Geng He ha sufrido persecución, vigilancia y la ruptura de su familia, todo simplemente por el hombre con el que se casó. Su historia revela el lado oscuro de la China de Xi Jinping, quien acaba de asegurar un tercer mandato en el cargo.
Geng He recuerda exactamente dónde estaba cuando se dio cuenta de lo verdaderamente abrumador que es el poder del Estado chino: había llevado a su hija Grace a un salón de belleza en Pekín para un corte de cabello.
De repente, un grupo de personas irrumpió y les pidió que se fueran con ellas. Era la policía secreta.
Al principio, Geng He no entendía qué estaba pasando ni quiénes eran las personas que se la estaban llevando a ella y a su hija. Preguntó si podían terminar el corte primero. La respuesta fue un "no". Había más oficiales en la calle afuera; otros las esperaban en su bloque de apartamentos.
"Miré a mi alrededor y, guau, tanto el primero como el segundo piso estaban repletos de gente", me dijo.
Los agentes registraron el apartamento y se le dijo a Geng He que su esposo había sido arrestado mientras visitaba a su hermana en la provincia de Shandong, a unas pocas horas al sur de la capital.
Era 2006 y empezaba el fin de su vida como familia.
El arresto del esposo
El esposo de Geng He, Gao Zhisheng, era abogado. Alguna vez había tenido reconocimiento del gobierno comunista pero empezó a defender a personas a las que las autoridades no querían que se defendiera.
Entre ellos había seguidores del movimiento espiritual prohibido Falun Gong, cristianos chinos a los que se les acusaba ??de predicar sin autorización y personas que luchaban contra la confiscación de tierras por parte de funcionarios locales.
Después de haber sido arrestado, pasó los siguientes años entre la cárcel -acusado de incitar a la subversión- y el arresto domiciliario.
Durante la detención domiciliaria, los agentes construyeron una comisaría especial en el bloque de apartamentos en el que vivía la pareja para poder vigilarlos más fácilmente las 24 horas del día.
"De vez en cuando, abría las cortinas solo para ver cuántos vehículos de policía había abajo", dijo Geng He, "y mi esposo me gritaba: '¿Qué estás haciendo? ¿Por qué darles la satisfacción de mirarlos?'"
La situación se volvió cada vez más insoportable. Las autoridades obligaron a la pareja a mudarse, y luego tuvieron problemas para encontrar una escuela que quisiera aceptar a Grace.
Una elección imposible
La situación eventualmente enfrentó a Geng He con una elección terrible: quedarse o escapar de China con Grace -de 16 años en ese entonces- y su otro hijo, Peter -de 5 años-. Esto quería decir que iba a tener que dejar a su esposo atrás.
"Me sentí mal porque tuve que elegir entre mi esposo y mis hijos, y elegí a mi niños", dijo sin poder contener las lágrimas.
Los tres escaparon en 2009 con la ayuda de activistas de derechos humanos. Geng He y su esposo ya habían acordado que tenían que intentar escapar, pero la partida fue tan apresurada que se fue sin poder decírselo.
Geng He no quiso revelar detalles de su viaje hacia la libertad porque podría poner en riesgo a otros que puedan necesitar tomar la misma ruta. Pero la travesía incluyó un período en la bodega de equipaje de un autobús.
Eventualmente, cruzaron ilegalmente la frontera entre China y Tailandia, desde donde EE.UU. accedió a darles asilo.
La vida en EE.UU. inicialmente fue difícil. Geng He tuvo dificultades -algunas que persisten hasta hoy- con un idioma distinto. Se preocupaba constantemente por sus hijos.
Como es de esperarse, les resultó difícil sin su padre. Grace ha estado en tratamiento hospitalario por problemas de salud mental.
Pero 13 años después, los niños finalmente aceptaron su pasado y construyeron sus propias vidas en EE.UU. Grace, hoy con 28 años, se acaba de casar y Peter, de 19, ha sido aceptado para estudiar medicina en la universidad.
"Se mantiene optimista y feliz todos los días. Estudia y tiene un pequeño trabajo. Todo es bastante prometedor", dijo su orgullosa madre.
