Cuando un tiroteo masivo ocurre en un pequeño pueblo como Sutherland Springs, Texas, (EE.UU.) todos conocen al menos a una víctima.
Pauline Garza tenía pereza el domingo por la mañana y eso parece ser lo que le salvó la vida.
Ella y su hija de 11 años pensaban ir a la iglesia.
No suele ir con regularidad, pero su hija fue bautizada allí.
El domingo decidieron que no iban.
"Sentirse floja?", dice reflexiva, parada en su porche 24 horas después.
Poco después, oyeron los disparos.
"Irreal"
Los vecinos de Pauline, los Holcombes, también eran feligreses.
Pauline cree que ellos estaban en la iglesia el domingo por la mañana porque no los vio regresar.
Los dos perros de Holcombes yacen en el jardín, esperando. La puerta todavía está cerrada y la luz del porche está encendida (luego se supo que varios miembros de esa familia murieron en el tiroteo).
Las familias son cercanas.
La hija de Pauline visitaba frecuentemente la casa de los Holcombes.
"Son muy buena familia", dice Pauline, de 47 años. "Siempre están en el patio".
"Los niños juegan con mi hija todo el tiempo. Son muy amables".
Cuando Pauline escuchó los disparos, pensó que era un vecino trabajando en su casa.
"Le pregunté a mi hija: '¿Qué fue ese ruido?' Ella dijo 'No sé'".
"Fuimos hasta la puerta. Vi a mi (otro) vecino también afuera. Aún se podían escuchar los disparos".
"Nunca pensé que fueran disparos".
¿Y cuándo descubrió que era un tiroteo?
"Pensé '¿Cómo puede pasar eso aquí?' Es irreal".
Pocos habitantes
Alrededor de 400 personas viven en Sutherland Springs, un pequeño pueblo en Texas, a 48 km al este de San Antonio.
No es un lugar de ricos. Hay casas lindas y bien construidas, pero también hay deterioro.
Coches oxidados y abandonados habitan en los jardines frontales y algunas casas desaparecen bajo las hierbas sin cortar.
La lavandería All Coin, olvidada hace mucho tiempo, no ha lavado una camisa en al menos 10 años.
La gente trabaja en "hogares de ancianos, hospitales y tiendas", dice Pauline.
Pero, aunque no es un pueblo rico, es amistoso. Los vecinos se conocen. La gente dice hola. El conductor del autobús escolar saluda a los transeúntes.
En un jardín, un cartel dice: "Bienvenido a Texas".
"Me encanta este lugar", dice Pauline. "No tienes todo ese ruido como en las grandes ciudades".
La oración que se volvió horror
Julius Kepper, de 53 años, vivió en Sutherland Springs durante los últimos siete años.
Al principio, pensó que los disparos del domingo estaban relacionados con la construcción de una casa o un edificio.
Cuando se dio cuenta de que no era así, agarró su arma y salió corriendo de la casa.
Él no fue el único. Su vecino, Stephen, ya había disparado al atacante y lo había perseguido.
Julius no iba a la iglesia, pero conocía a "muchas personas" que sí.
"Algunos de los muchachos que iban me cortaban el césped del jardín", dice.
"Es una comunidad pequeña, no puedes evitar conocer a la gente".
Julius bebe una Coca Cola en la gasolinera en las afueras de la ciudad, mientras otro cliente se sienta en una mesa, a tomar café.
Detrás del mostrador hay filas de gorras de Texas. Un ejemplar del diario San Antonio Express-News está sobre el mostrador.
"El tiempo para la oración se convierte en horror", dice el titular.
Julius piensa que la ciudad sanará, pero tomará tiempo.
"Que esto suceda en un pequeño pueblo rural con 400 personas, es inconcebible", dice.
"Lo esperas en las grandes ciudades. No aquí".
Armados
De vuelta a su porche, Pauline Garza cree que el tiroteo significa que más personas llevarán armas.
"Incluso a la iglesia", dice.
"Nunca pensamos que aquí en el campo necesitaríamos de un arma para protegeros".
"Ahora tienes gente loca caminando por cualquier lado".
Pauline no durmió el domingo por la noche.
Los "qué hubiera pasado si..." dominaban su mente.
Y, aunque ella y su hija están a salvo, su sufrimiento no ha terminado.
"¿Cómo hablo con mi hija sobre esto?" pregunta. "¿Cómo hago?"
Fotos de Paul Blake.