¿Qué significará el fin de la dependencia del petróleo para la geopolítica?
Si uno quiere entender la revolución que está teniendo lugar en el sector de las energías renovables, nada mejor que visitar la central eléctrica llamada Gemasolar en el sur de España.
En las llanuras polvorientas de Andalucía han descubierto cómo generar energía solar las 24 horas del día.
Efectivamente, aunque sea difícil de creer, en Gemasolar crean electricidad incluso cuando el sol no brilla.
Han puesto más de 2.500 espejos enormes en monturas hidráulicas que siguen el paso del sol a través del cielo.
Los espejos, cada uno del tamaño de media cancha de tenis, reflejan los rayos en un punto central, la parte superior de una torre de 140 metros, donde sal fundida se calienta a casi 600° C.
Esa sal líquida se transporta por la torre hasta donde calienta el vapor que alimenta una turbina.
Y ahí está el truco: no toda la sal se usa en ese punto. Parte es almacenada en enormes tanques y se usa más tarde, cuando el sol se ha puesto. Mientras el sol brille todos los días, la planta puede generar energía 24 horas, 7 días a la semana.
Les digo esto no solo como una ilustración de cuán rápido está cambiando la tecnología renovable -esta innovación en particular no es tan nueva-, sino también como un ejemplo de cuán electrificada se va a convertir nuestra energía.
Se prevé que la expansión de los vehículos eléctricos se acelere significativamente, hasta el punto en que se convierta en la norma y no en la excepción.
La tecnología de baterías aún tiene mucho camino por recorrer, pero muchos científicos y empresas están compitiendo para encontrar formas de almacenar energía eléctrica que sea más liviana y duradera.
Ya se están produciendo algunos aviones de pasajeros con motor eléctrico.
¿Cuánto tiempo antes de que los barcos puedan ser alimentados por baterías en lugar de combustible?
La pregunta obvia y muy controvertida es cuándo alcanzará su punto máximo esta revolución renovable y si llegará a tiempo para proteger al planeta del calentamiento global. Eso no es algo en lo que yo esté cualificado para responder.
La que me hago es una pregunta distinta: ¿qué impacto podría tener esta nueva tecnología, no en el clima del mundo, sino en su clima político?
¿Qué sucederá con el equilibrio global del poder político cuando muchos países ya no necesiten comprar tanto petróleo y gas?
Un cambio de ecuación
Durante más de un siglo, las naciones que tenían petróleo y gas tenían poder, literal y políticamente.
Y se han librado varias guerras por esos preciados recursos.
Todo comenzó antes de la Primera Guerra Mundial cuando Winston Churchill, como primer lord del Almirantazgo, convirtió la Armada británica de carbón galés a petróleo importado.
Para garantizar el acceso británico a ese petróleo, el futuro primer ministro británico compró una participación de control en la compañía petrolera anglo-persa, la precursora de BP, en lo que ahora es Irán.
Desde ese momento, gran parte de la historia del siglo XX se puede ver a través de la búsqueda de hidrocarburos por parte de los países, desde los intentos de Adolf Hitler de asegurar los campos petroleros de Bakú hasta la invasión de Saddam Hussein de Kuwait, incluido el ataque de aviones no tripulados y misiles en las instalaciones petroleras sauditas en septiembre pasado.
Los países con petróleo y gas usaron sus monopolios para venderlos con grandes ganancias; aquellos países que dependían de ellos invirtieron mucha sangre y tesoros defendiendo su acceso.
La pregunta es cuánto podría cambiar la revolución renovable esta ecuación geopolítica.
¿Cuánta influencia perderán algunos de los grandes productores de combustibles fósiles del mundo en Medio Oriente, África y otros lugares?
¿Podría haber más conflictos regionales a medida que estos países luchan por una parte cada vez menor del mercado de energía de hidrocarburos?
¿Y qué podría pasarles internamente a estos países si pierden su principal fuente de ingresos?
A menudo, se trata de naciones cuyas enormes economías están dirigidas por el Estado, con muchos trabajadores empleados por los gobiernos y poblaciones jóvenes acostumbradas al combustible barato.
"Estados fallidos"
No se sabe con precisión cuándo tendrá lugar la transición de los combustibles fósiles a la energía limpia.
Hay muchas predicciones diferentes sobre cuándo la demanda mundial de petróleo alcanzará su punto máximo y caerá, pero los planificadores de Shell pronosticaron recientemente que posiblemente ocurrirá en 2025.
Algunos países productores de petróleo están preparándose para el momento en que ya no puedan depender del petróleo. Buscan diversificar sus economías y encontrar otras fuentes de energía.