Desaparición
Pero el mismo Gao Zhisheng ha sufrido terriblemente desde que su familia escapó a EE.UU. Dice que ha sido torturado, dentro y fuera de prisión. Cuando cumplió su condena en 2014, su salud física y mental se habían deteriorado. Muchos de sus dientes estaban tan sueltos que podía sacarlos con la mano.
Al final de su sentencia, Gao Zhisheng fue puesto nuevamente bajo arresto domiciliario en su ciudad natal en la provincia norteña de Shaanxi, a pesar de, supuestamente, ser un hombre libre.
Es un ejemplo de lo que un experto estadounidense en derecho chino llama "liberación sin serliberado".
En ocasiones, Geng He podía comunicarse con su esposo por teléfono para ver cómo estaba. La última vez que hablaron fue hace cinco años.
"No recuerdo exactamente de qué hablamos porque parecía una llamada más, pero, por supuesto, le pregunté cómo estaba", dijo. "Estaba de buen humor. Dijo que estaba bien. Así era él; siempre confiado y positivo".
Cuando volvió a llamarlo unos días después, no obtuvo respuesta. No ha sabido nada de su marido desde entonces y no sabe si está vivo o muerto.
Teme lo peor.
"Tengo la sensación de pesadilla de que el Partido Comunista va a usar la covid como excusa para hacerlo desaparecer para siempre".
Le preocupa que las autoridades chinas vayan a anunciar que su esposo murió a causa de la enfermedad, una muerte natural que los absuelve de cualquier responsabilidad.
La embajada china en Londres se negó a responder a las preguntas de la BBC sobre Gao Zhisheng.
Temor
No es solo el abogado el que ha sufrido. Las repercusiones de la campaña en su contra han enredado a su familia extendida que aún vive en China.
El cuñado de Geng He sufrió un destino similar. Contrajo una enfermedad grave, pero no pudo recibir el tratamiento médico adecuado porque la policía se había llevado las tarjetas de identidad de los familiares de Gao Zhisheng. Se suicidó.
Como es de esperarse, estos incidentes pusieron en alerta a Geng He.
Hace unos años, un extraño apareció de repente en el jardín de su casa, cerca de San Francisco. Era difícil ver bien en la oscuridad, pero temiendo que pudiera ser alguien relacionado las autoridades chinas, disparó un tiro de advertencia al aire con el arma que guarda en la casa. El efecto que obtuvo fue el que quería: el extraño salió corriendo.
Geng He se mantiene firme. Una vez que vio a sus hijos establecidos, otra vez centró su atención en su esposo. La difícil situación en la que estaba se había ido desvaneciendo poco a poco de la conciencia pública, tanto en China como en el extranjero.
Y ella se ha dedicado a tratar de averiguar dónde está su esposo y de hacer campaña para asegurarse de que su nombre nunca desaparezca por completo.
En agosto, para conmemorar el quinto aniversario de su desaparición, proyectó una imagen del rostro de Gao Zhisheng en el exterior del consulado chino en Los Ángeles, y en septiembre reveló una escultura de su cara hecha con más de 7.000 casquillos de bala vacíos.
Geng He también contrató abogados en Pekín para ver si pueden localizar a su esposo, pero ningún departamento del gobierno les da ningún tipo de información.
Ella es una de varias decenas de chinos dispersos por América del Norte que intentan liberar a sus seres queridos en China.
Es difícil saber cuántos activistas están encarcelados en China, ya que Pekín ni siquiera admite tener presos políticos.
Geng He admite que nunca entendió realmente los peligros del trabajo de su esposo hasta que se mudó a los EE.UU. Ahora se siente más cercana a él en algunos aspectos, aunque vivan separados, posiblemente por el resto de sus vidas.
"Ahora siento que soy como una colega que lucha codo a codo con él. Le ha dado un nuevo sentido a mi vida", dijo.
Frente a una fuerza tan poderosa como el Partido Comunista Chino, la campaña de Geng He parece estar condenada al fracaso. Pero ella está decidida a continuar.
"Mi pequeña familia ha sufrido demasiado, pero siento que he adquirido una familia aún más grande", reflexiona.
"Conocí a tantas personas que están trabajando duro por una China mejor".
La culpa de dejar atrás a su esposo con un destino desconocido probablemente nunca va a desaparecer. Pero puede existir un rayo de esperanza en el éxito de sus hijos, en sus nuevos amigos y en la creencia en un futuro mejor.