té, bailar y tomar cocktails”, afirmó.
“También hay pijamas para la noche, que de lejos parecen vestidos cuando uno los ve en los casinos, hasta que ves a la persona que los usa bailando un rápido fox-trot, y ahí ya no quedan dudas”.
En épocas recientes el mundo de la moda ha visto un resurgimiento de los pijamas como prenda de uso diario, con algunos diseñadores incluyéndolos en sus colecciones.
Pero una vez más han generado controversia, por distintos motivos.
La directora de escuela Kate Chisholm, de Darlington, County Durham, se quejó de que los padres lleven a sus niños en pijamas, argumentando que vestir “apropiadamente” da un buen ejemplo a sus hijos, mejorando su orgullo y sus logros académicos.
De manera similar, en 2014 la comentarista de moda estadounidense Clinton Kelly remarcó que la nueva moda de usar pijamas formaba parte de una “espiral descendiente de estilo” en la última década.
Según Kelly, los adultos que van a su supermercado local usando pantuflas y pijamas sienten que tienen “permiso para no importarles” las reglas de vestir.
Los padres de la escuela de County Durham que recibieron críticas en las redes sociales por usar pijamas pueden al menos reconfortarse con una de las frases más famosas de Chanel: “Siempre es mejor estar levemente menos vestida”.