Simulacros de tiroteos en las escuelas de EE.UU.: ¿por qué pueden ser muy peligrosos?
¿Son útiles los simulacros de tiroteos en las escuelas de Estados Unidos? ¿Cuál es la mejor manera de que los estudiantes estén preparados ante un ataque?
Este debate se reavivó después de que en una escuela de Indiana un simulacro incluyera dispararles perdigones a los maestros "al estilo de una ejecución".
Y es que un número cada vez mayor de planteles educativos optan por realizar ejercicios más intensos con hombres enmascarados que portan armas falsas y estudiantes que asumen el rol de víctimas y se les cubre de sangre ficticia.
Estos simulacros se introdujeron por primera vez en las escuelas de Estados Unidos después de la masacre de la escuela secundaria Columbine, ocurrida en 1999, y se han integrado a la vida escolar de una generación de estadounidenses.
Si bien 32 estados tienen leyes que requieren algún tipo de simulacro para proteger a los estudiantes de los atacantes, los ensayos realizados varían ampliamente entre los distritos escolares.
Pero, ¿cuáles son las implicaciones de este enfoque para preparar a educadores y alumnos ante un "tirador activo"? Y una pregunta clave: ¿realmente funcionan?
"No es necesario"
Muchos expertos están de acuerdo con que discutir y ensayar cómo se debe reaccionar ante una situación peligrosa ayudará a proteger a los estudiantes que lleguen a enfrentar esa la realidad.
Los simulacros de incendios, por ejemplo, son herramientas bien establecidas para enseñar a los niños a comportarse en una situación potencialmente mortal.
David Schonfeld, director del Centro Nacional de Crisis Escolar y Duelo, ha trabajado con estudiantes y maestros que han experimentado tiroteos en las escuelas, incluidos sobrevivientes del ataque de 2018 en Parkland.
Aunque cree que los ensayos pueden ser útiles para preparar a los alumnos y al personal de la escuela para que tomen medidas de protección, insiste en que los simulacros deben adaptarse a sus participantes.
"Muchos de los simulacros están diseñados para adultos, profesionales que trabajan en las escuelas o agentes de la ley, para ver cómo reaccionan ante esas situaciones", le dijo Schonfeld a la BBC.
Si bien situaciones más realistas y angustiantes pueden ser apropiadas en ese contexto, considera que "los simulacros a gran escala, prolongados y realistas no son ideales" para los niños.
"Los estudiantes siempre deben saber que es un simulacro, deben recibir indicaciones concretas sobre cómo actuar. Por ejemplo: esconderse, apagar las luces y permanecer en silencio durante unos minutos. Además se les deben dar muchas oportunidades de practicar".
"A los niños a los que se pide que posen como víctimas en el suelo, cubiertos con sangre falsa, simplemente no tiene sentido y puede ser traumático. No puedo ver por qué eso es necesario".
El trauma vs el beneficio
Schonfeld es muy crítico con lo que él denomina simulacros de "engaño", en los que los estudiantes y profesores no saben que se está llevando a cabo un ensayo y se les hace creer que la situación es una amenaza real.
El experto cita ejemplos de personas con máscaras que irrumpen en las aulas de clase y blanden armas.
Estos escenarios hacen que los niños pequeños crean "que alguien está tratando de matarlos" y puede ser una experiencia profundamente traumática para ellos, indica.
"El riesgo de trauma que representan estos ejercicios altamente realistas no se compara con ningún beneficio concebible".
Schonfeld también ve otro problema con los mensajes que los niños pueden captar de estas simulaciones.
"Me preocupa que estos simulacros sugieran a los niños que pueden hacer más de lo que ellos o cualquiera, son realmente capaces. Si les enseñamos a los niños a defenderse a sí mismos o a sus compañeros de clase, pueden sentir que han fallado si no lo hacen".
"Eso solo crea más trauma para los sobrevivientes de los tiroteos. Por ejemplo, si les enseñamos a los niños a detener un sangrado, si su compañero se les desangra frente a ellos, la consecuencia no deseada es que se sientan responsables de su muerte".
Una guía
Michael Dorn es el director de Safe Havens International, una organización sin fines de lucro que brinda capacitación en seguridad y preparación para emergencias a escuelas de todo el mundo.
A Dorn le preocupa que el aumento en la capacitación conocida como "run, hide, fight", "correr, esconderse, pelear", que se basa en la guía de 2013 del Departamento de Seguridad Nacional, en realidad está haciendo que las escuelas sean menos efectivas para enfrentar los tiroteos.
Después del tiroteo en Sandy Hook en 2012, varios departamentos federales analizaron tiroteos en escuelas e introdujeron el método de "correr, esconder, pelear" para lidiar con un tirador.
La guía deja en claro que pelear con una persona que está disparando es un "último recurso", pero sugiere que "los adultos en peligro inmediato consideren intentar interrumpir o incapacitar al tirador mediante el uso de fuerza agresiva y elementos en su entorno, como por ejemplo extintores y sillas".
"La idea es que, en lugar de ser pasivo y ser ejecutado, sea activo y quizás salve su propia vida y la de los demás", señaló Arthur Cummins, miembro de la junta directiva de la Asociación de Agentes de Recursos Escolares de California.
Si bien las regulaciones no alientan específicamente a los estudiantes a atacar al agresor, algunos cursos de capacitación basados en esas directrices sugieren que los estudiantes le lancen juguetes y libros al atacante.
