"Viví todo el tiempo aterrorizada": la profesora que pasó seis meses escondida en Corea del Norte
Suki Kim relató a BBC Mundo cómo fue esa experiencia, una que pocos extranjeros han podido experimentar en el hermético país, que en los últimos 70 años ha vivido aislado del resto del mundo. Es un lugar, como dice ella misma, donde el miedo es constante, todos viven vigilándose entre sí y donde el control del gobierno "es peor de lo que puedes imaginarte".
Mi interés en Corea del Norte es una combinación de razones: como periodista, es la frustración por no poder obtener la verdad de lo que ocurre en ese lugar, lo cual es una enorme tragedia. Y personalmente, mi familia fue separada por la guerra de las Coreas en los 1950.
Esa guerra y la posterior división de la península separó a millones de coreanos. Mi tío, el hermano de mi madre, quedó en el norte y mi abuela nunca volvió a verlo. Lo mismo ocurrió con los primos de mi padre.
De Pyongyang a Seúl (capital de Corea del Sur) sólo hay dos horas en auto. Pero cuando trazaron la línea que dividió a la península, el Paralelo 38, en 1953, la gente que quedó en el norte nunca volvió a ver a sus familiares.
Yo crecí en ese ambiente en Corea del Sur, donde mi abuela literalmente murió de pena esperando a su hijo que accidentalmente quedó del otro lado y no pudo nunca regresar.
El duelo y la espera de esta nación se convirtieron en una obsesión. ¿Cómo podemos entender esta tragedia?
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Así fue como empecé a buscar una oportunidad para poder entrar y vivir encubierta en Corea del Norte.
Durante una década estuve haciendo investigación sobre el país. Hablé con casi 100 desertores en los países vecinos: China, Mongolia, Tailandia y Laos. Estos son los países que deben de cruzar los desertores norcoreanos para llegar hacia Corea del Sur.
En esa época entré por períodos cortos a Corea del Norte, pero lo que yo buscaba era la posibilidad de poder vivir allí, encubierta.
En 2011, Suki Kim consiguió un empleo en la recién inaugurada Universidad para la Ciencia y la Tecnología de Pyongyang (PUST), la única universidad privada de Corea del Norte a la que asisten los hijos de los dirigentes norcoreanos. PUST fue fundada por evangélicos fundamentalistas de varios países. Su personal son principalmente profesores estadounidenses que están allí como voluntarios, financiados por sus iglesias. Kim fue contratada para dar clases de inglés por un período de seis meses.
Corea del Norte está llena de paradojas. Y esta universidad es una de ellas.
La religión aquí no está permitida y el proselitismo es un crimen muy serio castigado con la muerte. Lo único que se venera en este país es al Gran Líder.
Pero la comunidad evangélica acordó con Corea del Norte que ellos pondrían los fondos, pagarían por todo y no harían proselitismo. Aunque es obvio que ése es su objetivo a largo plazo.
Así los evangélicos fundamentalistas están financiando la educación de los futuros líderes del país a cambio de un potencial propósito misionero a largo plazo.
El gobierno tiene que aprobar todo lo que ocurre en la universidad. Ellos seleccionan a los estudiantes, que principalmente son los hijos de los funcionarios del partido dirigente. En Corea del Norte el gobierno decide todo: la carrera que seguirás, la escuela a dónde irás, las actividades que harás.
Cuando yo estuve allí, había 270 estudiantes, todos eran varones que vivían en el campus. Yo estaba a cargo de dos clases, con unos 50 alumnos de 19 y 20 años a quienes enseñaba inglés.
La universidad está vigilada por militares y nadie tiene permiso de salir.
El gobierno asigna escoltas que viven con los profesores en el campus y su trabajo es monitorear a los maestros las 24 horas del día. Yo tuve un escolta vigilándome de día y de noche literalmente, ya que dormía en el cuarto debajo del mío.
Todo lo que hacíamos y enseñábamos debía ser aprobado y era monitoreado y grabado.
Viví todo el tiempo aterrorizada. Si no hubiera estado escribiendo el libro mi situación habría sido diferente pero estaba tomando notas en secreto y sabía que nunca nadie había intentado hacer eso en el país.
Mantuve mis notas en memorias de USB y siempre las llevaba conmigo. Todos los días borraba todo de mi computadora y no dejaba ningún rastro de mi trabajo.
La posibilidad de que mi escolta descubriera esas notas o que me atraparan era escalofriante. En mi habitación había micrófonos ocultos y grababan cada lección que daba en el salón de clases.
Es un sistema de miedo constante y viví aterrorizada pensando en que podría morir allí.
