No conocen otra cosa que la huida, el miedo y la expulsión. La violencia de las bombas y de los tiroteos forma parte de sus vidas. Y como si fuera poco, ahora el pueblo sirio enfrenta otra amenaza existencial: una pandemia global en un país donde las instalaciones de atención de salud han sido devastadas por casi una década de conflicto y no pueden satisfacer las necesidades médicas existentes.
El año pasado, la pandemia del coronavirus puso al descubierto esta fragilidad del sistema de salud de Siria que no está preparado para enfrentar un alarmante aumento de casos de COVID-19. Solo desde 2017, la Sociedad Médica Estadounidense Siria (SAMS) ha documentado 157 ataques a la salud. Además, solo el 64% de los hospitales y el 52% de los centros de atención primaria de la salud de Siria están funcionando actualmente. Se estima que el 70% de la fuerza laboral de salud ha huido del país desde 2011 y al menos 923 profesionales médicos fueron asesinados entre 2011 y 2020.
De acuerdo a Médicos Sin Fronteras (MSF), muchos hospitales sin apoyo están dando la alarma y solicitando apoyo básico pero esencial para elementos como oxígeno, antibióticos y equipo de protección personal (EPP) para poder hacer frente al número creciente de pacientes con COVID-19.
Chenery Ann E. Lim, coordinadora médica de las operaciones de MSF en el noroeste de Siria, detalló a T13.cl que "pasamos por una etapa donde no hubo oxígeno disponible, no hay suficientes instalaciones de salud, no hay suficientes camas. Lo que hace un poco más difícil en el noroeste es que sabiendo que la mayoría de la población vive en carpas, no hay posibilidad de aislamiento, y como sabes, cuando tienes COVID necesitas aislarte".
Y agregó: "Entonces, la mayoría de la infección se propaga mucho más fácilmente debido a esto. En el noroeste tenemos lo que llamamos centros de cuarentena, tenemos camas para que estén en cuarentena porque no les es posible ponerse en cuarentena en casa".
Lina Toumani, de nacionalidad siria y vicepresidenta del Comité de Damas Sirias en Chile, viajó al país en 2019 junto a una delegación y reveló en conversación con T13.cl que "el problema grave que hay es la falta de hospitales, falta de médicos y los que hay están mal equipados".
El objetivo del viaje era entregar equipos médicos y averiguar qué más hacía falta en el país. Según contó, en todas las entrevistas y conversaciones que tuvieron, la que más se repetía era "la falta de equipos por el tema de las sanciones".
"Decían que tenían que hacerlo casi como un laberinto, hacer las compras a través del Líbano y desde ahí entrarlo a Siria porque las sanciones les impiden a casi todos los países tratar con Siria, cualquier persona o entidad que haga negocios con Siria tiene sanciones. Entonces eso también se aplica a los equipos médicos, a los equipamientos de pabellones, todo lo que tiene que ver con tema sanitario también se somete a esas sanciones, entonces ese tema era muy muy grave allá. De los centros que estaban destruidos, los que quedaban no contaban con equipos", afirmó Toumani.
Por otro lado, el profesor y médico de la Facultad de Ciencias de la Salud, de la Universidad Estadounidense de Beirut (AUB), Samer Jabbour, explicó en conversación con T13.cl, que "cuando hablamos de Siria tenemos que ser muy específicos con qué parte de Siria estamos hablando. La situación en el noreste de Siria es diferente a la situación del noroeste de Siria".
En ese sentido, detalló que "la pandemia del COVID-19, en términos de desarrollo a gran escala, en Siria ocurrió un poco más tarde que en otros países. Para esta misma fecha hace un año sólo habían 10 casos".
Y agregó: "En junio-julio del año pasado fue que la pandemia golpeó de verdad, particularmente en áreas controladas por el Gobierno, donde los reportes indicaban que los hospitales estaban sobrepasados, había miles de personas que morían en sus casas o que no mejoraban en los hospitales. Y ahora hubo una segunda ola donde pasó lo mismo".
Jabbour señaló que para entender qué fue lo que pasó en el área controlado por el gobierno es que "básicamente había un control de la información, la gente estaba asustada, los médicos estaban amenazados si hablaban de este tema".
"No hay testeo y no se sabe bien cuánto son las cifras reales"
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) Siria registra 24.315 casos de COVID-19 y 1.750 muertes al 27 de mayo de 2021 desde que comenzó la pandemia. A simple vista, las cifras son bastante bajas, pero el gran problema es que en Siria hay una capacidad de testeo muy limitada, por lo que las verdaderas cifras son desconocidas.
"Eso es parte de un área particularmente controlada por el gobierno porque es el área más grande que tienen mejor capacidad de testeo. Ahora, la capacidad de testeo también es limitada en la parte noroeste y noreste de Siria, que están controladas por fuerzas no gubernamentales. Pero la situación en términos de detección allí es un poco mejor que en el área controlada", explica Jabbour.
En la misma línea con Jabbour, la doctora Chenery asegura que "se subestima el número de infecciones porque el número de pruebas es muy, muy limitado. Por ejemplo, en Idlib hay 2 millones de habitantes y en un día solo testean a 200. Así que ni siquiera un 10% se está testeando".
Por su parte, Lina Toumani, quien además tiene familia en Siria, confirma que "no hay testeo y no se sabe bien cuánto son las cifras reales. Al día yo abro redes sociales y hay 5 noticias de fallecimiento por coronavirus, eso en Homs. Las cifras no se dan porque no se hacen testeos".