Pero otros países son más escépticos, confiando en que la demanda de su petróleo y gas perdurará por mucho tiempo.
Algunos de ellos hablan de diversificación pero hacen poco al respecto. Las posibles consecuencias se están convirtiendo en una fuente creciente de preocupación.
"El gobierno productor de petróleo obtiene ingresos; si esos ingresos caen o desaparecen, el gobierno ya no podrá mantener el sector no-petrolero, lo que significa que tendrá un desempleo creciente, ya no podrá pagar subsidios para mantener contenta a su población", le dijo a la BBC el profesor Paul Stevens, distinguido miembro de Chatham House, el grupo de expertos de asuntos exteriores del Reino Unido.
"Muchos de los grandes exportadores de petróleo y gas son lo que podría describirse cortésmente como políticamente inestables. Por lo tanto, cuanto más rápida sea la transición [hacia las energías renovables], mayor y más perturbadora será la caída en los ingresos del gas y el petróleo, así que potencialmente podrá haber una gran cantidad de Estados fallidos".
Riesgos sin fronteras
Por su parte, Tom Burke, presidente del grupo de expertos sobre medio ambiente E3G , señala que "cuando no se puede proporcionar seguridad alimentaria, energética y de agua, como hemos visto en todo el Medio Oriente, es muy difícil mantener estabilidad interna".
"Cuando no se cumple con las expectativas, las poblaciones urbanas se amotinan, y las estructuras básicas del Estado corren el riesgo de desmoronarse".
"Pero mucho más que eso, cuando la gente se amotina o parece que podría amotinarse, lo que suele suceder es que los gobiernos buscan problemas en el extranjero para distraer a su población".
Así que imagínate un país productor de petróleo actualmente estable en el Golfo que de repente se convierte en un Estado fallido. Esto no solo sería un desastre para el país en sí, sino que también podría tener enormes implicaciones para el mundo.
Los Estados fallidos a menudo se convierten en el hogar de la violencia extremista, como en Siria, y a menudo producen migración masiva.
Esta interrupción potencial podría no limitarse al Golfo.
Rusia es uno de los mayores exportadores de petróleo y gas del mundo. Su economía y su gobierno dependen enormemente de los ingresos que esto genera. No es de extrañar que el presidente Putin describa el desarrollo de "tecnologías verdes" como uno de los "principales desafíos y amenazas" para la seguridad económica de su país.
Muchos rusos recuerdan que la caída de los precios del petróleo contribuyó al colapso de la Unión Soviética.
Sin embargo, el gobierno actual está invirtiendo poco en energías alternativas renovables. Si un día el mundo necesita comprar menos gas ruso, eso podría tener un gran impacto en la estabilidad del Estado ruso y podría transformar sus relaciones con Europa.
Amenaza limpia
Existen otras fuentes potenciales de tensión y conflicto en un mundo de energía limpia.
Podría haber una carrera para asegurar el acceso a minerales como el cobalto y el litio, que son vitales para las baterías y pueden ser escasos.
Gran parte del mejor cobalto del mundo se encuentra en la República Democrática del Congo (RDC), que tiene una historia de inestabilidad y mala gobernanza.
Al mismo tiempo, las nuevas llamadas superredes a través de las cuales fluirá la electricidad entre países serán más vulnerables al ciberataque.
Una pregunta interesante es cómo deberían responder los activistas ambientales a los riesgos políticos involucrados en el movimiento hacia la energía renovable.
¿Deberían tenerse en cuenta esos posibles inconvenientes o es la necesidad de proteger al mundo del cambio climático tan importante que todas las demás consideraciones son secundarias?
¿Cómo podría verse afectada la opinión pública si reducir el calentamiento global significara más terrorismo y migración?
Estos, por supuesto, son algunos de los peores escenarios. Hay muchos posibles positivos.
Notas dulces
Cuando tenga lugar la transición a las energías renovables, los países que anteriormente eran dependientes podrán producir su propia energía.
Una de las ventajas de las energías renovables es que muchos más países tienen la capacidad de generar energía limpia.
Algunos países con mucho sol, viento o marea no solo podrían ser autosuficientes, sino que también podrían exportar parte de su energía a través de los llamados interconectores.
Puede haber incluso un dividendo para la paz: si el mundo ya no necesita tanto petróleo pasando por el estrecho de Ormuz cada día, ¿tal vez no necesitarán ejércitos y armadas tan grandes para defenderlo?
En gran medida, la geopolítica de la energía puede dejar de ser tan significativa.
Y, quizás así, deje ser una razón para matar.