En 2013, se publicó un artículo científico que se convertiría en el germen de miles de noticias virales y publicaciones en redes sociales.
Lo que sugería era sorprendente: colocar lámparas azules en las estaciones de trenes frenaba los suicidios en esos lugares.
Los científicos pudieron incluso demostrar que la tasa de suicidios cayó hasta un 84%.
Desde entonces, la idea se ha popularizado e inspirando proyectos similares en muchos otros países.
Pero...
Pero al igual que con muchas otras historias científicas que despiertan interés general pero son complejas, algunos de los detalles se distorsionaron ligeramente en el proceso.
Todo comenzó a fines de la década del año 2000, cuando varias compañías ferroviarias japonesas comenzaron a instalar lámparas azules sobre las plataformas de las estaciones de tren.
Era un intento de disuadir a las personas que querían suicidarse en lo que se conoce como la técnica del "empujón" (nudge).
Esta técnica implica formas de influir en el comportamiento que, aunque son aparentemente sutiles, pueden tener efectos sorprendentemente grandes.
En un estudio, las personas que habían experimentado estrés psicológico volvían más rápido a un estado de relajación cuando se encontraban en una habitación bañada en luz azul.
¿Relaja?
La idea inicial es que la luz azul puede tener un efecto en el estado mental de las personas.
Un estudio en 2017 respaldó esto demostrando que las personas que habían experimentado estrés psicológico volvieron más rápidamente a un estado de relajación cuando se encontraban en una habitación bañada en luz azul.
Michiko Ueda, de la Universidad de Waseda, en Tokio, se enteró de los experimentos de las compañías ferroviarias en las plataformas de las estaciones de tren y le contaron que las lámparas habían sido un éxito.
Ueda ha estudiado una gran variedad de factores que pueden influir en la tasa de suicidios de Japón, desde los factores económicos hasta los desastres naturales e incluso los hilos de Twitter que hablan sobre los suicidios de celebridades.
Sin embargo, su primera reacción a las afirmaciones de las compañías ferroviarias fue el escepticismo.
"Pensé que era necesario hacer un seguimiento y decidí contactar a una de las compañía ferroviaria para preguntar si podían proporcionarme los datos", explica.
Después de analizar los 10 años de datos sobre suicidios en 71 estaciones de tren japonesas, Ueda y sus colegas descubrieron que había evidencias de un efecto en los pasajeros.
Además, observaron una reducción del 84% en la tasa de suicidios, una cifra que se difundió rápidamente.
Desafortunadamente, esa no es la historia completa. Cuando se publicaron los hallazgos del equipo de Ueda, otro profesor, Masao Ichikawa, de la Universidad de Tsukuba, echó otro vistazo a los datos.
Señaló que era importante distinguir entre los datos recopilados durante el día y la noche en las estaciones de trenes al aire libre.
Durante el día, las luces pueden pasar desapercibidas fácilmente, o incluso se apagan.
Ichikawa también examinó una medida conocida como el "intervalo de confianza".
Datos inestables
Los análisis estadísticos siempre conllevan un grado de incertidumbre inherente en torno a un resultado particular, como la magnitud del efecto en los pasajeros. El intervalo de confianza expresa el posible rango de esos valores.
Ichikawa notó que el intervalo de confianza en el análisis de Ueda era extremadamente amplio: se situaba entre el 14% y el 97%.
"Estadísticamente, muy inestable", señaló.
Esto significa que el efecto real podría haber sido tan bajo como una reducción del 14% de la tasa de suicidios.
Y esta cifra, aunque es un cambio significativo, no es tan grande como sugirió la cobertura de los medios.
Por eso, Ichikawa esperaba que su propio artículo, publicado en respuesta al año siguiente, se asegurara de que la gente no pensara que las luces azules eran milagrosas, que de alguna manera tenían un efecto extraordinario en las personas que pensaban en el suicidio.