¿Qué pensaba de mis alumnos? Es una pregunta sumamente compleja. Para mi libro yo estaba tratando de entender lo que pensaban y sentían pero viviendo bajo este sistema de constante control y vigilancia nadie sabe realmente lo que piensa o siente la gente.
Los estudiantes también funcionan bajo un sistema de supervisión constante. Nunca estaban solos. Se vigilaban entre sí y me vigilaban e informaban sobre mí. Solían tener una reunión semanal en la que debían informar sobre los otros estudiantes y sobre los maestros.
Se les trata como soldados. Hacen ejercicios en grupo, corren en grupo, cada hora salen a marchar en grupo para honrar al Gran Líder y constantemente se les adoctrina sobre la grandeza del Gran Líder y el odio a Estados Unidos.
Yo llegué a sentir un gran afecto por mis estudiantes que parecían mucho más inocentes que otros jóvenes de 20 años en otras partes del mundo.
Eran adorables, energéticos y curiosos, los típicos estudiantes de esa edad que hacen bromas todo el tiempo, que hablan de niñas todo el tiempo. Ese aspecto humano es un enorme contraste con el estilo de vida que se les impone y en el que están continuamente expuestos.
Fue bajo esa constante vigilancia en la que entendí la insoportable situación y el predicamento en el que viven, el miedo de tener que estarse vigilando y reportando a los demás, la imposibilidad de poder ir a cualquier lado o con cualquier persona, y la forma como se restringe su mundo su imaginación.
Para el resto del mundo, Corea del Norte es un enigma. Pero ¿qué piensan los norcoreanos sobre lo que está más allá de sus fronteras? Suki Kim asegura que estos jóvenes no tienen permitido expresar ninguna curiosidad sobre el mundo exterior. Y esto, dice la escritora, es un tipo de abuso psicológico en el que se condiciona a los ciudadanos a aceptar lo que les rodea sin cuestionarlo.
En esa época, en 2011, los estudiantes nunca habían oído hablar de internet y yo tenía prohibido hablarles sobre ello. Yo tenía órdenes estrictas de no revelar nada sobre el mundo exterior y ellos no tenían ninguna información sobre lo que ocurría fuera de su país, no conocían el Taj Mahal, ni la Torre Eiffel, ni sabían quién era Michael Jackson.
La televisión en Corea del Norte tiene un solo canal y cada programa es sobre el Gran Líder. También se transmiten programas de China o Rusia, todos basados en "los ideales socialistas".
Sólo hay un solo periódico y cada uno de los artículos publicados están vinculados al Gran Líder. Lo mismo ocurre con los libros que leen y con todas las otras formas de educación o entretenimiento.
Toda su rutina y su entretenimiento funciona para honrar al régimen y la filosofía del sistema. En la universidad jugaban fútbol o baloncesto en ocasiones.
Hay que recordar que estos son los jóvenes de las élites, pero el resto de la población vive bajo el mismo control.
Hubo ocasiones, los domingos, cuando se nos permitió salir en grupo y con escoltas en excursiones que habían sido previamente aprobadas para ir a visitar lugares como edificaciones del Gran Líder para colocar flores.
Sólo nos permitían salir a lugares que ellos querían mostrarnos. A veces salíamos de Pyongyang a visitar las Grandes Montañas o alguna granja. Fuera de la capital no se ven muchas cosas. Las carreteras están vacías, no hay coches en las calles.
Pude ver que la gente fuera de la capital tiene otro tamaño. Las personas con quienes teníamos permiso de interactuar, como los estudiantes, se veían como nosotros. Pero la gente que ves a los lados de las carreteras es marcadamente más pequeña y parece malnutrida. Y nunca nos permitieron hablar con nadie en las calles.
Cada lugar a dónde nos llevaban parecía el escenario de una película y nunca había una sola persona en esos lugares. Lo único que veíamos era a los otros miembros del grupo y todos los sitios estaban cubiertos con miles de consignas sobre el Gran Líder.
Esta es la realidad que te muestran.
El control en el país es algo increíble. Controlan cada aspecto de la vida y todo está relacionado al Gran Líder.
Después de toda la investigación que había hecho sobre Corea del Norte nunca había imaginado que pudiera haber ese control tan grande. La realidad es peor de lo que puedes imaginarte.
Suki Kim nació y creció en Corea del Sur y es ciudadana estadounidense. Además de "Sin ti no hay nosotros", Kim es autora de una novela "The Interpreter" y escribe regularmente para The New York Times, The Washington Post, Harper´s y The New Republic.