AFP
Temer rechazó enfáticamente el jueves la posibilidad de renunciar después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) autorizara una investigación judicial en su contra.
El mandatario está acusado de haber dado luz verde al pago de un soborno para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien está en prisión acusado de haber aceptado millones de dólares en coimas.
Las denuncias del pago de dinero a cambio del silencio dejó a Temer en la cuerda floja menos de un año después de haber asumido el cargo en controvertidas circunstancias en reemplazo de su predecesora, Dilma Rousseff, destituida por el Congreso tras un juicio político (impeachment).
Temer enfrenta ahora ocho solicitudes de impeachment presentadas en el Congreso y una dura batalla para mantener unida a su coalición de gobierno.
Hubo protestas de miles de personas en Rio de Janeiro y en la capital, Brasilia, en demanda de la renuncia del mandatario, que terminaron en choques con la policía.
Más manifestaciones están previstas para esta semana.
Depender de un Congreso corrupto
El desafío de Temer de permanecer en la presidencia dejó el balón en el campo del Congreso.
El STF, que tiene a su cargo las causas contra políticos en funciones, raramente toma decisiones rápidas acerca de investigaciones y se sospecha que a menudo alarga el tratamiento de los casos que tiene entre manos.
Esto deja el procedimiento del juicio político como la vía más probable para desplazar a Temer del poder, como hace poco menos de un año cuando Rousseff fue separada del cargo por manipulación de las cuentas públicas y Temer, su vicepresidente, la reemplazó automáticamente.
Pero para que esto ocurra, la poderosa coalición que apoya a Temer en el Congreso, o al menos una parte de ella, debería darle la espalda.
"Por eso la primera cuestión es saber si los partidos que forman la base del gobierno, dejarán o no el gobierno", dijo a la AFP Thomaz Pereira, profesor de derecho constitucional en la Fundación Getulio Vargas en Rio.
El ministro de Cultura, Roberto Freire, renunció el jueves a su cargo y los medios brasileños abundaban en informes sobre amenazas de otros ministros de retirarse del gobierno.
Temer tratará de detener esa sangría, especialmente con los principales aliados de su conservador Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), los integrantes del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
El Parlamento, en cuyos manos está el destino de Temer, está plagado de legisladores involucrados en escándalos de corrupción. Unos dos tercios de sus miembros ha tenido problemas de diverso grado con la ley. Y un tercio de los senadores está siendo investigado por su participación en la operación 'Lava Jato'.
Mensaje positivo
El escándalo empezó con la revelación el miércoles por el diario O Globo de que Temer había sido grabado secretamente mientras hablaba el 7 de marzo pasado con Joesley Batista, un ejecutivo del gigante de la carne JBS.
En la grabación, que se hizo pública el jueves, Batista le dice a Temer que todos los meses le daba dinero a Cunha "para mantener las cosas bajo control". Temer replica: "Tienes que mantener eso, ¿Ok?".
Pero en su comunicado del jueves Temer respondió con furia: "Jamás compré el silencio de nadie".
También declaró que su empeño por hacer aprobar unos impopulares planes de austeridad en el Congreso comenzaban a dar muestras de resultados positivos y citó mejoras en las cifras de inflación, de desempleo y de crecimiento económico.
Reivindicó además que "el optimismo está volviendo" al país debido a sus medidas económicas, que pretenden sacar a Brasil de la peor recesión de su historia reciente.
"No podemos tirar a la basura de la historia tanto trabajo en pro del país", advirtió el mandatario.
Los inversores, que habían estado apostando a que las medidas adoptadas por Temer revirtieran el mal estado de la economía, observan con inquietud como será el comportamiento del mercado este viernes.
La Bolsa de Sao Paulo reaccionó en pánico el jueves bajo el fantasma de que Brasil perdiera a su segundo presidente en apenas 12 meses, con las transacciones paralizadas por media hora para frenar el derrumbe de su principal indicador, que finalmente cerró con una caída de 8,8%.