Mientras Donald Trump se prepara para mudarse a la Casa Blanca, las miradas están puestas en lo que dejará detrás: los negocios que lo han convertido en multimillonario y le han servido de respaldo para cumplir su sueño político.
Durante sus discursos proselitistas, el presidente electo de Estados Unidos con frecuencia sacó a relucir sus habilidades de hombre de negocios. Se estima que gastó unos US$50 millones de su propio bolsillo para financiar la campaña.
Pero ahora Trump está en una encrucijada. Había señalado que entregaría el control de su imperio a sus tres hijos mayores -Donald Jr, Ivanka, y Eric- y crearía un fideicomiso para desvincularse de las empresas que llevan su nombre.
Más recientemente, el republicano insistió en que en realidad no está obligado a cortar lazos con sus negocios cuando entre en funciones, el 20 de enero.
"En teoría, podría dirigir mis compañías perfectamente y dirigir el país perfectamente", señaló en una entrevista con The New York Times, aunque agregó que le "gustaría hacer algo" para separar las dos áreas.
Pero, ¿cuáles son exactamente los potenciales conflictos de interés que enfrenta Trump? Aquí lo analizamos.
La Organización Trump es un conjunto de negocios vasto y complicado. Y como es de carácter privado, no está obligada a hacer público todo aquello de lo que es dueño.
Pero algunos de los activos de Trump y del holding son bien conocidos. Por ejemplo, se sabe que una buena tajada de sus ingresos proviene de los clubes de golf que posee en todo el mundo.
En 2014, la Organización Trump tuvo ingresos de US$193 millones por cuenta de negocios vinculados a este deporte.
El grupo también obtiene ganancias por ceder el derecho de uso del apellido familiar a desarrolladores inmobiliarios, para su uso hoteles y casinos en lugares como Turquía, India o Panamá.
También tiene una variedad de bienes raíces alrededor del mundo: hoteles, oficinas y complejos residenciales.
Sin embargo, la negación del candidato republicano a hacer pública su declaración de impuestos durante la campaña hace que la dimensión de su negocio sea opaca.
La organización también tiene una gran deuda. Una investigación de The New York Times señala que debe al menos US$650 millones a grandes acreedores internacionales, entre ellos el Banco de China y el Deutsche Bank.
En tanto, su hija Ivanka tiene una línea de ropa de moda y otra de joyas, a la vez que ocupa un puesto en el directorio de la corporación al igual que dos de sus hermanos.
Y el yerno Jared Kushner, marido de Ivanka, es dueño de un periódico, el New York Observer, y tiene sus propios desarrollos inmobiliarios.
¿Puede seguir siendo el dueño de sus negocios?
Técnicamente, sí: las leyes de Estados Unidos no establecen que el presidente deba desprenderse de sus activos.
Hay sí leyes específicas sobre conflictos de interés, que establecen que los empleados de gobierno - como el personal de la Casa Blanca, por ejemplo- están inhabilitados para tener este tipo de vínculos con el mundo empresarial. Pero éstas no aplican al presidente o el vicepresidente.
Esto significa que Trump legalmente puede continuar como presidente de su organización mientras sea Comandante en Jefe de un país.
Pero no significa que quede exento de riesgos: el presidente podría violar las leyes estadounidenses si continúa obteniendo ganancias de la Organización Trump mientras está en el cargo.
¿Qué pasa si algún sector de la Organización Trump tiene que entrar en contacto con el gobierno?
Una de las principales preocupaciones es qué podía ocurrir si las empresas de Trump tienen que vincularse al gobierno federal.
Por ejemplo, el hotel del magnate en Las Vegas está en el centro de una larga disputa con un sindicato de empleados. En noviembre, el Consejo Nacional de Relaciones Laborales (NLRB, en inglés) falló en contra de la Organización Trump y la obligó a negociar con los trabajadores.
La corporación ha apelado la decisión. Así, el caso será llevado ante un tribunal de distrito donde un abogado del Departamento de Justicia tendrá que argumentar en contra de la Organización Trump.
Y los puestos del NLRB que están vacantes (dos) serán nominados por el presidente después de enero, y él es también quien designa a la cabeza del Departamento de Justicia.
Los acuerdos internacionales de la Organización Trump, ¿pueden ser un problema?
Aquí también hay conflictos potenciales y seguramente se generarán suspicacias con las definiciones de la política exterior: ¿son decisiones basadas en intereses nacionales genuinos o en los de sus propios negocios?, cuestionará más de uno.
En tanto, una sección de la Constitución, conocida como Cláusula de Emolumentos, restringe lo que puede recibir el presidente de un gobierno extranjero.
