AFP
Los últimos testigos de la defensa de Dilma Rousseff comparecieron este sábado en el Senado brasileño en la antesala del alegato que dará la propia presidenta el lunes en el juicio político que puede destituirla definitivamente.
El tercer día del impeachment de Rousseff, separada del poder desde mayo y acusada de adulterar las cuentas públicas para asegurar su reelección en 2014, práctica vedada por la Constitución que según sus detractores siguió tras asumir, tuvo el testimonio de una figura de su gobierno: el exministro de Hacienda Nelson Barbosa.
"No hay como hablar de ilegalidades", afirmó Barbosa tras detallar que la edición de unos decretos que le endilgan haber aprobado a Rousseff a espaldas del Congreso respetaron la Constitución.
"La presidenta tiene un gran respeto por el Congreso", añadió al ser interrogado por senadores pro impeachment.
El exministro insistió en que "no hay base para un crimen de responsabilidad de la presidenta" ni en relación a los decretos que firmó sin pasar por el Congreso "ni en la cuestión del pago de pasivos a los bancos públicos (las llamadas 'pedaladas fiscales')", las dos acusaciones que sustentan el juicio.
La sesión terminó cerca de las 02H00 GMT del domingo después de la participación del último testigo, el profesor de Derecho Ricardo Lodi.
Los trabajos se reiniciarán el lunes a las 12H00 GMT en una jornada que estará marcada por la histórica presencia de la propia Rousseff ante los senadores.
Las cinco votaciones previas a la sentencia que se conocería entre el martes y el miércoles fueron favorables a condenar a la primera mujer que ocupó la presidencia de Brasil.
Se necesita una mayoría especial de 54 de los 81 votos posibles para consumar la caída y acabar con un ciclo de cuatro gobiernos consecutivos del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio Lula da Silva.
El gobierno de Michel Temer, vicepresidente que sucedió interinamente a Rousseff, espera obtener unos 60 votos en la rueda final.
Moral y buenas costumbres
Las sesiones previas estuvieron signadas por cruces de alto voltaje, descalificación de testigos e insultos cara a cara que obligaron a suspender los trabajos al menos tres veces.
Con más de la mitad de los senadores con causas pendientes o bajo investigación, la sombra de la corrupción sobrevuela el recinto.
Fue la senadora Gleisi Hoffmann (PT), también bajo la lupa de la justicia, quien abrió la caja de Pandora el primer día al cuestionar la moral del Senado para juzgar a Rousseff.
La mandataria de 68 años jugará su última carta el lunes cuando enfrente a sus acusadores durante el alegato de la defensa que hará personalmente.
En una sesión que hará contener el aliento, Rousseff hablará ante la presencia de su padrino político Lula, quien la acompañará desde la tribuna junto a ministros, exministros y líderes partidarios y de movimientos sociales.
El senador pro impeachment Cassio Cunha Lima dijo este sábado que tanto la defensa como la acusación invitarán entre ambas a unas 70 personas a la sesión del lunes. Según el diario O Globo, el popular cantautor Chico Buarque debe ser uno de los invitados de Rousseff, a quien ha apoyado públicamente durante este proceso.
Ahogada por una recesión -el PIB cayó 3,8% en 2015 y proyecta una contracción de 3,1% en 2016- y con el PT y Lula acusados de corrupción, las chances de Rousseff se fueron apagando.
El viernes la policía acusó a Lula, padre del llamado milagro socioeconómico brasileño, de beneficiarse de desvíos de fondos de la estatal Petrobras.
Rousseff, una exguerrilla marxista, dice ser víctima de una farsa que enmascara un golpe parlamentario de Temer, quien aspira a terminar el mandato hasta 2018.