Comienza en Francia megajuicio contra hombre por drogar a su mujer para que la violaran desconocidos
El juicio contra un jubilado acusado de drogar durante diez años a su mujer para que la violaran desconocidos comenzó este lunes en el sur de Francia, un proceso emblemático de la sumisión química y con medio centenar de acusados.
La víctima Gisèle P., de 72 años, llegó al tribunal, rodeada de sus abogados y de sus tres hijos para el inicio del juicio en Aviñón, que se prolongará hasta el 20 de diciembre.
Tormentas que azotan a Australia dejaron una mujer muerta
Frente a ella, 51 hombres de entre 26 y 74 años, entre ellos su exmarido Dominique P., quienes se enfrentan a hasta 20 años de cárcel. Dieciocho de ellos se encuentra en prisión preventiva.
Los acusados son hombres de diferentes horizontes: bombero, artesano, enfermero, funcionario de prisiones, periodista, electricista...; solteros, casados, divorciados.
"No existe un perfil típico de violador. El violador es un tipo cualquiera", declaró a la AFP antes del juicio Véronique Le Goaziou, investigadora del Laboratoire Méditerranéen de Sociologie, especializada en violencia sexual.
La mayoría fue solo una vez al domicilio del principal acusado en la localidad de Mazan, en el sur de Francia. Diez fueron en varias ocasiones, hasta seis noches en algunos casos. El hombre no les pedía dinero a cambio.
Tormentas que azotan a Australia dejaron una mujer muerta
Muchos alegan que creían participar en las fantasías de una pareja libertina.
Pero según el marido, "todos sabían" que su esposa estaba drogada sin su consentimiento. Para la instrucción, "cada individuo disponía de su libre arbitrio" y hubiera podido "partir" al percatarse de la situación.
Los investigadores identificaron 92 violaciones desde 2011, cuando la pareja vivía en la región de París, pero sobre todo a partir de 2013, tras mudarse a Mazan, y hasta 2020.
El exempleado de la compañía de electricidad EDF administraba a su esposa un fuerte ansiolítico y los hombres, contactados en el sitio de citas coco.fr --ya cerrado--, tenían la orden de no despertarla.
Otras de las consignas eran no oler a perfume ni a tabaco, calentarse las manos con agua caliente y desvestirse en la cocina, para evitar olvidar prendas en la habitación.