"Ninguna persona que ocupe un cargo remunerado o de confianza deberá, sin el consentimiento del Congreso, aceptar regalo, emolumento, empleo o título, de cualquier clase que sea, de cualquier rey, príncipe o estado extranjero", dice.
Así, si la Organización Trump acepta tratos especiales, como exenciones impositivas o derecho a tierras, podría estar violando esa cláusula. Incluso la obtención de ganancias en el extranjero puede ser considerada una falta.
¿Y qué pasa si viola la Cláusula de Emolumentos?
En ese caso, el Congreso podría iniciar un proceso de impeachment, presentar cargos e iniciar un juicio en su contra.
De acuerdo a la Constitución, "la traición, el soborno y otras faltas o delitos graves" son razones válidas para un impeachment, lo que da al Congreso un buen margen de acción para establecer acusaciones.
El juicio se llevaría a cabo en el Senado y, de ser hallado culpable, el presidente debería dejar su cargo con efecto inmediato.
Sin embargo, como los republicanos controlan las dos cámaras del Congreso, es poco probable que una porción de su propio partido fuera a votar a favor de iniciarle un proceso de este tipo.
¿Cómo puede Trump evitar conflictos?
Durante la campaña, Trump anticipó que establecería un fideicomiso ciego controlado por sus hijos.
Éste es un contrato que tiene el fin expreso de separar a la persona elegida para un cargo público de la gestión de su dinero - y de saber cómo se está invirtiendo.
Quien establece el fideicomiso entrega el control de sus activos a un asesor independiente y éste invierte en su nombre, manteniéndolo "ciego" frente a las decisiones financieras que toma.
El dueño del fideicomiso en general vende sus acciones o bonos antes de dejar su dinero en manos del asesor, para que sea éste quien lo reinvierta, lo que agrega una segunda capa de separación entre el dueño del fideicomiso y su dinero.
¿Y qué han hecho sus antecesores?
El primer presidente en establecer un fideicomiso ciego fue Lyndon Johnson, en 1963. Junto con su mujer, Lady Bird, era dueño de una estación de televisión en el estado de Texas.
Desde entonces, la mayoría de los presidentes ha optado por mecanismos similares.
Barack Obama no creó un fideicomiso, pero hizo uso de fondos de inversión y otros instrumentos financieros que él no podía controlar.
Pero Trump no podría delegar la gestión del fideicomiso ciego en sus hijos, especialmente en aquellos que han tenido un rol activo durante la transición.
Por ejemplo, la presencia de Ivanka en reuniones o llamadas en conferencia con líderes mundiales, tal como ha ocurrido desde que su padre resultó ganador, le darían acceso a información confidencial del gobierno, lo que atenta contra el principio mismo del fideicomiso y sus "niveles de separación".
¿Qué ha hecho hasta ahora para evitar conflictos?
No mucho. "La ley está totalmente de mi lado", le dijo el flamante presidente a The New York Times, el martes.
Tampoco se ha mostrado proclive a vender sus activos. "Es difícil, ustedes lo saben, porque yo soy dueño de bienes raíces... vender bienes raíces no es como vender acciones".
En respuesta a las críticas que le han hecho, Trump escribió en su cuenta de Twitter: "Antes de la elección era bien sabido que yo tenía intereses en propiedades alrededor del mundo. ¡Sólo los medios (de comunicación) retorcidos han hecho de esto un gran problema!".
Incluso si entrega el control de sus bienes a una administración independiente habría espacio para el conflicto por la misma naturaleza del negocio de Trump.
Su principal activo es su marca y no le resultaría difícil saber cómo avanza el negocio: si los campos de golf tienen socios o sus hoteles -incluido el inaugurado más recientemente, a pocas cuadras de la Casa Blanca- están con ocupación plena.
Hasta el 20 de enero, que asumirá el cargo, Trump tiene tiempo para decidir qué hacer con sus negocios.
Hasta ahora, no se ha mostrado inclinado a evitar potenciales choques con las normas.
Se reunió con sus socios comerciales indios para construir una Torre Trump en el oeste de India justo una semana después de la elección y, según trascendió, también le habría pedido al líder del partido de derecha británico Ukip, Nigel Farage, que interviniese para impedir la construcción de una granja eólica detrás de un campo de golf en Escocia, del que es dueño.
Una promesa electoral clave de Trump fue la "drenar el pantano" de Washington o eliminar los vínculos entre grandes empresas y el gobierno en la capital.
Si realmente piensa hacerlo, quizá tendrá que empezar con cortar sus propios lazos.