Un par de balazos rompieron la tranquilidad del poblado Victoria Gracia, en la selva central de Perú, el jueves al mediodía.
Los disparos alcanzaron el cuerpo de Olivia Arévalo, de alrededor de 80 años, que estaba en la puerta de su casa. La mujer murió minutos después.
La muerte de esta líder de la etnia shipibo-conibo xeteba y curandera tradicional enfureció a los pobladores de su comunidad.
Según testigos, dos hombres que iban en una moto apuntaron hacia ella.
Entre algunos shipibos empezó a circular el rumor de que el asesino había sido el canadiense Sebastian Woodroffe, de 41 años, supuesto cliente de Arévalo.
El hombre había viajado a la Amazonía peruana para buscar en la medicina tradicional una cura a las adicciones y experimentar con ayahuasca (una bebida alucinógena a base de plantas a la que se le atribuyen poderes curativos espirituales).
Enardecidos, los shipibos fueron a buscar al sospechoso, lo lincharon y filmaron la venganza del crimen de Arévalo, considerada "la última meraya"
La última sabia
El Centro Shipibo Conibo de Nueva York (CSCNY) cuenta en un comunicado que Arévalo, ostentaba el rango de sabia indígena, el más alto de una mujer médica.
La mujer era "poseedora legendaria de la sabiduría y el conocimiento de las plantas medicinales, y defensora de los derechos culturales y ambientales de los shipibos", detalla el CSCNY.
Arévalo trabajó de 2009 a 2011 en el Templo del Camino de la Luz, un centro que ofrece retiros con sesiones de ayahuasca en la selva norte peruana.
Esta compañía describió a la mujer como "una de las más respetadas y poderosas onanya (curandera que usa plantas medicinales)" y "una enciclopedia andante de la medicina tradicional shipiba".
Para este Templo, el curanderismo de Arévalo fue "legendario" y asegura que ganó gran reconocimiento internacional en la última década.
La anciana también era una difusora de los íkaros o "cantos sagrados" de su pueblo, declarados Patrimonio Cultural de Perú en 2016.
Gracias a los amplios conocimientos que se le atribuían, autoridades como la congresista peruana Tania Pariona describió a la mujer como "un hospital, un repertorio de cantos, una institución histórica".
Ronald Suárez, presidente del Consejo Shipibo Conibo Xetebo (Coshikox), dijo al diario británico The Guardian que recordará a Arévalo como una "biblioteca andante de nuestro conocimiento tradicional".
"Olivia Arévalo seguirá siendo un símbolo vivo de sabiduría, conocimiento ancestral y fortaleza femenina", dice un comunicado del Coshikox.
"Los que la conocieron nos dicen que fue 'una amiga querida' y que 'extrañarán sus canciones, sus anécdotas, su voz ronca y única, y su compañerismo'", recuerda la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep).
Más crímenes
Las autoridades investigan varias hipótesis del crimen de la curandera.
La muerte de Arévalo sucede después de varios asesinatos no resueltos de activistas indígenas que repetidamente habían enfrentado amenazas derivadas de sus esfuerzos para mantener a los taladores ilegales y cultivadores de aceite de palma fuera de sus tierras.
"Estos asesinatos tienen un impacto directo en la integridad de la nación shipibo-conibo, cuya sabiduría está siendo destruida violentamente", dijo el CSCNY.
Las autoridades peruanas también están investigando el linchamiento del canadiense Sebastián Woodroffe.
"No descansaremos hasta que ambos asesinatos, el de la mujer indígena y la del canadiense, se resuelvan", dijo Ricardo Palma Jiménez, jefe de la fiscalía de la región Ucayali (donde se ubica Victoria Gracia), a la agencia de noticias Reuters.
El lunes, el Poder Judicial de Perú ordenó la detención preliminar de los peruanos José Ramírez Rodríguez y Nicolás Mori Guimaraes, como parte de la investigación del asesinato de Woodroffe.
En gran parte de los Andes y la Amazonia peruanos hay una escasa presencia policial.
Son los pobladores de las provincias remotas quienes a menudo castigan a los criminales sospechosos de acuerdo a sus costumbres locales y sin la participación de las autoridades estatales.