"Deshabilitar al atacante"
Una de las compañías que ofrecen entrenamiento basado en el planteamiento de "correr, esconderse, pelear", establece dicha estrategia en un libro para niños llamado "No tengo miedo, estoy preparado".
El texto instruye a los niños a "contrarrestar" a un intruso, quien es representado con la caricatura de un lobo, "haciendo cosas que le arruinen el día".
En un video publicado en el canal de YouTube del Departamento de Seguridad Nacional que describe la estrategia de "correr, esconderse, pelear", se insta a las personas a buscar "objetos afilados o pesados" que puedan usarse para "deshabilitar al atacante" en caso de que no puedan ocultarse o correr.
En un estudio de más de 1.000 escuelas en Estados Unidos, Michael Dorn descubrió que el personal que había hecho esos programas de capacitación pasó por alto pasos básicos de seguridad, como cerrar las puertas y llamar al 911, a diferencia de las personas que no tenían ninguna preparación.
"El personal que había recibido ese entrenamiento tendía a concentrarse en atacar a cualquiera que tuviese un arma", le señaló Dorn a la BBC. "Hemos visto eso en situaciones como: un estudiante que se pueda sentir suicida o en una situación de rehenes".
La investigación de Dorn encontró que uno de cada cuatro maestros que habían participado en entrenamientos basados en la estrategia "correr, esconderse, pelear", optaron por arrojar objetos a un estudiante que tenía una pistola pero con ideas suicidas.
"Los participantes que no habían recibido entrenamiento formal comenzaron a hablar con el alumno, lo alentaron a que bajara el arma y le preguntaron si estaba bien que los otros estudiantes salieran del salón".
"Aunque en algunos casos la capacitación sin duda ha salvado vidas", dijo Dorn. "Hay casos en los que hemos trabajado en los que hemos visto graves problemas en la manera en que las personas reaccionan después de recibir el entrenamiento".
"Escenarios extremos"
Dorn también se muestra crítico con el uso de "escenarios extremos" y más realistas en algunos simulacros.
Los defensores de esos ensayos dicen que exponer al personal y a los estudiantes a situaciones estresantes los prepara mejor para la realidad de tener ante sí a una persona que dispara y les ayuda a evitar la reacción de los "ciervos en los faros".
También señalan que la mayoría de estos simulacros sólo exponen a las situaciones de estrés a los estudiantes que se postulan como voluntarios y no a toda la escuela.
Pero Dorn sostiene que estas simulaciones "pueden producir un trauma significativo para los niños" y que el estrés causado al personal de la escuela durante estas situaciones puede impedir que se preparen adecuadamente.
El experto le indicó a la BBC que su organización ha estado trabajando con un número creciente de administradores de escuelas que "han comenzado a sofocarse" con la sola mención de prepararse para un tiroteo.
"Al principio nos pareció extraño, pero después de investigar, descubrimos que algunos de ellos habían pasado por un entrenamiento que los había traumatizado".
"Mi hijo está claramente traumatizado"
Heidi Pottinger es investigadora de la facultad de Salud Pública de la Universidad de Arizona y fundadora de Child Health and Resilience Mastery, una organización sin fines de lucro que ayuda a los niños a sobrellevar el estrés.
Pottinger le dijo a la BBC que se puso "profundamente triste" cuando descubrió que sus dos hijos pequeños estaban participando en simulacros de emergencia de encierros.
"Mi hija ha sido incluida en los simulacros de encierro desde que tenía cuatro meses. Se acurruca detrás de la mesa destinada al cambio de pañales junto a las cuidadoras y otros bebés, cuyas edades oscilan entre las seis semanas y los 15 meses", contó.
"Al final del pasillo, su hermano, con sus compañeros y su maestra, se están escondiendo. Han estado haciendo esto desde que tenía 3 años y desde entonces ha estado mordiéndose las uñas con ansiedad, siente miedo de ir solo a cualquier parte de la casa sin la compañía de un adulto. Sobre la base de mi experiencia como investigadora de salud infantil y familiar, mi hijo está claramente traumatizado", escribió Pottinger en un artículo de opinión publicado en The Washington Post.
Aunque, enfatiza, "existen protocolos de seguridad que los estudiantes y los educadores deben aprender", le preocupa el impacto psicológico que tienen esos ejercicios.
"Este tipo de exposición temprana al estrés puede incitar a los niños a no poder lidiar con ellos más adelante y en el corto plazo puede llevar a una hipervigilancia".
Pottinger considera que con el tiempo, ha desarrollado estrategias con sus hijos para ayudarlos a enfrentar los simulacros. Sin embargo, advierte que los niños que no cuentan con ese apoyo pueden tener dificultades.
"Los niños en vecindarios que tienen una exposición crónica a la violencia con armas de fuego pueden comenzar a expresar síntomas de estrés en el hogar y luego, si también están expuestos (a situaciones similares) en la escuela, se da un ciclo interminable de hipervigilancia que no pueden regular", dice.
"Esto puede tener un impacto duradero en su bienestar".
La especialista es muy crítica con el uso de estudiantes voluntarios en simulacros que pretenden reproducir escenarios muy realistas de tiroteos.
De acuerdo con Pottinger, no es una manera adecuada de tratar el problema, se ignora el potencial trauma que pueden provocar "y es altamente irresponsable".
"La escuela debe ser un lugar para que los niños aprendan y se vinculen, es triste que los estemos preparando para el combate".