La instalación de barreras protectoras y cristales a lo largo de los andenes podría ser mucho más útil, explicó Ichikawa, aunque ambas medidas mucho más costosas que unas luces azules.
Sólo si el efecto de luz azul resultaba ser mínimo, entonces el gasto si valdría la pena.
Otros ejemplos
Desde la publicación de su artículo, Ueda se ha quedado sorprendida por la cantidad de consultas que recibe de empresas ferroviarias de todo el mundo, incluidas varias de Suiza, Bélgica o Reino Unido.
"Es increíble", dice ella. Ya hay al menos dos ejemplos de instalaciones de luz azul en Reino Unido, una en un cruce de trenes en Escocia, y otra en la estación de tren del aeropuerto de Gatwick.
Pero Ueda no es partidaria de planes poco realistas.
"Cada vez que alguien me pregunta si deberían poner luces azules o barreras en los andenes, respondo de inmediato: barreras", dice ella.
Así que, aunque entiende el problema del costo asociado con las barreras, recuerda que es importante comprender que el efecto de la luz azul puede ser más sutil de lo que algunos piensan, y que aún no sabemos exactamente qué impacto tienen.
Por ejemplo, tal vez la instalación de nuevas luces brillantes, independientemente del color, hizo que las personas se volvieran más conscientes de sí mismas, cambiando así su comportamiento, sugiere Ueda.
Y quizás, dice, pasado un tiempo las luces azules no podrán prevenir los suicidios porque la gente se acostumbrará a ellas.
Ueda ahora está realizando un nuevo estudio para medir el impacto psicológico de las luces azules, pero ya hay resultados contradictorios en lo que respecta a ellas que llegan desde otros equipos de análisis.
El estudio de 2017 mencionado anteriormente dio crédito a la idea de que las luces azules podrían tener un efecto calmantes.
Pero Stephen Westland, experto en color y diseño de la Universidad de Leeds, cree que las luces no pueden influir en otro factor importante: la impulsividad.
Los experimentos realizados por su exestudiante de doctorado Nicolas Ciccone encontraron que, aunque los participantes se sentían más o menos impulsivos según el color de la luz que ilumina una habitación en la que se encontraban, las mediciones neurológicas y de comportamiento no sugirieron ningún efecto más profundo.
Uno de sus experimentos consistió en evaluar el comportamiento en la toma de riesgos al pedir a los participantes que dibujaran un globo virtual haciendo clic en un botón.
Les prometieron una recompensa en efectivo si conseguían evitar que el globo explotara.
"Cada vez que lo hinchaban un poco, el riesgo aumentaba pero la recompensa potencial era también mayor", señaló el trabajo.
"Realmente no obtuvimos ninguna evidencia que determinara si la luz azul o la roja te hace más impulsivo", explica Westland.
Y aunque la terapia de luz se usa como tratamiento para el trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés), no necesariamente supone que los cambios en el estado de ánimo influyan en un intento de suicidio.
"No hay necesariamente un vínculo con ninguna acción que se pueda adoptar", dice.
Todo esto no es para reprender a las personas por tener esperanzas de encontrar formas innovadoras de abordar el problema del suicidio en Japón.
Después de todo, la nación se encuentra entre las 20 primeras del mundo en términos de índice de suicidios, un problema con el que muchos en el país están luchando seriamente.
El número total de suicidios ha disminuido en los últimos años, hasta aproximadamente 21.000 en 2017 desde los 34.500 registrados en 2003, pero el número ha aumentado entre los jóvenes.
"Es difícil describirlo, es muy triste", dice Ichikawa.
Las luces azules pueden tener un efecto en las personas que contemplan suicidarse, pero hasta la fecha, la ciencia en realidad no ha aportado datos concluyentes.
Como dice la propia Ueda, "Realmente no quiero que la gente piense que las luces azules son la solución".
"De nuevo, creo que usar múltiples medidas y barreras en los andenes es probablemente más efectivo".