Medidas sanitarias no son una prioridad
La crisis sanitaria generada por el coronavirus prácticamente pasó a un segundo plano. No es prioridad. Las palabras como distanciamiento social, mascarillas y alcohol gel casi no se escuchan en Siria.
"Hay una actitud de la gente que hace que empeore la situación del COVID. Hay muy poco uso de mascarilla, casi ningún distanciamiento social. Parte de esto en algunas ciudades es muy difícil de hacer, por ejemplo, en los campamentos es difícil hacer distanciamiento social. Pero la falta de uso de mascarillas está muy extendida en todos los territorios de Siria", detalla Jabbour.
Y agrega: "La gente después de 10 años de conflicto está tan cansada, existe un enfoque religioso donde la gente solo piensa en: ‘nosotros hemos soportado bombardeos y asesinatos y también las atrocidades de la guerra’. No vamos a preocuparnos por la mascarilla ahora, nuestras vidas están en manos de Dios. Entonces su creencia lamentablemente tiene el control de la pandemia en Siria".
Toumani detalla que antes de que llegaran los casos de coronavirus en Siria "cerraron comercios, hubo hartas restricciones, cerraron todo lo que no era esencial al igual que los colegios, pero no se puede porque ahí las redes de Internet son bien malas. Terminaron el año escolar antes de tiempo y este año, el año escolar que empezó en septiembre lo hicieron normal. Pero sí hubo clases presenciales todo el año".
Y agrega: "La gente no puede quedarse en casa porque el país está destruido económicamente y pararlo imposible. Entonces medidas no hay. No todo el mundo tiene acceso a Internet, menos a computadores, imposible".
Chenery coincide en que "la gente tiene que ganarse la vida trabajando todos los días. Porque si soy padre y necesito ganarme la vida para mi familia y me enfermo, ¿qué priorizaría? Si solo tengo una simple gripe, no le voy a decir a la comunidad que tengo fiebre o tos porque aún no estoy muy muy enfermo, así es que por supuesto voy a priorizar ir a trabajar para alimentar a mi familia que ir a un centro de salud y hacerme una prueba de COVID".
La esperanza de la vacunación: "Aún está por verse"
A fines de abril, Siria recibió 256.800 dosis de la vacuna COVID-19, la primera entrega de vacunas COVAX que llegó al país devastado por la guerra. Esta entrega de vacunas AstraZeneca (del Serum Institute of India) se entregó a los trabajadores de salud de primera línea en toda Siria, incluidos el noreste y el noroeste.
De acuerdo a las Naciones Unidas, las vacunas COVID-19 se entregaron a través de dos envíos: 203.000 dosis llegaron a Damasco mientras que otras 53.800 dosis se entregaron al noroeste, una zona que sigue siendo testigo del conflicto armado y el desplazamiento de personas.
Y, aunque contribuiría a limitar la propagación del virus, "esto aún está por verse, porque obviamente no podemos hacer predicciones infundadas, tenemos que tener pruebas", señala Jabbour.
Y agrega: "En las partes del país que se ven muy afectadas, en particular Damasco, simplemente no hay suficientes vacunas para marcar una gran diferencia en lo que respecta a aplanar la curva de la epidemia, por lo que esperamos que marque la diferencia, pero los suministros simplemente no son los adecuados".
Jabbour afirma que "para saber si las vacunas están marcando una diferencia, debemos tener estadísticas que analicen las tasas de incidencia y las tasas de mortalidad y todo eso, y simplemente no tenemos esos mecanismos en su lugar. Así es que esperaremos un poco más para ver qué evidencia de este suministro relativamente pequeño de vacunas hará la diferencia. Muchos piensan que la diferencia sería pequeña debido a la escasez de suministros".
Por su parte, Chenery señala que "no sabemos cuándo llegará la próxima dosis, no sabemos cuándo llegará el próximo envío, por lo que hay mucha incertidumbre. Así es que, definitivamente, si me van a preguntar si habrá inmunidad en el noroeste con la cantidad limitada de vacunas que tenemos acceso, probablemente pueda decirles que no debido a los números que también se presentan".
Y sentencia: "No tengo un gobierno que luche para que estos 4 millones de personas les den dosis adicionales de vacunas".
Muchas personas en el noreste de Siria tienen un acceso limitado a los servicios de salud, agua y saneamiento, lo que las hace especialmente vulnerables a esta segunda ola del brote. En las instalaciones de tratamiento de COVID-19 respaldadas por Médicos Sin Fronteras (MSF), la tasa de mortalidad continúa aumentando a medida que los servicios de salud se vuelven más exigentes. Con más del 70 por ciento de los pacientes ingresados requiriendo oxígeno, no ha sido posible mantenerse al día con las demandas de suministro.
"Siria sigue siendo un país en conflicto, el conflicto nunca ha terminado. Siempre debemos recordarle a la gente que hay personas necesitadas. Si la gente en Siria no perdió la esperanza, no la perdamos por ellos. Tenemos que luchar porque ellos ya luchan por sus vidas todos los días. Y también debemos recordarle a la gente que sí, están ahí, son importantes. Mantener viva la historia es algo de lo que debemos concienciarnos, debemos ponerlo siempre en la agenda", finalizó Chenery.